Damaris Calderón
Entre el verdugo y la lengua hay una serie de
relaciones. Entre la lengua, natural, y el verdugo, antinatural, existe, como
en la sangre, un sistema de vasos comunicantes.
La lengua, como el verdugo, no es homogénea ni
unitaria (un verdugo está hecho de todos los pedazos de sus víctimas, además de
los suyos). En ambos, fatalmente, no hay solución de continuidad. Por razones
obvias, el verdugo prefiere siempre las lenguas muertas, aunque en los restos
de las lenguas habladas (y las reconstruidas) es posible encontrar la misma
ceniza que en la sopa del verdugo.
En lo que se refiere a su brutalidad, el verdugo
no es un sistema, sino un conjunto de sistemas, opera siempre por selección,
prefiriendo la expresividad a la comunicación, y es anónimo, como la mejor
literatura.
El hecho (la hipótesis) de la existencia de una
lengua madre, de cuyas ramas se derivaría un tronco común, sólo facilita (qué
duda cabe) la tarea del verdugo.
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