Ricardo Piglia
Una tarde Juan C. Martini Real me mostró una
serie de fotos del velorio de Roberto Arlt. La más impresionante era una toma
del féretro colgado en el aire con sogas y suspendido sobre la ciudad. Habían
armado el ataúd en su pieza, pero tuvieron que sacarlo por la ventana con
aparejos y poleas porque Arlt era demasiado grande para pasar por el pasillo.
Ese féretro suspendido sobre Buenos Aires es
una buena imagen del lugar de Arlt en la literatura argentina. Murió a los
cuarenta y dos años y siempre será joven y siempre estaremos sacando su cadáver
por la ventana. El mayor riesgo que corre hoy su obra es el de la canonización.
Hasta ahora su estilo lo ha salvado de ir a parar al museo: es difícil
neutralizar esa escritura, se opone frontalmente a la norma de hipercorrección que
define el estilo medio de nuestra literatura.
Hay un extraño desvío en el lenguaje de Arlt,
una relación de distancia y de extrañeza con la lengua materna, que es siempre
la marca de un gran escritor. En este sentido nadie es menos argentino que Arlt
(nadie más contrario a la "tradición argentina"): el que escribe es
un extranjero, un recién llegado que se orienta con dificultad en el vértigo de
una ciudad desconocida. Paradójicamente, la realidad se ha ido acercado cada
vez más a la visión "excéntrica" de Roberto Arlt. Su obra puede
leerse como una profecía: más que reflejar la realidad, sus libros han
terminado por cifrar su forma futura.
Los relatos de Arlt (y en especial los
extraordinarios cuentos africanos, que son uno de los puntos más altos de nuestra
literatura) confirman que Arlt buscó siempre la narración en las formas duras
del melodrama y en los usos populares de la cultura (los libros de divulgación científica,
los manuales de sexología, las interpretaciones esotéricas de la Biblia, los
relatos de viajes a países exóticos, las viejas tradiciones narrativas
orientales, los casos de la crónica policial). La fascinación del relato pasa
por el cine de Hollywood y el periodismo sensacionalista. La cultura de masas
se apropia de los acontecimientos y los somete a la lógica
del estereotipo y del
escándalo.
Arlt convierte ese espectáculo en la materia
de sus textos. Sus relatos captan el núcleo paranoico del mundo moderno: el
impacto de las ficciones públicas, la manipulación de la creencia, la invención
de los hechos, la fragmentación del sentido, la lógica del complot.
Arlt es el más contemporáneo de nuestros
escritores. Su cadáver sigue sobre la ciudad.
Las poleas y las cuerdas que lo sostienen
forman parte de las máquinas y de las extrañas invenciones que mueven su
ficción hacia el porvenir.
Formas
breves. Buenos Aires, Anagrama, 2005, pp. 37-39.
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