Otro abanico (De la señorita Mallarmé)
Oh, soñadora, para que me zambulla
En la pura delicia sin camino,
Has de saber, con una sutil mentira,
Proteger mi ala en tu mano.
Un frescor de crepúsculo
Te viene con cada batir
Cuyo golpe prisionero hace retroceder
El horizonte delicadamente.
¡Vértigo! He aquí que estremece
El espacio como un gran beso
Que, loco por nacer para nadie,
No puede surgir ni apaciguarse.
¡Siente el paraíso no domado
Así como una risa sepultada
Escurrirse de la comisura de tu boca
Al fondo del unánime pliegue!
El cetro de las riberas rosas
Estancadas sobre los atardeceres de oro, eso es,
Este blanco vuelo cerrado que tú pones
Contra el fuego de un brazalete.
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