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jueves, 27 de octubre de 2011

Arrecifes





  Esteban Borrero


 Ven conmigo a las canteras del Husillo, que están a una legua larga de la costa, y mira con cuidado la roca caliza que hay en ellas. A poco que repares, encontrarás conchitas y caracoles marinos incrustados en la piedra. Si la observas con cuidado, echarás de ver trozos enteros de una estructura curiosa, como si fuesen hechos de encaje. Eso procede de unos animalitos que construyen con cal su vivienda, y que sólo viven en agua salada. Toda la piedra de esa cantera se formó debajo del mar. Allí donde hay terreno calizo, seco, firme, allí estuvo el mar.
 Esas rocas han sido fabricadas (así como suena: fabricadas) por unos animalitos microscópicos llamados pólipos, de los cuales quizás no hayas tenido noticias hasta este momento. Allí no los hay vivos, pero sí los hay en plena actividad en otra parte. Vamos a la orilla del mar, por la costa que da a la calzada de San Lázaro, en cualquier punto del litoral, y los veremos trabajando, es decir, veremos la obra que están haciendo; porque son tan pequeños, que a la simple vista no se ven. ¿Y qué están haciendo? Pues nada: están haciendo arrecifes. ¿Qué te parece? Arrecifes: esa piedra dura, llena de punticas que lastiman los pies, sembrada de hoyitos, y contra la cual se rompe un barco si choca con ella, esa piedra es obra de unos animalitos imperceptibles.
 A todo lo largo de la costa se ve la cresta de los arrecifes, y así ocupan, en algunos lugares, leguas y leguas. Medio mundo ha sido fabricado así. Si desde el sur de Inglaterra caminas en dirección al norte, hasta el extremo septentrional de Escocia, casi todas las canteras que encuentras (¡y mira que hay leguas!) son de rocas que en su origen se formaron debajo del mar, con restos de animales marinos.
 Desde Europa hasta Asia, y desde Asia hasta África, se encontrarían más rocas formadas en el mar, que de todas las demás clases de rocas juntas.
 La elevadísima, grandiosa cordillera de los Andes, que, en un espacio de millares de kilómetros, se extiende de norte a sur, por toda la América meridional, ha sido formada así también, sin duda alguna.
 A miles de metros sobre el nivel del mar, en las cumbres más elevadas de los Andes, puedes encontrar conchas, caracoles y poliperos, iguales o parecidos a los que acabamos de ver a una legua de la Habana, en las canteras vecinas al Husillo.
 Ahora, ponte a pensar en ello, y dime si no es curioso que unos animalitos invisibles como ésos, hayan fabricado gran parte de las montañas que hay sobre el planeta, y grandísima parte de las rocas que hay en el interior de la tierra. Eso viene sucediendo desde millares de años atrás: con sus propios cuerpecitos, con sus despojos, han hecho el suelo que pisamos, y siguen trabajando así en todos los mares, preparando terrenos nuevos a la gente que viva mil años después de nosotros.
 De despojos de esos animalitos está formada una tierra que se llama creta, y hasta un polvo durísimo que se usa para pulimentar metales, y que es singularmente áspero. Dicho polvo se llama trípoli, y está compuesto de conchitas silíceas de una pequeñez infinita.
 Estas conchitas son tan pequeñas, que se necesitarían ciento ochenta y siete millones de ellas para pesar un gramoLos animalitos esos sudan su envoltura, se hacen ellos mismos así las conchas en que viven…
 En Cuba, por lo que vimos al principio, hay mucho terreno formado por estos animales de que hemos venido hablando.
 La Isla, además, está rodeada de arrecifes, en que ellos siguen y seguirán trabajando. Han fabricado archipiélagos, y fabricarán continentes. ... ¿Qué piensas tú y que puedes decir de todo esto? Después de ver que esos seres infinitamente pequeños construyen inmensas extensiones de la tierra que habitas; después de saber que las rocas que ellos construyen, se pulverizan, y se convierten en terrenos, donde crece la yerba, y prenden todas las plantas que sustentan a los animales y te sustentan a ti mismo; después de saber que el agua que cae de la atmósfera, es necesaria a las plantas y que te es indispensable a ti, como lo es también a los demás animales; después de saber que sin el aire de la atmósfera nadie vive, ¿no te parece que todo lo que te rodea tiene entre sí estrecha relación, y que te importa conocerlo cabalmente, para alargar tu vida y paira aprovecharla bien?
 Esto, sin contar con el placer sano de aprender y de saber. Cuando uno consigue aprender algo, saber algo útil, se siente mejor: se le ensancha el alma, y es más capaz de comprender la existencia, más capaz de amar a los demás hombres, y más capaz también de sentir y de comprender a Dios.
 Existe en el alma del hombre educado una necesidad más imperiosa que la necesidad de sustentar con el alimento el cuerpo y es el ansia de conocer la verdad.
 Sí; la verdad es como el sol de la inteligencia: ¡sólo ella es capaz de alumbrarla y de hacerla fecunda!
 Por ella viven o por sustentarla han muerto los mejores de los hombres.


  

 Tomado de El amigo del niño. Libro de lectura, La Habana, 1913 (3ra Edición), Librería e Imprenta “La Moderna Poesía”, Ilustrado por Dulce M. Borrero y Francisco Henares, p. 137-40.  

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