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viernes, 2 de septiembre de 2011

Purificando la atmósfera






  por el Dr. D. Ambrosio González del Valle




 Estudiábamos en 1867 el lugar en que se debía levantar el nuevo Cementerio de esta ciudad, llamando la atención del Municipio en orden a las ventajosas cualidades topográficas e higiénicas que ofrecían a nuestro juicio los terrenos que al poniente de la ciudad y de la loma de Aróstegui, o del Castillo del Príncipe y la de Jesuitas, se extienden hasta el río de la Chorrera, para escoger allí el lugar no sólo de la nueva necrópolis, sino también el de un nuevo y mejor Matadero.
 Urgía acudir a una y otra necesidad de servicio público, imperiosas ambas y de premiosa satisfacción, según los reclamos de la salud pública, del aumento de la población y de la cultura del país.
 El que hoy existe en el barrio del Pilar lo erigió el Ayuntamiento en 1797 a influjo del celo, actividad y solicitud del Regidor Armenteros, contra el daño que llevaban los aires infectos del matadero al Hospital Militar de San Ambrosio, —calle de San Isidro, frente a la Iglesia de este nombre, — por estar situado uno y otro establecimiento al Sur del recinto amurallado de la ciudad; a cuyo propósito sanitario cooperó el ilustrado Jefe entonces de la Hacienda D. I. Pablo Valiente. (1)
 También hoy será más propio lugar para los corrales de depósito y reconocimiento del ganado beneficiable, como para arrojar —pasado el río— las basuras recogidas en la limpieza de la ciudad, aquel sitio muy de escogerse, donde no lleguen las aguas del mar, exclusivamente utilizables para los abonos después de fermentadas todas las inmundicias, ya convertidas en mantillo.
 Estos terrenos, a sotavento de la ciudad, separados de todo poblado, con ventilada elevación, alegre perspectiva, bañados del aire sanísimo y purificador del mar en la actualidad, y de fácil y frecuente comunicación por la ciudad, por caminos comunes y los de hierro para atender a todas las exigencias del servicio público, municipal y privado, los cruzan aguas corrientes; la zanja, faldeando la loma de los Jesuitas que se dirige a la Quinta de los Molinos, y el caudaloso Almendares que, con el nombre de "La Chorrera" (2), se encamina ampliando su cauce natural, de "Las Puentes" hasta desembocar en la costa del Norte.
 Las aguas del Almendares se brindan, pues, para escoger en su ribera oriental el sitio del Matadero y los corrales, y proveer con sus corrientes al aseo, limpieza y sanidad de las carnes y beneficio del ganado que se destine para el alimento del vecindario, y aprovechar la boca de "La Chorrera" para dar salida, sin riesgo de la salud pública, a los desperdicios orgánicos de la matanza de más de trescientas reses diarias, yendo todo por el rápido curso del río a mares extensos y batidos que en su movimiento se renuevan sin cesar; circunstancia importantísima que no podría conseguirse poniendo el matadero próximo a la Zanja, con el peligro cierto de contaminar sus aguas por un largo trayecto. (3)
 ¡Y cuidado! que tampoco las cercanías del río Luyanó ofrecen conveniencias para situar por allí el Matadero. Al Sur, por escasez de agua y tanto que en prolongada seca no hay, y sobre todo que la sangre albuminosa de los rastros, con materias orgánicas, iría como sucede con el de hoy a las ensenadas que circunvalan el Cerro de Atarés, ya casi de mar muerta y cieno corrompido, que en perenne fermentación difunde en la atmósfera sus emanaciones pestilentes y deletéreas, al extremo de no andar en aquellas aguas pez alguno que pueda vivir. (4)
 La zanja, que nos legaron desde 1566 nuestros antepasados, fue y es todavía un rico presente que no debemos despreciar (5): encañonada antes de entrar en el Cerro mediante un buen filtro antepuesto, y distribuida convenientemente por cañerías de hierro como quiso el Excmo. Ayuntamiento (6), no sólo se corregirían, a favor de la salud de los vecinos, las filtraciones y humedades que se denuncian en muchos barrios, sino que bajo la presión que le da la altura del origen de donde se toma el agua que es del Cerro, podría utilizarse para el lavado y desinfección de las cloacas de parte de noche, y de día proveer las fuentes de los paseos y parques, dando más frescura al ambiente y surtiendo del agua necesaria al riego de las calzadas, plazas y calles recurso indispensable en un clima tan cálido como el nuestro, a la vez que contribuya a evitar las nubes de polvo, que cuando sopla el Sur enferma a vecinos y transeúntes, desasea casas, muebles y tiendas de mayor ornamentación en presentar al expendio sus artículos de comercio.
 En los abrevaderos del ganado, en el lavado de las carnes y aseo general hay que distinguir respecto a las aguas del río La Chorrera dos zonas: una fluvial y otra mezclada con las del mar, determinada por las mareas entrantes y sus ondas cuando soplan los vientos del Norte.
 Este límite lo conocen bien los vecinos del Carmelo y del Vedado, aprovechando las aguas de la zona fluvial para beber, en el lugar donde estaba la Sierra de García y llamado por otros con el nombre del Paso de la Madama.
 De aquí deben partir las aguas para el establecimiento de los Rastros, no sin dejar de recomendar la más vigilante policía en las industrias adyacentes en Las Puentes, o que se funden en lo sucesivo en una y otra margen del río, para que no se arrojen en su corriente los residuos malsanos de distintas fabricaciones, que sin duda viciarían las carnes del abasto público, causando grave perjuicio a las reses en los abrevaderos de los corrales.
 Una caballería de tierra —13420 hectáreas — de forma cuadrangular, escogida a quinientos metros del Carmelo, dará espació amplísimo al edificio, donde se levanten con holgura los corrales, depósito y dependencias y cuanto más exija el servicio de su policía especial. (7)
 Cimentándola a un metro sobre el terreno, se favorecerá rápidamente las salidas de las aguas del lavado, sangre e inmundicias, para acudir a esa indispensable previsión.
 Los suelos deben tener una lisura extremada a la vez que sólida resistencia, con nivelaciones inclinadas a muchos desaguaderos para que jamás resto alguno de materia fermentable quede en los suelos; precaución que se alcanzaría con el asfalto, preparado para resistir a las influencias del clima, o con otro sistema de los que no permiten grietas en el piso.
 Alrededor de los edificios y muros, la siembra de los frondosos laureles son utilísimos para mitigar la acción radiante del sol de las costas, para neutralizar los efluvios morbosos que pudieran desprenderse, como también para mantener las salas a media luz, porque la práctica tiene demostrado que una baja temperatura, la ventilación y la ausencia de la luz son partes a retardar la putrefacción de las materias animales, alejando las moscas y otros insectos. (8)
 Y es para observarse que las emanaciones de los mataderos y del trasporte de carnes frescas —de reciente matanza— son completamente inofensivas a la salud, habida consideración a que se trata de carnes sanas y que no se le da tiempo para corromperse. Lejos de ejercer una influencia insalubre para los vecinos o para los jiferos y expendedores a la menuda, por el contrario robustece su constitución el andar con las carnes y respirar su atmósfera alimenticia.
 Veamos ahora, con el plano de la ciudad a la vista, si el paraje escogido es el mejor para el tránsito de las piaras del ganado por tierra y por mar, y sin los perjuicios y riesgos que ocasiona hoy su conducción por las frecuentadas vías del Cerro y Jesús del Monte, que van al Puente de Chávez, y si los caminos que deben abrirse para este servicio son más a propósito para llevar la provisión de la carne a los mercados.
     

 El ganado que viene de la Vuelta de Abajo, y que no sin alarma de los vecinos y con algún desorden y confusión, vocería y algazara del populacho, porque suelen descarriarse algunos toros enfurecidos, entorpeciendo el tránsito público, irá según el proyecto que nos ocupa sin aquellos inconvenientes, con ahorros de tiempo y camino; pues de las Puentes, orillando el río de la Chorrera por su ribera occidental, se puede encaminar el ganado franca y libremente hasta el nuevo sitio, salvando el río por un puente que ya levantarían los contratistas.
 El que se conduce de la Vuelta de Arriba, cómoda y fácilmente puede dirigirse por la calzada del Luyanó, casi inhabitada; de aquí por detrás de Jesús del Monte y luego por la calzada
de la Infanta para tomar por San Antonio Chiquito, hasta llegar a los nuevos rastros que se proyectan; a cuyo fin los empresarios con muy poco costo arreglarán los caminos por los que hoy transitan las carretas que de las Canteras se dirigen a la ciudad.
 La importación de las reses por mar encuentra expedito desembarque, porque el mar de la Chorrera ofrece fondo bastante para toda nave y un muelle poco costoso las llevará á las puertas del nuevo Matadero.
 ¿Y la conducción de las carnes al mercado, cuarteles, hospitales y varios distritos? —Ahí está el camino de la Chorrera a la Habana, siempre ventilado por los aires del mar y sin estorbos ni incomodidades en su tránsito; ahí el camino de la Chorrera a San Antonio Chiquito, y finalmente ahí está también para usarse la vía férrea, que siendo más nivelada, pueden rodar por ella carros cerrados con persianas movibles, que así ventilados, nos traigan las carnes sin las percusiones que por baches y cangilones dan las otras vías, influyendo en su descomposición.
 Este camino urbano pasa por el nuevo Mercado de Hierro y Plaza del Vapor; un chucho puede construirse fuera de la vía pública para la estación de descarga, y de esos puntos trasportar a otros carros la carne para completar el abasto general de la ciudad, si no se pensase en establecer un paradero central en cualquier sitio de la calzada de San Lázaro.
 Ya que de carros hablamos, es del caso mejorar este servicio, alejando de la vista la repugnante impresión que causa el traje asqueroso de sus conductores y lo sucio de aquel, cuyo remedio está en el baldeo diario de los carros, pues contamos con el agua abundante del Almendares. Así, y sólo así, se acabará el olor fétido que esparcen en su camino las carretas de
carnes y dejarán de presentarse sus conductores ensangrentados y mugrientos por falta de aseo y costumbre de estar limpios, cual lo requiere un país culto y exige la higiene pública.
 Un provecho más, y por cierto no despreciable, considerado bajo el punto de vista económico al paraje escogido y estudiado ya para situar los Rastros municipales y su construcción. Allí tenemos a la mano aguas, piedras, coco, cal y arena que a baratísimo precio, y además la economía del tiempo que en otra circunstancia no proporcionaría trasporte.
 Conclusiones.—De los antecedentes expuestos se deduce:
 Que la ribera oriental del río de La Chorrera brinda por sus condiciones físicas, higiénicas y topográficas una posición preferente a cualquier otro lugar de las cercanías de la ciudad para instalar allí el nuevo Matadero.
 Que el paraje escogido hace más expedita la conducción del ganado y de las carnes a los distintos mercados y demás puntos de abasto.
 Que el sistema tubular aplicado al curso de las aguas de la Zanja tomadas a la entrada del Cerro, corregirá muchas filtraciones y humedades de las casas vecinas, saneando muchos lugares, y servirá para desinfectar las cloacas, distribuyéndose las mismas aguas para lavarlas de parte de noche, mientras que de día se utilizarán en las fuentes de los paseos y plazas, refrigerando el ambiente sin dejar de hacerse el riego que apague las nubes de polvo que más de una enfermedad traen a los que lo sufren en los días de gran seca y los vientos del Sur que las levantan.

 Notas: (1) En 1764 se fundó el Hospital en este sitio, donde estaba desde 1685 el Colegio de San Ambrosio, el cual se trasladó al extinguido de los Jesuitas en 1774, recibiendo el nombre de San Carlos y San Ambrosio. En el sitio que ocupaba el antiguo matadero se estableció una casa de baños para el público conocidos por Baños del Matadero. (2) Los primitivos indígenas le llamaban "Casiguaguas." (3) Previsión de la Ley. (4) En la ensenada de Atares, según la tradición, se encuentran manantiales de agua dulce, cegados hoy por el fango. (5) En 1.591 concluyó los trabajos de la zanja D. J, Bautista Antonelli, ingeniero que trajo consigo en l.589 el Capitán General D. J. de Texeda, por cuya razón se le llamó por algún tiempo con el nombre de Zanja de Antonelli. (6) A moción del Sr. Zulueta, solícito de mejoras en este ramo como en otros muchos de la Municipalidad. (7) No se recuerda que en las crecientes del rio se hayan inundado estos lugares. (8) Los laureles de la India sembrados cerca del mar crecen con más vicio y son más frondosos, como se nota en la Plaza de Armas, frente al Templete y en la Alameda de Paula, por la mayor cercanía al mar. Sea ocasión esta para recomendar una vez más la siembra del Eucalypius globulus, el eminente purificador de la atmósfera y que bajo sus emanaciones balsámicas se neutralizan los efluvios pantanosos. La salubridad bien reconocida del clima de Australia (país pantanoso) es debida a las emanaciones de este árbol.

 “Higiene pública. Rastros. Proyecto de su traslación a la Chorrera. Consideraciones respectivas a la zanja dentro del poblado  de la Habana” (Sesión Pública Ordinaria del 12 de junio de 1870.). Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas Físicas y Naturales de La Habana, vol. 7, 1870-71, pp. 36-31.


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