Dr. Américo de Feria Nogales
Desde mis primeros pasos -hace más de una veintena de años- en el difícil y espinoso camino de la Psiquiatría una verdad iluminó mi conciencia: el principio de la curabilidad de las enfermedades mentales. Y esta luz de verdad no ha podido ser empañada jamás. En ella hicieron poco efecto las teorías dantescas, el lasciate ogni speranza, de que el loco no tiene cura, de que se nace loco, como se nace poeta; que la locura es cuestión de idiosincrasia, constitucional, por ser debida a una tara de degeneración y de herencia.
Realmente no me costó mucho trabajo convencerme que la cuestión de la degeneración y herencia no podía ser tomada, en Psiquiatría, del modo clásico, es decir, como una degeneración psíquica que se hereda de padres a hijos, como puede heredarse el color de los ojos: que realmente, debido a enfermedades de los ascendentes, como la sífilis, p. ej., o a hábitos viciosos -como el abuso alcohólico o el uso de substancias heroicas, de los padres,-puede haber una alteración degenerativa de órganos, capaces de producir cuando actúa en el cerebro, directamente, o en las glándulas de secreción interna, como p .ej. el tiroides, detenciones del desarrollo cerebral, idiocia, imbecilidad, etc., y predisponer a la psicosis; pero que, como quiera que fuera, más que la locura, lo que se heredaba era un sistema nervioso más o menos sensible, una simpatosis más o menos acentuada, unas glándulas endocrinas más o menos anormales; un sistema defensivo defectuoso de cadenas laterales (Erlich) o de fagocitos (Metchnikoff) o de micelas fácilmente atacables (Lumiére), etc.
Y como, por otra parte, en las autopsias que tuve ocasión de practicar en locos, fallecidos por enfermedades intercurrentes, encontré, muchas veces, una masa encefálica, limpia, fresca, por decirlo así, sin ningún proceso degenerativo, ni lesión en foco, y, a veces, de una normalidad completa, en su aspecto exterior, sin que nada anormal me revelara el más cuidadoso examen macroscópico ni la más paciente investigación microscópica, muy pronto llegué al convencimiento que lo anormal en el alienado había que buscarlo en lo íntimo de la neurona, a donde no llegaba la potencia del microscopio, y, en ocasiones, más que en la neurona -afecta sólo, por decirlo así, de modo indirecto o reflejo-, en el organismo, recordando, al efecto, las palabras de Esquirol: “No siempre las causas de la locura obran directamente sobre el cerebro; a veces influyen sobre los órganos más o menos distantes. Tan pronto las extremidades del sistema nervioso y los centros de la sensibilidad colocados en diversas regiones, tan pronto el sistema sanguíneo y linfático, como el aparato digestivo, el hígado y sus dependencias, tan pronto los órganos de la reproducción, aparecen como puntos primitivamente afectados irradiándose de allí la enfermedad”. (Esquirol. -Tratado de las Enajenaciones Mentales).
Ya en esta vía, el estudio de las materias que he esbozado en este trabajo me llevaron a los choques anafilactoideos, a la teoría coloidal de las locuras, y teniendo a mi observación y experiencia un material nutrido, en todas clases de enajenaciones mentales, he laborado por muchos años, habiéndome dado cuenta primero, y comprobado después, que las floculaciones, como hemos dicho, excitando las terminaciones endovasculares del simpático, eran capaces de producir locuras, cuyos síndromes dependerían de la parte excitada del simpático, en su relación con el cerebro; del lugar afectado en éste; del modo como fuera lesionado, desde un simple cambio coloidal de la neurona a una inhibición de ella o una floculación. Y ya con esta patogenia dirigí mi terapéutica a atenuar el choque coloidal anafilactoideo o a evitar las floculaciones y llegué, sin inspiraciones extrañas, a la terapéutica de desensibilización humoral. Hace ya muchos años que ensayé la medicación por choques, tratando de aplicar mis ideas de sensibilización anafilactoideas, coloidoclásicas, a las locuras. Veía en el loco maníaco-depresivo un sensibilizado, o por intoxicación o por anafilaxia proteínica, y traté de modificar el medio humoral. Recordé que la terapéutica de las infecciones sacaba gran partido del hecho de que el suero de animal inmunizado guardaba todas sus propiedades in vitro, pues como dice Enríquez, “la sueroterapia no tiende a otra cosa que introducir en el organismo el suero de un animal inmunizado contra la enfermedad misma que se desea combatir”.
Y por este camino llegué, primero, a la modificación por choques: choque proteínico, choque coloidal. Las inyecciones de nucleinato de sosa me habían dado poco resultado y las proteicas y coloidales -leche, electrargol, etc.- también fueron de poco resultado, y en cambio, sus reacciones, a veces, alarmantes. El choque peptónico, repetido, me ofreció también poco resultado. Y por fin, en plena teoría coloidal, llegué a las equilibrinas, que es un dispersoide proteínico, modificador del medio humoral, que no produce choque anafiláctico, que es un gran reconstituyente de la sangre, regulador del sistema nervioso y que actúa sobre los floculados o bien como un anticuerpo que atenúa las irritaciones producidas por el floculado o bien que lo disuelve en el plasma sanguíneo, haciéndolo inerte o al contrario, obra como una aglutinina que espesando el floculado lo hace inactivo para las tenues fibrillas endovasculares del nervio simpático; equilibrinas que actúan también, directamente, en el neuroplasma de la neurona, inmunizándolo, equilibrándolo o despertando sus inhibiciones.
Al escribir estas páginas tenemos treinta casos tratados con equilibrinas. De ellos 26 puedo encerrarlos en el cuadro maníaco-depresivo y 4 en el de demencia precoz. De los 26 maníaco-depresivos, en 18 he podido comprobar estados emotivos por distintas causas: los menos, por choques emocionales violentos, como el incendio de una propiedad o muerte repentina de un allegado; los más, la emoción de disgusto -situación económica apremiante y complicada; fallecimiento de familiares, después de larga y penosa enfermedad; amores contrariados o desengaños amorosos o decepciones del líbido en diferentes formas, así como inesperadas realidades o tragedias conyugales- y los ocho restantes he creído poderlos catalogar como auto-intoxicados, entre ellos dos mujeres de locuras relacionadas al puerperio; otras dos, con grandes intoxicaciones intestinales, afectadas con síndromes melancólicos o amoníacos, junto con manifestaciones de carácter histérico, como contracturas, astasia, abasia, llanto, etc., y un hombre vuelto loco después de una grave herida que en un accidente sufrió (locura traumática). En todos estos casos nuestras equilibrinas han realizado el milagro y con una regularidad asombrosa.
Inyectamos unos 8 grs. de equilibrinas, repartidas en 7 inyecciones, durando el tratamiento unas cuatro semanas. Desde las primeras inyecciones se nota marcada mejoría. La reintegración completa necesita de 8 a 12 semanas después de la última inyección de equilibrina. Esto se explica, pues así como la locura no se establece, generalmente, de momento, la reintegración tampoco es por crisis, sino por lisis, poco a poco. Parece que es el tiempo necesario para la completa inmunización o desfloculación de los humores.
Constituye, pues, el tratamiento por las inyecciones de equilibrinas un tratamiento fácil, rápido e inofensivo.
En los dementes precoces el éxito no ha sido así: de los cuatro tratados, dos se mejoraron y dos han continuado sin variación.
Desde luego que las equilibrinas no pueden dar resultado ni están indicadas en las demencias orgánicas con destrucción.
Entre los casos mencionados que hemos curado con equilibrinas, los hemos tenido hasta de cuatro años de enfermedad y uno de ocho. Los primeros fueron tratados en nuestro Hospital de Dementes, Mazorra, en la Sección Primera, y a pesar del tiempo ya transcurrido, y tratarse de algunos que habían salido de alta, mejorados, y que al poco tiempo volvían, ninguno ha reingresado. Parece que nuestras equilibrinas actúan también como vacunas, dejando inmune al enfermo, dicho esto, desde luego, con las reservas que solo aclarará el porvenir.
Las equilibrinas tienen su aplicación brillantísima, parece, en el núcleo principal de los alienados, “en aquellas locuras que constituyen el núcleo principal de los locos y que determinan la cruz del psiquiatra, la esfinge de la frenopatía”, como dijimos en un trabajo sobre la teoría coloidal en sus relaciones con las psicosis, que presentamos en la sesión celebrada el 28 de abril de 1927 a la Sociedad de Psiquiatría y Neurología y que fue publicado en Vida Nueva, la prestigiosa revista que dirige el talentoso Dr. Israel Castellanos.
Y comoquiera que sea, los éxitos, aunque precarios, obtenidos en Psiquiatría por la medicación por choques anafilactoideos y los brillantísimos y decisivos triunfos en el núcleo principal de las locuras, por las equilibrinas, reafirman, en nuestro concepto, la teoría coloidal con las floculaciones humorales, estudiadas por notabilísimos investigadores, entre los que descuellan Loeb y Lumiere, y con esta reafirmación, todo lo expuesto en estas páginas respecto a los orígenes de las locuras.
Y para concluir este capítulo, expondremos un extracto de las historias clínicas correspondientes a los tres primeros casos curados en que usamos las equilibrinas.
Caso I. –R.S.
Antecedentes: Hacía años que R.S. estaba asilado en Mazorra, en la Sección Primera. En su historial clínico, no. 6760, está diagnosticado de locura degenerativa. Al empezar el tratamiento por las equilibrinas se encuentra muy loco. Alucinado, perseguido; desnutrido, mal color.
Tratamiento: La primera inyección de equilibrina se la pusimos el 14 de junio de 1926.
Día siguiente, 15: Mal de su estado mental.
Día 16: Mejor de su estado mental.
Día 17: Segunda inyección de equilibrina.
Día 18: Lo observamos alucinado.
Día 22: Tercera inyección de equilibrina.
Día 23: No muy bien de su estado mental.
Día 28: Mejorado. –Cuarta inyección.
Día 29: Somnolencia; bosteza, tiene sueño.
Día 30: Tiene la cara hinchada por un acceso debido a una carie dental.
Día 1ro de julio de 1926: Ha tomado un purgante salino.
Día 2: Mejor del acceso. Franca mejoría de su estado mental.
Día 5: Muy loco, hablando de muertos que ve. No obstante esto, lo encuentro más firme; mejor físicamente.
Día 7: El enfermero me informó que estaba mejor. Quinta inyección de equilibrina.
Día 8: Sigue mejor. Me dicen que la inyección le hizo bien y que durmió bien.
Día 9: Ha tenido mucho sueño. Sigue mejorado.
Día 12: Muy locuaz. Me vuelve a hablar de un muerto que está viendo.
Día 13: Le inyecté la sexta inyección.
Día 19: Sigue mejorando. Va a la cocina del hospital como ayudante. Se inyecta la séptima y última inyección. El Sr. Crespo, fotógrafo del Hospital, obtiene una fotografía del momento de esta inyección.
Día 21: Sigue mejorando física y mentalmente.
Día 23: El Dr. Lagarde, dentista del Hospital, le extrae la pieza dentaria responsable del acceso que sufrió.
Día 6 de agosto de 1926: Ha seguido perfectamente bien.
Día 20: Nada nuevo que anotar.
Día 22: Nada nuevo que anotar. Ha continuado en perfecto estado de salud física y mental.
Nota: El 8 de octubre obtengo otro retrato de R. S. y poco después -el 12 de noviembre de 1926- se le dio el alta en concepto de curado. En enero de este año, 1928, he tenido el gusto de verlo, encontrándolo con la más completa salud.
Caso II. –J. P.
Antecedentes. –Le dije al enfermero que me buscara a uno bien loco. Entre los 300 y tantos locos de su Sección se escogió a J. P., cuyo historial clínico tiene el número 9876, y está diagnosticado de locura degenerativa.
Es un joven de baja estatura y delgado: síndrome maníaco acentuado, alucinado y muy incoherente. Está completamente desnudo, pues no es posible acepte la menor pieza de ropa, que se quita y rompe.
Tratamiento: Le puse la primera inyección de equilibrina el 29 de julio de 1926.
Día 2 agosto: Segunda inyección –Obtengo una fotografía.
Día 4: Tranquilo. Por primera vez los vemos vestido.
Día 5: Tercera inyección de equilibrina.
Día 6: Mal estado mental. Desnudo.
Día 7: Vestido, pero con mucho descuido. Muy irritado, agresivo.
Día 9: Mejor de estado mental. Vestido. Le puse la cuarta inyección.
Día 10: Mal de su estado mental.
Día 11: No muy bien de su estado mental. Sin embargo, al preguntarle cómo estaba me contesta que regular.
Día 14: Quinta inyección.
Día 16: Estaba durmiendo (serían las 10 am.).
Día 19: Sexta inyección. Está vestido: mejor física y mentalmente.
Día 21: Me costó trabajo encontrarlo en la Sección: me dijo se había escondido.
Día 23: Estaba desnudo y malhumorado.
Día 28: Mejor. Le inyecté la séptima inyección.
Día 31: Lo encontré vestido y en franca mejoría.
Día 15 de septiembre: Sale a trabajar. Continúa reintegrándose.
Día 10 de octubre: Completamente bien de estado mental.
Día 15 de noviembre: Me pide su alta, pues me dice que se encuentra bien y con deseos de trabajar. Obtengo una fotografía. Sale de alta por curación.
Caso III. –D. O. (De mi clientela particular.)
Antecedentes: Señora joven. Casada. -Grandes disgustos con el esposo, que es militar. Síndrome maníaco depresivo en fondo histérico. Muy perseguida, y a veces agresiva. Manía de interpretación, refiriendo a ella todo lo que oye o ve. Muy desnutrida y con eczemas en el cuerpo.
Tratamiento. –Mayo 25 de 1927: Primera inyección de equilibrinas.
Día 28: Segunda inyección.
Día 29: Sin variación en su estado mental. Tiene el período, que desde su enfermedad no tenía.
Día 2 de junio: Tercera inyección.
Día 3: Ha dormido mucho.
Día 8: Cuarta inyección.
Día 11: Mejor.
Día 17: Quinta inyección.
Día 18: Mal de su estado mental. Agresiva.
Día 26: Sexta inyección. Mejor.
Día 28: No bien de su estado mental.
Día 30: Tiene el período.
Julio 4: Mejor de su estado mental y físico. Sus eczemas van desapareciendo. Le inyecté la séptima inyección de equilibrina.
Día 10: Se va reintegrando en lisis. Cada vez está mejor, con alternativas.
Día 15: Sigue mejorando.
Día 30 de agosto: Bien de su estado mental. Ha ganado muchas libras en peso. Sus eczemas han desaparecido.
Día 5 de septiembre: Ha seguido bien, en el más perfecto estado de salud física y mental, dándole de alta como curada.
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