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viernes, 29 de abril de 2011

Descripción de un hermafrodita





Tomás Romay


Habiendo comprehendido que el Dr. D. Bernardo Cózar, ayudante director de la marina nacional de este apostadero, había reconocido el 28 del pasado abril un marinero hermafrodita, quise examinar un fenómeno que aún no había visto en la especie humana. Entre los brutos observé esta monstruosidad hace 20 años, en dos caballos que traxeron de un lugar de esta isla al Excmo. Sr. D. Gabriel de Aristizábal. Posteriormente tuve una cabra hermafrodita que me regaló el farmacéutico D. Agustín Hernándes. En los caballos los órganos de ambos sexos estaban igualmente caracterizados, aunque con imperfección; en la cabra ambos eran desproporcionados a su tamaño: el masculino demasiado pequeño, y el femenino excesivamente grande, presentándose siempre como en estado de calor. Por ese motivo y porque á cualquiera objeto le acometía en la aptitud que los cabrones más ardientes, la saqué prontamente de mi casa.

Conducido pues, por el Dr. Cózar y en consorcio del Dr. D. Juan Pérez Carrillo, pasamos a la habitación destinada a los Sres. Comandantes de la marina de este puerto, y sabiendo que en uno de sus cuartos baxos estaba el hermafrodita, le distinguí entre otros cinco marineros que allí estaban; no porque sus facciones sean hermosas, sino porque advertí en ellas, y en sus modales y en la voz ciertos rasgos de terneza femenil, aunque con bozo y vellos en la barba. No los tiene en ninguna otra parte del rostro ni en todo su cuerpo, únicamente baxo  de los brazos y el empeine. Su estatura es mediana, las carnes proporcionadas, la musculación y los contornos de su cuerpo semejantes a los de muger. Los pechos son iguales en tamaño, figura y perfección a los de una doncella de su edad, no les falta areola ni pezón. En la parte inferior del pubis, donde es natural a todos los hombres, se descubre un pene de dos pulgadas de longitud, con prepucio y glande imperforada; por lo cual careciendo de uréter, y no habiendo experimentado ninguna erección, no puede orinar por él ni exercer  actos viriles.

Conservándose siempre este pene dentro de los dos labios, que caracterizan el sexo femenino, hace las veces de clítoris, aunque de una magnitud excesiva. El labio izquierdo se presenta más abultado que el opuesto, porque dentro de él está contenido y pendiente de su cordón uno de los testículos, poco menor que el huevo de una paloma casera. El derecho es testicondo, situado sobre el anillo inguinal del mismo lado; más comprimiéndolo hacia baxo, desciende hasta la parte superior del labio y vuelve a contraerse por su cordón.

Baxo el pene clítoris se percibe el esfínter uréter por donde orina, y el orificio de la vagina, tan estrecho que intentando el Dr. Cózar introducirle el dedo índice, no pudo conseguirlo; y el hermafrodita se quexó como que sentía dolor: lo que acredita no haberse violado ese conducto: aseguró que nunca había menstruado, ni sentido jamás estímulos venéreos, ni inclinación a alguno de los dos sexos. Reconocido posteriormente y repreguntando el 2 del presente en la imprenta de los Sres. Arazosa y Soler, en presencia del Conde de O´Reilly, de D. Antonio del Valle Hernández y varios otros sugetos, confesó que se inclinaba con preferencia a los hombres, por lo cual había tomado su trage, aún participando más del sexo femenino.

Llámase Antonio Martínez, natural de Chiclana, su edad 19 años; pero representa más. Fue bautizado como muger, porque entonces sólo tenía los órganos de aquel sexo. A los seis meses de nacida se descubrió el pene, y creyendo sus padres fuese alguna enfermedad, la hicieron curar mucho tiempo, hasta que se convencieron que eran ineficaces todos los remedios. Siendo ya adulto se vistió de hombre, y tomó plaza de marinero en uno de los buques que hacen el comercio de levante. Hace siete años fue reconocido en Cádiz por el cirujano mayor de aquel departamento. Se embarcó después para Montevideo, donde también lo reconocieron cuatro años después. De ese puerto llegó a éste con la misma plaza de marinero en un barco mercante. La noche del 27 último lo aprehendió la partida de marina, y temiendo lo destinasen a la armada nacional, expuso la excepción de ser hermafrodita. Esto dio ocasión al reconocimiento al Dr. Cózar, y a que se divulgase por la ciudad un fenómeno tan raro.

Sin embargo de su autenticidad, varias personas poco instruidas en la física y en la historia, juzgan imposible reunirse en un mismo individuo los órganos que distinguen los dos sexos, aún con la imperfección que hemos advertido en el caso presente. Pero es demostrado que en la mayor parte de los vegetales se encuentran aquellas partes tan perfectas, que una misma planta se fecunda a sí misma y reproduce, a las cuales clasificó Lineo. Entre los irracionales, especialmente en las ostras, es muy frecuente hallarse en un propio individuo los caracteres de ambos sexos; pero por mas perfectos que aparezcan, no se fecundan a sí mismo. Cuanto mas perfecto es el animal, tanto más imperfecto son los órganos de algunos de los dos sexos y por consiguiente tanto menos posible es la propagación unipersonal. De aquí es, que no sólo ningún animal perfecto ha podido fecundarse a sí mismo, pero ni tampoco ha exercido alternativamente las funciones de varón o hembra; y aún añade Valmont de Bomare, que los individuos de la especie humana llamados hermafroditas o andróginos, lejos de ser hombres y mugeres al mismo tiempo, no son ni lo uno ni lo otro con perfección.

Tal es hasta ahora Antonio Martínez. No puede exercer las funciones viriles, porque careciendo su pene de úreter, es incapaz de seminar, aún cuando poseyera los órganos destinados a la preparación de ese líquido. ¿Y podrán concebir faltando la perfección necesaria a las partes que contribuyen á esta operación? Carece de ninfas, de carúnculas mirthiformes y por consiguiente de rima menor; y el no haber menstruado a los 19 años teniendo suficiente vigor acredita la imperfección del útero y demás órganos internos. Si este hecho no fuere bastante para probar la existencia de los hermafroditas, lo esforzaré con otros muy semejantes. Dos refiere Valmont de Bomare. El primero observado en París, el año de 1751; el segundo mucho más extraordinario, se presentó en la misma ciudad en 1765. Llamábase este hermafrodita Grand Jean y se bautizó en Grenoble como mujer en el año 1732, conservándose con su trage y con todas sus inclinaciones hasta los 14 años. Empezó entonces a mirar con un placer desconocido a las mismas jóvenes que había tratado antes con la mayor indiferencia, sintiendo ciertas pasiones que le persuadieron no pertenecer al sexo que había simulado. Varió de trage, y engañado por su estímulos y deseos, se casó como hombre, juzgándose capaz de exercer todas sus funciones. No sucedió así, y delatado a los magistrados de León, fue declarado infame, condenado como profanador de un sacramento a ser azotado, á un calabozo cargado de prisiones y últimamente a perpetuo destierro. Elevada la causa al parlamento de París, sus jueces mas ilustrados en la fisica y el derecho, pusieron en libertad a ese iluso, declararon nulo su matrimonio, y le previnieron se vistiese y comportase como mujer, pues era ese su sexo dominante.

Lo acreditó el reconocimiento que se hizo de su persona. Aunque lampiño, estaban las piernas cubiertas de vellos. Los pechos mayores que los del hombre, pero no eran delicados ni sensibles al tacto como los de la muger; los pezones gruesos y sin areola; la voz semejante a la de un joven adolescente. El clítoris que salía de los grandes labios sobre el meato urinario, tenía 5 dedos de longitud y uno de grueso, capaz de erección y permanecía firme en el acto del coito; en su parte inferior se distinguían dos testículos, y en la superior prepucio y glande; mas como era imperforada no podía expeler por ella ni orina ni materia prolífica. El orificio de la vagina tan estrecho, que no arrojaba sangre menstruo, ni algún otro líquido.

Aun fué más ruidoso en toda España, y más digno de la contemplación de un naturalista, lo sucedido en Granada el siglo anterior. El año de 55 nació en Zujar, pueblo de la abadía de Baza, obispado de Guadiz, una niña que se llamó Fernanda Fernandez. Educada por unos padres honrados y cristianos, y teniendo ella las mas piadosas inclinaciones tomó el hábito de religiosa capuchina en un Monasterio de Granada el 10 de abril de 1774 a los 18 años de edad, y profesó al siguiente. Desde el principio de su juventud advirtió que cuando estornudaba, tosía, o hacía algún esfuerzo estraordinario, se le desprendía por entre los labios sexuales un cuerpo carnoso de una pulgada o poco mas de longitud, el que prontamente volvía a ocultarse sin causarle alguna incomodidad. Su pudor no le permitió reflexionar sobre este fenómeno, ni menos comunicarlo a sus compañeras. Así permaneció hasta la edad de 32 años en que empezó a sentir inclinaciones al bello sexo, frecuentes desprendimientos de aquel cuerpo extraño y propulsiones involuntarias.

Informó entonces al confesor de los nuevos afectos y movimientos que notaba, suplicándole la extrajese de aquel monasterio donde juzgaba no debía permanecer siendo de otro sexo. Mas aquel director y los demás que tuvo en el espacio de cinco años, despreciaron su instancia, atribuyendo a un fuerte histerismo los estímulos carnales que sentía, y a la relaxación del útero o de la vagina el cuerpo extraño que se presentaba en ella. Mas, su último confesor el padre Fray Esteban Garrido luego que fue informado de todo lo que padecía, reflexionando detenidamente y consultando a los mejores teólogos y físicos, previno a la superiora del monasterio, separase a Sor Fernanda de las demás religiosas y la custodiase baxo de llave, hasta la resolución del Illmo. Sr. Arzobispo de aquella diócesis, D. Juan Manuel Moscoso y Peralta.

Instruido este prelado por el padre Garrido, dispuso entrara en el Monasterio una comadre, reconociese la expresada monja y expusiera su dictamen. Practicóse el examen, y habiendo certificado ser varón la persona reconocida, se extraxo del monasterio el 21 de enero de 1792 con trage de mujer seglar. Depositada en lugar seguro, fue nuevamente reconocida por dos médicos, dos cirujanos y una partera, y unánimes atestaron entre otras particularidades las siguientes:

Descubríanse baxo la región hipogástrica dos labios unidos en la parte superior al monte de Venus, y en la inferior al perineo, formando la rima mayor. Separados los labios no se encontraron ninfas ni clítoris; pero en el sitio que debía ocupar éste, se manifestó el conducto urinario, por donde salía ese líquido. Dos líneas más abaxo no se halló el orificio externo de la vagina, y en su lugar estaba un perfecto pene demarcado su balano en la parte superior por una línea membranosa, que lo circunscribía, y terminaba con el uréter por donde deponía mensualmente desde los 14 a los 15 años una corta cantidad de sangre, expeliendo también por el mismo conducto un líquido seminal, cuando experimentaba alguna erección o estímulos venéreos. El pene carecía de prepucio; cuando se observó tendría pulgada y media de longitud, y en su erección aseguró llegar a tres pulgadas. En la base de ese miembro se encontraron dos eminencias colaterales redondas y pequeñas en forma de testículos, cubiertos por la misma túnica que interiormente cubre las partes carnosas de los labios.

En virtud de lo expuesto atestaron unánimemente los expresados facultativos, que prevaleciendo en esta persona los órganos principales, que caracterizan el sexo masculino, debía reputarse por verdadero hombre, y como tal usar el correspondiente trage. Conformándose con este dictamen el prelado diocesano, anuló la profesión de Sor Fernanda Fernández, la hizo vestir de hombre, y el 11 de febrero de 1792 la remitió a sus padres al pueblo de Zújar; todo lo cual consta del expediente archivado en el curia eclesiástica de Granada.

Para ilustrar más la historia natural en un punto incierto todavía aún al mismo conde Buffon, convendría haber observado si este sugeto fue capaz de fecundar alguna muger. Sin un dato tan decisivo, estoy persuadido que si este ilustre filósofo se hubiera instruido de todas las circunstancias tan autorizadas en el caso referido, no habría dicho: “que no tenemos ningún hecho bien comprobado en orden a los hermafroditas, porque la mayor parte de las personas que han creído hallarse en ese caso, no eran sino mugeres en quienes cierta parte sexual había tomado demasiado incremento”. No dudo que Hipócrates y Plinio han dado ocasión para dudar de la existencia de los hermafroditas, refiriendo unas transmutaciones de hombres en mugeres y de éstas en varones que sólo pudieron verificarse en el cerebro del autor de las Metamorfosis. Para que sucediera lo que atestan esos autores, era preciso trastornar y aún destruir la organización peculiar de cada sexo. Mas como para merecer el nombre de hermafrodita, no se ha exigido nunca la perfección absoluta ni en uno solo de los órganos que distinguen los sexos, sino que ha bastado la reunión imperfecta y monstruosa de ambos; de aquí es que han sido reconocidos desde los siglos más remotos, y aún castigados muy injustamente por las naciones más ilustradas y cultas. Las leyes de Grecia y Roma los condenaban a ser precipitados en el mar o en los ríos; cuyo suplicio se executó despiadadamente con Tiresias, sin embargo, de la energía con que ella misma sustuvo en el Aeropago el privilegio con que la había distinguido la naturaleza, entre todos los individuos de su especie. Es muy digno de leerse este juicio en el tomo 5 de la Filosofía de la Naturaleza. También pueden verse las historias de varios hermafroditas en Pablo Zaquías, Pignatelli, Clericato y Venette en su Tableau de l´amour conjugal. Pero nada es tan fácil ni tan convincente como reconocer a Antonio Martínez: todavía existe en esta ciudad, y en el propio lugar donde yo le examiné. Habana y mayo 8 de 1813.

                                           
        
Diario del Gobierno de la Habana, Mayo 8 de 1813. Tomás Romay: Obras Completas. Habana, 1965. Tomo I, pp. 27-31.           

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