Páginas

sábado, 9 de agosto de 2025

Despertar del Museo Nacional



 Guy Pérez de Cisneros 

 

 Una ley del senador Santovenia

 Se nos había dormido el Museo Nacional, olvidado por todos, en su caserón oscuro y sucio de la calle Aguiar. Como en los cuentos de hadas, sólo velaba, en la última habitación del último piso, el maestro Rodríguez Morey, su actual Director, excelente conservador de pinturas y gracias al cual, contra vientos y mareas, en medio de la indiferencia oficial, no se caen, carcomidos, descascarados y agrietados los cincuenta o sesenta originales de valor que la República de Cuba no sabe que tiene allí.

 Ya Ravenet, nuestro entusiasta pintor que más de una vez, en generosa actitud cívica, supo subordinar su obra personal a la obra divulgadora de cultura se había arriesgado por aquellos desiertos corredores, levantando mucho polvo, y había fregado vigorosamente algunos cuadros que, después, asombraron a todos en aquella Exposición de la Universidad, inaugurada ante más de cinco mil personas y que se tituló "Escuelas Europeas".

 Pero aquella vez, el entusiasmo duró lo que duró la exposición. Las obras admiradas volvieron a su soledad en el "Castillo del Arte Durmiente", y el polvo empezó de nuevo su acción.

 Se comprenderá que ha sido para nosotros una sorpresa enterarnos que un nuevo campeón del Museo Nacional se prepara a iniciar otra batalla. Es un campeón que ya se ha anotado decisivas victorias, con una precisa imperturbable obstinación, manejando a la vez con vigor e y delicadeza esas curiosas empresas, tan poco obedientes a las leyes comunes, que se llaman empresas culturales. Ya el hecho de editar mensualmente un libro cubano, de darle real vida a nuestras relaciones oficiales e internacionales de cultura, de escribir cada año dos o tres libros de historia, de dotar a nuestro Archivo Nacional de un edificio modelo, son magníficos presagios de que en su nuevo empeño a favor del Museo Nacional, triunfará también el doctor Emeterio S. Santovenia.

 Resulta intolerable, en efecto, que la República tenga a su Museo en tan deplorable estado. Hasta ahora no sé de ningún Ministro de Educación que lo haya visitado. Estoy seguro, de acontecer ese milagro, que cambiarían en seguida las cosas: porque se trata tan sólo de un problema de mucha vergüenza y de poco dinero. Hay que llevar aire y luz a estas destartaladas salas. Hay que preparar un almacén para guardar lo que no es indispensable enseñar hasta tanto no se tenga un edificio mucho mayor. Hay que editar un catálogo. Hay que completar y ordenar las colecciones de pintura colonial cubana, especialmente de grabados; nada más irritante que el hecho de comprobar que Cuba -que ha sido tan rica en grabados- no tenga en su Museo ni uno solo, porque no cuentan como tales una o dos planchas de Báez. Es preciso también organizar una Sala de Arte Moderno Cubano aunque sea con los cuadros que adornan desordenadamente las paredes de Educación y algunos de los cuales han desaparecido inexplicablemente, como la Ligeia de Ravenet y Los guajiros de Abela. Es preciso que tengamos un lugar a donde llevar al amigo extranjero que quiera captar en pocos días el panorama cada vez más prometedor del arte en Cuba.

 Frente a estas aspiraciones, nuestro Museo no ofrece más que el disparatado aspecto de un almacén de antigüedades, y ésto, lo repito, a pesar del valioso esfuerzo de su actual Director Rodríguez Morey, el cual, privado de personal, de recursos y de espacio, se ha resignado a "conservar" sin poder "enseñar", desarrollando así solamente la mitad de las funciones de un museo.

 La proposición de Ley que acaba de presentar el senador Santovenia puede poner mucho orden en esta desdichada situación. Con elevada altura de miras afirma que, en la riqueza nacional, entra también el patrimonio artístico del país, ya sea que pertenezca al Estado o bien a particulares. Por consiguiente es necesario concederle especial importancia y dar plena franquicia a todas las piezas de museo que ingresan en el país, y también comprobar con los métodos más fidedignos su autenticidad. Un registro de esas piezas, bien dirigido, completará eficazmente esta fórmula para fo-mentar el desarrollo de nuestra riqueza cultural. Y a todo ello se añaden preceptos legales muy bien estudiados sobre los préstamos y las exportaciones de piezas de arte. Aplaudimos sin reservas estas medidas, muy beneficiosas y que, aun-que no intervienen directamente a favor del Museo Nacional, llaman sobre él, de manera poderosa la atención de los Ministros de Educación y del gran público, gracias a la creación de un Organismo permanente a cuyo cargo estará la aplicación de las medidas legislativas y que el Senador Santovenia titula "Consejo Asesor del Museo Nacional".

 Pero, precisamente, lo que nos ofrece algún reparo en el proyecto de Ley es la composición de ese Consejo. Lo integrarían en efecto: el Director del Museo, un Profesor de San Alejandro, el Profesor de Historia de Arte de la Universidad, el Director de Cultura de Educación, el Director de Relaciones Culturales de Estado y sendos miembros de la Academia de Artes y Letras y de la Academia de la Historia.

 Hoy, por ejemplo, tenemos a Luis de Soto en la Universidad y a Francisco Ichaso en Relaciones Culturales que harían dos excelentes miembros de dicho Consejo. Pero mañana puede variar completamente este panorama, sobre todo en relación con los puestos que dependen de la política.

  Por otra parte dicha selección es "académica en su mayor parte. Y entonces -resulta penoso decirlo- no estará representado nuestro verdadero arte como merece serlo. Las academias, en cuestiones artísticas, están muy lejos de haberse puesto a tono con la época y con la realidad cubana. Sobre ésta actúan como freno y no como motor. Esta circunstancia sería casi comprensible en un país de cultura madura. Pero en un país joven resulta fatal. ¿A qué se deben, si no es a ese academismo difuso y confuso, las increíbles e intolerables condiciones económicas en que vive el noventa por ciento de nuestros mejores pintores y escultores?

 Por consiguiente, me permito muy respetuosamente sugerirle al Senador Santovenia que amplíe el Consejo de Proyecto: por ejemplo con dos miembros del Instituto Nacional de Artes Plásticas en el cual están bastante bien representadas -a pesar de ciertas infiltraciones del virus academicus"- las tendencias modernas a las cuales, sin ningún derecho, se les ha negado hasta ahora el derecho de toda vida oficial activa. Y también, ¿por qué no? con los respectivos presidentes de las Comisiones de Cultura del Senado de la Cámara. En materia de arte, prefiero mil veces discutir con un político que con un profesor de "Bellas Artes". Sobre esta aparente paradoja quiero recordar que fueron el senado y la Cámara los que prestaron el Salón de los Pasos Perdidos del capitolio para la realización de una exposición que vino a ser el mejor testimonio del triunfo del arte moderna cubano, que negaba tan desesperadamente todo lo que academia.

 Y creemos que no abusamos del doctor Santovenia si le suplicamos que estudie también la posibilidad de dotar a nuestro Museo de un verdadero edificio, con sus respectivas galerías de Arte Cubano Colonial y Moderno, así como de Pintura Extranjera Contemporánea. La piedra no es nada sin el espíritu. Pero cuando de Museos se trata, el espíritu es bien poca cosa sin la piedra.

 21 de noviembre de 1944

 Las estrategias de un crítico. Antología de la crítica de arte de Guy Pérez de Cisneros, prólogo de Graciela Pogolotti; salección y notas de Luz Merino Acosta. Letras Cubanas, 2000, pp. 25-28.


No hay comentarios:

Publicar un comentario