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lunes, 26 de agosto de 2024

Estos bichos


 Paulo Leminski


 Se ruega a los internos interesarse por el hallazgo. Propio del alimento corporal es, que al alimentar, se vaya el sabor de la boca pero los frutos de esta tierra son caju, maracujá y ananás, no pasan por la glotis, carcomen la úvula y se atascan en la gargántula. De saporibus et de coloribus en mi imaginación… Las cosas ruedan, se transforman sin salirse del lugar: el peso, riguroso con los otros, complaciente con los suyos, a sí mismo permitiéndose liviandades de todos los quilates. ¡El pesadísimo pedazo calcó toda su pesada tara y tarea en el peaje de un no sólo más leve que el aire, sino más que eso, ligerísimo oro! Ningún lugar contiene el peso de todo, físico, mecánico, porque ninguna variedad se podría introducir allí: continuo desgaste hasta el colapso que desemproaría el orbe vaya a saber dónde. Ese lugar existe, nada más puedo adelantar sobre lo que me lleva la delantera en gravidez. Está tan pesado que no puedo levantarlo, que se vuelva más liviano, liviano, más, que yo voy pudiendo. Calor y mosquitos me rumian el pensamiento. La mierda del piso que filtra la flor de los perfumes en el aire, fragancia flagrante. Mi pensar se pudre entre mamones, cajas de azúcar y flores de ipé, cambios rapidísimos, absurdos instantáneos, lapsos relapsos, trepidaciones relámpago monstruo, más próximo a su excelencia recientísima, tan reciente que es casi presente y, siempre no siéndolo, irá más allá, porque va con más ímpetu, pupilos en la niña de los ojos de su ministro. La cabeza duerme en un teorema comiendo ananá, me despierto con la boca llena de hormigas. Cuando el asombro ya es principio de eternidad, receta una hierba, - recita y resucita un fantasma atormentando la duración que se le debe. El pensamiento se extravía en la órbita de esa canícula cancelada por un cáncer. ¡Aquí la sustancia humana nada pensante, pesando vaya a saber qué de prensil! Allá en la torre Marcgravf, Goethuisen, Usselincx, Barleus, Post, Grauswinkel, Japikse, Rovlox, Eckhout (1) coleccionan y correlacionan las vitrinas de cristal con los bichos y flores de este mundo. ¿Pero no advierten que deberían poner a Brasil entero en un alfiler bajo el vidrio? Puedo equivocarme, lo que nadie puede es equivocarse por mí. Se reúne el Consejo Secreto de Mauritius: conspiran negros, avanzan quilombolas, atacan los gés, invierten brasílicos, cae el precio del azúcar, o ¿qué? ¿La Ge? ¿La Equis? No. Discuten especies y especímenes de la flora y fauna, modismos de decir, posiciones de los astros. Dos pesos entran por un ojo: cero absoluto e inmaculada concepción – dos medidas salen por el otro: moto continuo y destino. La base para las medidas será, en lo que respecta a las ponderaciones, la ceniza que resulta de la quema de tres gajos principales del árbol bungue – que se encuentra en Ceilán cada muerte de obispo,- recogidos el día del trigésimo aniversario de la precipitación de su semilla. En cuanto al criterio principal, esperemos definirlo en los inescrutables designios de una asamblea de sabios en permanente inminencia de hacerlo. En lo que se refiere a la extensión, tomen como unidad la distancia que separa a los involucrados en la santísima trinidad. El tiempo será dividido por las pausas entre el latido en el corazón y el ataque de un arquero persa de veintiocho años, veterano de todas las batallas por venir, tomado de sorpresa por una mano en la masa que nunca faltó al encuentro con su imprevisto, cayendo en peso sobre su pelo, invariablemente dotada de la velocidad que tiene para ir, de la segunda ventana del palacio de Mauricio hasta la corola del tulipán de tres lunas, la primera pluma que cae de la cola del ave cualcatua, que algunos sin embargo sostienen no pasar de leyenda impiadosa de las islas Macarias, motivo de burla en todos los archipiélagos circunvecinos. Una parasanga (2) son tres mil palmos, cada palmo – veinte dedos, cada dedo – seis uñas, cada una – una pestaña en pie ante una artimaña, cada cilio – dos pelos de cilicio, cada silencio – un utensilio: una porquería. Para más detalles, la portería. Discute y argumenta Bizancio, ¡enemigo en puerta! ¿Cuántos ángeles en la punta de una aguja? ¿Quién le puso luz al culo de la luciérnaga? ¿Cuántos insectos en una cacerola? ¿Cuántas flechas en tu cuerpo? Están comentando en los circunpiélagos; flatos en todo el curso del flujo. El recurso es volver corriendo, la charla retorna y se atrasa, ¡mis condescendencias a título de condolencias! La velocidad de la lógica sobrepasa el límite del lenguaje, atrás del lenguaje, ¿delante de qué? Todo tiene que ser igual que el eco… ¡sólo falta ecualizar! Puedo ser útil si me veo claro pero entiendo y al entender me hago entendedor de medias corcheas y colmenas llenas. Quien da que hablar, ¿no da para hacerle lo mismo? En un primer afloje, se algebriza de arriba abajo. A continuación triunfa disconforme. Árboles acuáticos, viveros soleados, una mínima aura, cosas fluidas y de poca duración, números y leyes de los días. Yace en peligro el destino del clan. Tal como soy, persistiendo así, en piedra está. Del tal que lo hizo, en otra parte adelante audiendos. Sucede conforme el adrede. Insista siempre. Se preserva delo real en una turris eburnea: lo real viene ahí, lo real está por llegar, ¡he allí el advento! Vrijburg se defiende, defiéndanse, vrijburgueses, el cerco aprieta, acierta cerca, ¡alerta, alarde, alarma, atalaya! Todo tiro es susto, todo humo – espanto, todo cuidado – poco caso. Viene en los negros de los quilombos, en las naves de los carcamanes, en la cara de estos bichos: basiliscos brasílicos queman la caña, entre las llamas pasando pendones. Cairás, torre de Vrijburg, en gran ruina. Paseo entre cobras y escorpiones mi talón de Aquino, caminar de Aquiles. Y esa torre de Babel del orgullo de Marcgravf y Spix, piedra sobre piedra no quedará, el pasto crecerá sobre la piedra y la piedra a la espera de las tinieblas se pudre y pasa a hiedra la piedra que era… La confusión de las lenguas no deja margen para que el río de dudas bañe de oro y verde las esperanzas de los planes de todos nosotros: las tablas de los eclipses de Marcgravf no se ponen de acuerdo con las de Grauswinkel; Japikse piensa que es mono ése que Rovlox considera fruto de los coitos malditos de los toupinambaoults y los tamanduás; Grauswinkel, perito en las mañas de los cuerpos celestes, en las manchas del sol y otras rarezas uránicas, es un lunático; ¡Spix, cabeza de selva, donde una aiurupara está posada en cada embuayembo, una aiurucururca, un aiurucurau, una aiurucatinga, un tuim, una tuipara, una tuitirica, una arara, una araracá, una araracán, una araracanga, una araraúna, en cada gajo del catálogo de caapomonga, caetimay, taioia, ibabiraba, ibiraobi! ¿Vivero? ¡Todo eso está muerto! Por ellos, los árboles ya nacían con el nombre en latín en la cáscara, los animales con el nombre en la frente dentro de la moda que la bestia del apocalipsis lanzó como un diezmo periódico por diadema, cada hombre ya nacía escrito con el epitafio en el pecho, los frutos brotarían con el recetario de sus propiedades, virtudes y contraindicaciones. Este es el emético, éste el diurético, éste el antiséptico, laxante, dispéptico, astringente, esto es letal… Abaris cantó el viaje de Apolo al país de los hiperbóreos, el dios contemplándolo con el ejercicio del vaticinio y la flecha en la que volaba. El reloj de sol aquí es cera derritiéndose, negándose al honor de marcar las horas, el estiércol del perezoso nos entierra en la arena movediza… Hasta aquí, Marcgravf; pero ego contra: Grauswinkel, Rovlov, Spix, vuestro reino no es de este mundo, vuestra patria no es Germania ni Bavaria. ¡Tu reino es el reino animal, rey – el león; tu reino es el reino vegetal, reina, - la rosa; tu reino es el reino mineral, rey, - el oro! Se derrumba la torre con su corona de sextantes y astrolabios hasta el último burgo de casas. Era para seguir pero a nadie le hizo hacer lo que dice. De la multitud de pueblos un largo gemido se levanta 328 confirmando lo que decían del sueño del rey – sus jefes. Por aquí no pasó, si cae del suelo no pasa. ¡Con cuántas tablas se hacen las canoas atlánticas! Si su acaso se casara con la doña en vano, la irreflexión echaba raíces remontando a la más alta antigüedad como autóctona pero las lenguas ondas tirapiedras repartieron ejemplos y mantuvieron las tablas idénticas. ¿Esto es un logro? Mayor relámpago del astro en el zodíaco de Antyczewsky… Encárelo con naturalidad. La naturaleza no deja errar al genio de la lluvia, moja a grandes y pequeños, secos y mojados, moja lo exacto y lo impreciso y, si duda mucho, hasta este punto. Ahorita mismo, una meadita. En un universo impreciso, es necesario ser inexacto, decir siempre casi antes de lo dicho: “casi murió” para “entiérralo hoy”; “casi llueve” para “après moi, le déluge”; “casi todo” para decir que entró entero. Miríadas de soles persiguen a torbellinos de heliotropos entrando dentro de los cruces de las cosas: respiro en esa luz un aire detenido, respiro y habiendo respirado en la rueda de ese giro, paso y reparo. ¿Cuando nos retiremos, el cáncer de Brasilia engullirá todo o acaso el núcleo de orden de la geometría de estas jaulas prevalecerá aquí? Troya caerá, cayó Vrijburg. Lo real lleno de caries allí llega. Nunca se vio cosa igual: ningún fraude lo frustra. Nada obsta el proyecto de la primera materia, ninguna carrera lo traba ni tiene barrera que lo cargue. La vida de aquí se vuelve vía. Los monstruos adulteran las vías con el poder de raspajes. Los bichos se burlan de los sabios: montan una pieza más perfecta que el laboratorio de la torre de cuyas efemérides es la réplica en efigie. Todo lo que el mono tiene que hacer es legitimar los duplicados: la retentiva de un papagayo graba todos los recorridos de un tatu que examina raíces en las convexidades de la tierra, la lengua del tamanduá absorbe hormigas que observan atentas todas las fases de la operación. La cobra escudriña la lente de las lupas. ¿Para qué pensar en esto? ¡Y tan luego esa arquitectura que no se justifica! La penumbra de la pereza pesa pedregullo en los platillos de la balanza de mi entendimiento, dormir con el ruido del azúcar hinchando los tallos de las cañas, despertar con los cascabeleos sostenidos de la cobra. Destellos de antorchas entre las frutas que explotan cachos de insecto y hernia. Cada marca cada vez más cerca del umbral del alumbramiento de mi infarto, el peso impulsa el caso del óbice. La araña lleva de aquí para allá el tiempo que me llevó conseguir el tenor de semejantes teoremas. Doy por perdido aquel instante, piedra preciosa en el tesoro de las cronologías. De fumar la boca se llena de tierra y la cabeza de una agua quieta. Ninguna sombra de duda se retrata en el punto en blanco de mi mirabilis fundamentum que no sea indicio de la irrupción de nuevas realidades. ¿Qué signos abrieron las cortinas que separaban mis métodos de las tentaciones de los dioses de estos parajes? Para probarlos, en esa piedra de toque, mi pensamiento de choque golpea en esa piedra – y el eco es ecuación, mismidad y repetición. Refleja, devuelve y confiere: Carnaza de Narciso. ¿Sabe lo que pensé? Sé. ¿Va a intentar lo que yo no consigo? Sigo. ¿Garantizo y no niego? Eco. Como queda patente, no se puede ya confiar ni en este subproducto de las ausencias. Las ninfas que siguen se obtienen a través del mismo proceso. El verdor cuela miembros desnudos no sé a quién los atribuya. ¿Pareja desgarrada de reses gés? ¿Yerro en los horrores de la torre? Nada se compara hasta aquí a estas luces de los cuerpos a los rostros concurrentes en colorear con armonías del estar la compostura del ir. Juntos nadie sería el par más primo que jamás hubo sino los próximos dos cada vez más justo, los cuerpos dando los puntos, mantelando y desmantelando líneas en el nudo impecable de los abrazos más complejos. Destiló la luz, perdió la ristra. Ya manducan de sacar pedazos del fruto del leño, Adán y Eva, primos patres nostros, deshaciendo la entera unidad del jardín que sólo en fluir consistía. Envejecen a simple vista llorando, la lengua escupesangre purgando el amargor de la manzana. Capté el desvío del rayo antes del diluvio – yo, Brasilia y todo, ¿qué fue eso? Un móvil de madera bamboleante parece que sacuden. ¿Tirogolpe de angola? ¿Nave que flagra? ¿Casa en brasa? Sacudón en los cimientos, ¿obra de un resbalón de pensamientos? Desintegraron el todo, todo está sujeto a tal sentencia: Desfálquennos la cohesión del flujo del ser, el núcleo libera y nivela los corpúsculos del mal. El tupinamboults morfa otro invitado más y le recuerda qué manjar es y, en escabeche, toda araruta tiene su día menguante; serpientes menos sus pertenencias, el conjunto por el total, ¿conquiénde vosotros repartiría? A los que digan, compartan, ¡anatemas en las antenas! ¡Maldición y fuego eterno a los sustraidores! Cuando hasta el filtro se empuerca, ¿quién lo desinmunda? Qué bautismo fue ese que no se derraman suficientes aguas para lavar mi sífilis. Siento en mí las fuerzas y formas de este mundo, me crecen cuernos en los ojos, el pelo se multiplica, garras ganan la punta de los dedos, dientes me llenan la boca, tengo asomos de fiera, renato fui. ¡Si papá me viera ahora, si mamá mirara hacia acá! Al rey de los animales le conviene ver qué animal sea. Lleno las condiciones: pleiteo. Exijo en las presentes los homenajes que los circunstantes deben a su centro de atenciones. Quiero la palabra. Hoogh moogh-Heeren (3), la solicito. Faltando quien quiera o, salvadas las susceptibilidades, sepa hacer de ella objeto de los usos de su razón, que le tome el hilo que tengo un asunto que tratar con ella, y lo que pretendo no os merece menos respeto. Muchos no y otrosí después, reivindico para mi persona el regimiento de esta república de alimañas, representado por una corona de dientes de tatu, un cetro de cuerno buscado vivo o muerto en cada cabeza de burro y manto de buches de tucán. Quia nominor Denominante primero y único, en pleno decreto de una serie de diez con tantos adendos en medio cuantos fueren acrescendos. Feria de bichos. ¡Pregón! ¡Se vende un tamanduá! bicho útil en los días inútiles que corren: lengua ferina, bandera en la cola y terror de hormigas. Quien lleva un bicho gana un camastro. Compró un tamanduá, recibe un tamanduísta para explicarle el funcionamiento. Cuando cierra la boca así, se está refiriendo a mí. Compró el perezoso, puede llevarme que estoy entregado a las ostras hasta la raíz, en dependencia de una materia prensil en la perpendicular de la diagonal, a la vista de los monstruos hasta la nariz. En fin ¿qué digo sino hipótesis desprovistas de toda credibilidad? ¿Alguien está pensando en mi entendimiento o ya creé bicho en la memoria? Yo sé ¿no sabe? Pero las cosas me fueron adversas, como se desprende de esta lista de precios trazada de prisa sobre este mapa ensangrentado. Para entender la fábula, bondad de examinar el mapa anatómico de una hueva. ¿O es de alguna carne, alguna res que comí? El ser es eso espeso definitivo. Precario. ¿O una hierba, el clima de la región y un zoo pueden más que sus reflejos en el espejo inmortal de mi alma? ¿La salvaré? Lo de Ausonio “quod vitae sectabor iter” me preguntaron los verdes años. Y ahora entre toupinamboults, ¿con cuánto me quedo? ¿Con qué cara tendré que quedarme? A menudo la tierra pulsa un corazón; ¿o será el mío? ¿De quién será este escalofrío que no cesa? ¿Qué piensan los índices sobre todo esto? ¿El indio piensa? ¿El gé es como uno? De aquí hace diez años, Artyczewsky me lo dirá. Me ocurre usted ¿piensa todavía?... ¿Y si no pensara más? Con todos aquellos tatuajes, ¿piensa todavía? ¿Un hombre escrito piensa? Este pensamiento, por ejemplo, recuso, refuto, repelo, desheredo, rasuro, desisto. Indios comen gente. Pensamiento aquí, es susto. Estos conceptos– yo los quiero perpetuar, perpetuos en mi memoria – estos sucesos. Demasías. Este mundo. Este mato. Me apuntaron con flechas del depósito de Zenón. Comen gente, ¿cómo será? Nos sepultan nombre y corazón – un cuerpo, y me vienen súbitamente ganas de  devorar a Artyczewsky. ¿Llegaré a tiempo para tener sus pensamientos? Sentiré sus males, sufriré sus dolores, ¿qué hago con sus saberes y haceres? Estos conceptos – yo los quiero despreciar. Artyczewsky no tendrá noticias de ellos, no se piensa ya en eso. ¿El indio piensa? El indio come a quien piensa – eso sí. El indio chupándome, pensará estos mis pensares, pesará con todo este mi peso, instantáneo detenido momento, comiendo sin comentario. Un indio se lleva al pecho la pierna mirando cara a cara, ojo a ojo nuestra cabeza calaverada. Yo vi con estos ojos de tierra comestibles y este discernimiento que el Señor de todos los raciocinios ha de recoger entre los círculos de los justos. En Górdio, hablan por nosotros. En Perigórdio, oyen los latidos de mi miocardio. ¿Este nudo? Aunque responsable, soy sólo un curioso. A qué época atribuir nuestros tiempos, en qué eras incluirlos, cuánto de nosotros por horas, la edad omitió. En un escozor de arrepentimiento, lo que iba a ser ya era. Lo acompaña y le da una mordida. Cumplió con su deber de ser devorado. ¿O los hechos se suceden por otras series de senderos? ¡Ah, qué mal pienso! ¡Elefantiasis de mi cógito! … Basuyne des oorloghs ¡!!! Una humareda sube a los aires. Leviatán se levanta. ¿Queman campos? ¿O es la guerra? ¡Toupinamboults ad portas! ¿Artycxewsky enfrenta a los basiliscos brasílicos de Parinambouc? Los urubus comedores con el ojo puesto se enfrentan al sol y se exceden en las pupilas. La humareda asume los dolores del parto con las formas de un hongo – incendio de un chiverío y el humo me envuelve… ¡El mundo se vuelve oro, se precipita el metal de los incas en el verde de estas plantas, sólo que este oro mata un pájaro socó con una trompada de sol! ¡Si non es la flecha de Zenón, la que hace que va pero no, no sé a quién acometa ese germen a errar como un cometa! Tira el anzuelo Aquiles para pescar pereza. Flecha no puede tener ningún sinon. El zumbido me da olvido en el oído con un ronquido de azúcar subiendo por el tallo de las cañas.


 Fragmento de Catatau


 Traducción: Amalia Sato


 Notas

(1) Sabios y artistas que vinieron con Nassau. La Torre era una mezcla de museo y observatorio astronómico desde donde Macgravf acompañó el primer eclipse solar visto en Brasil.

(2) Medida persa, equivalente a 5.250 metros.

(3) “Mis Altos Señores” en batavo arcaico.

 

 Tomado de Leminskiana, antologia variada de Paulo Leminski, pp. 326-32.

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