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viernes, 12 de abril de 2024

Recuerdo de Gabriel de Zéndegui

 

   Raimundo Cabrera


 De todos los recuerdos que traigo de Londres, el más grato, por lo personal e íntimo, es el haber encontrado allí, después de veinticinco años de ausencia, a un caro amigo de la infancia, Gabriel de Zéndegui, el primer secretario de la Legación de Cuba, que lleva con enaltecimiento esta representación honrosa, el hombre culto y afable de siempre; corazón sencillo y alma levantada, por cuya ingenuidad no pasan los años, y cuya conversación es siempre culta y amena.

 Me ha acompañado en muchas de mis excursiones, y su ilustración ha facilitado mi labor. Fenómeno curioso que no ofrecen la mayor parte de los hispano-americanos que pasan largos años en el extranjero, Gabriel de Zéndegui conserva el acento y la frase cubanos, los mismos que le conocí en la adolescencia, cuando estudiábamos juntos en el gran Colegio de don José Alonso y Delgado, ¡hace, ¡ay!, la friolera de cuarenta y dos años!,  como si nunca se hubiese alejado del barrio del Cerro. Fuma cigarrillos de papel imitación de habanos. Se deleita cuando se le brinda un genuino de su tierra, y bebe buen café. Sobrio y metódico como siempre, rechaza el whisky y hasta la cerveza, y dice sonriendo.

  —¡No me contagian los ingleses! Para ser siempre joven bebo café y agua fresca. Visité, como lo hago en todas partes, la oficina de la legación cubana. Está severa y elegantemente montada, aunque sin lujo; vi en el despacho vacío de nuestro ministro Montoro, un busto de Martí, en yeso, que es una obra exquisita de arte por el parecido; los ojos tienen la vida y expresión soñadora del mártir: sobre el bureau, un retrato del general José Miguel Gómez, nuestro actual Presidente; una selecta biblioteca y un escudo cubano.

  Di un abrazo regocijado á Zéndegui: nos conocimos en la niñez colonos españoles; nos separamos jóvenes, aún esclavos; nos encontramos de nuevo viejos y fuertes, bajo la bandera de la patria libre representada por él en el extranjero.

 

                               París, 5 de agosto de 1910

 

 Borrador de viaje, La Habana, Imprenta La Prueba, 1911.


               

              El Fígaro, 17 de octubre de 1920.


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