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jueves, 8 de septiembre de 2022

Sarah Moon

 

 Siempre he sentido la fotografía como una posibilidad de hacer una puesta en escena, de contar una historia en imágenes. Busco una imagen con un mínimo de información y referencia, una imagen no situada y que pese a todo me hable, que evoque lo que pasó y lo que va a pasar después. Se perfectamente que se puede denunciar esta forma de fotografía pero porque tiene que haber tan solo una forma de fotografiar? Quiero crear imágenes con los elementos que elijo, narrativas o evocativas, más allá del documento sobre la mujer que lleva un traje. Me doy un marco literario, me cuento una historia. Es el único trampolín que he encontrado para saltar. Por otro lado, la fotografía aplicada me interesa porque me permite el evitar la gratuidad. El contrato entre cliente y fotógrafo me parece totalmente honesto, se me da la oportunidad de hacer imágenes, a condición de que presente el producto desde un punto de vista favorable, se me paga para hacerlo y se me facilitan los medios para hacerlo bien. Esto me obliga a seguir una disciplina que necesito. Pues realizo más fácilmente las cosas cuando estoy obligada. Hacerlas solamente por placer me parece de locos.

 No depende de nosotros. Tan solo podemos esforzarnos para estar listos. Es lo más duro. El trabajo invertido, la intensidad, la espera, la esperanza no bastan. Nos podemos esforzar inútilmente durante horas y de golpe en tres minutos, en el buen lugar, en el buen momento, el azar muestra lo que quería expresar…

 A menudo me digo. Me gustaría hacer una foto en la que no pase nada. Mi sueño sería alcanzar esta depuración. Pero para quitar primero tiene que haber algo. Cuando trabajo con decorados, a veces se me ocurre borrarlos de mi foto, o mezclarlos o usar espejos para que no se sepa ya cual fue el decorado. Me gustaría que quitasen el maquillaje para que nadie se fije en el maquillaje, que quiten las ropas, paso mi tiempo quitando, para que algo me sorprenda, para  que no se sepa que estoy en un estudio, con un modelo que he elegido, un decorado sobre el que he discutido durante horas, una luz que hemos preparado durante todo el día. Al final lo que me hace decidirme es la impresión de reconocer algo -sí, es eso- que escapa a todas mis construcciones. Como esa foto del vestido de lunares, con la espalda de Susane. Me gusta su pesadez, de golpe me di la vuelta y allí estaba. Eso son los regalos.

 


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