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sábado, 18 de abril de 2020

Cuba 65


Jaime Sabines


1

No sé, a estas alturas, cómo decir las cosas que suceden.
Soy un poco apagado, un poco triste,
un poco incrédulo y vacío.
Dejé pasar tres meses a propósito
para mirar en mí, mirarte lejos,
sano y salvo de ti, Cuba caliente.
(He aquí el primer error. No quiero atarme
a las palabras ni al ritmo.
Líbreme Dios de mí
igual que me he librado de Dios.)
Suscribo lo que dice la prensa reaccionaria del mundo.
(Así iba a empezar.)
En Cuba hay privaciones, hay escasez, no hay poitos,
no hay vestidos suntuosos ni automóviles último modelo,
hay pocas medicinas y mucho trabajo para todos.
Suscribo esto.
Quiero aclarar que no me paga un sueldo el partido comunista,
ni recibo dólares de la embajada norteamericana
(¡Qué bien la están haciendo los gringos
en Vietnan y en Santo Domingo!)
No acostumbro meterme con la poesía política
ni trato de arreglar el mundo.
Más bien soy un burgués acomodado a todo,
a la vida, a la muerte y a la desesperanza.
No tengo hábitos sanos
ni he aprendido a reír ni a conversar con nadie.
Soy un poco de todo,
y pienso que si fuera en un buque pirata
sería lo mismo el capitán que el cocinero.

2

«Hambre y sed de justicia»
¿es más que sólo el hambre y la sed?
¿De dónde un pueblo entero se aprieta la barriga
por que sí?
¿de qué raíz de rencor,
de cuánta injuria,
de cuánta revancha detenida,
de cuántos sueños postergados
surge la fuerza de hoy?
Porque es necesario decir esto:
para acabar con la Cuba socialista
hay que acabar con seis millones de cubanos,
hay que arrasar a Cuba con una guataca inmensa
o echarle encima todas las bombas atómicas y los diablos.
(Señor Presidente Johnson:
hundamos a Cuba
porque la isla de Cuba navega peligrosamente
alrededor de América.)

3

¿Quién es Fidel?, me dicen,
y yo no lo conozco.
Una noche en el malecón una muchacha que estaba conmigo
dio de gritos palmoteando: «ahí va Fidel,
ahí va Fidel», y yo vi pasar tres carros.
Otra vez, en un partido de pelota,
la gente le gritaba:
«no seas maleta, Fidel»
como quien le habla a un hermano.
«Vino Fidel y dijo…», dice el guajiro.
El obrero dice: Vino Fidel.
Yo he sacado en conclusión de todo esto
que Fidel es un duende cubano.
Tiene el don de la ubicuidad,
está en la escuela y en el campo,
en la junta de ministros y en el bohío serrano
entre las cañas y los plátanos.
En realidad, Fidel es el nombre
del viento que levanta a cada cubano.

4

Estoy harto de la palabra revolución
pero algo pasa en Cuba.
No es parto sin dolor, es parto entero,
convulso, alucinante.
Se han quebrado familias, se separan
los que no quieren ver ni ser testigos,
los lastimados y los impotentes.
¿Por qué mi tío Ramón, con sus ochenta,
quiere morir en Cuba
con hijos en Miami y otros hijos
de Colón a La Habana?
¿por qué cantan los niños
cuando van al trabajo, entre clases y clases?
(Un domingo, en Cienfuegos,
en un camión, temprano,
los vi salir al campo,
y era como si Cuba amaneciera
en sus risas y cantos.)
¿Por qué estudian América y Celeste
y otras recamareras, en el hotel, a diario?
¿por qué el libro se ha vuelto de pronto
bueno como el boniato?
Es verdad que han partido,
arando el mar, gusanos,
y hombres y mujeres han partido
y, ciertos o engañados,
violentos o perdidos o espantados,
han partido, se han ido -oscurecido-
a un porvenir que espera mutilado.
Cuba de pie, de frente,
de corazón, entera,
Cuba de pie ha quedado.
Cuba rodeada de enemigos,
Cuba sola en el mar,
Cuba ha quedado.

5

Crece difícilmente, pero crece
diáfanamente.
Es limpio este crecer,
hay algo limpio y doloroso en todo,
son los años del cambio, del ajuste,
del vivir de otro modo.
¿En dónde vi la alegría derramada
-Playa Girón sobre la sangre fresca?
Escuela de combate: pescadores,
niños nautas, pizarrón en fiesta.
Hay pueblos tristes como en todas partes,
pero el cubano tiene una madera
oscuramente alegre, una fuente de sol,
un surtidor de agua.
Escándalo y ternura al mismo tiempo,
vocifera, se llena, se derrama.

6

Haciéndose su casa, Cuba
tiene las manos limpias.
Será una casa para todos,
una casa hermosa y sencilla,
casa para el pan y el agua,
casa para el aire y la vida.

7

Un día, en Banagüises, una pequeña aldea,
sentí las gentes, sentí el campo, sentí la verdad de Cuba.
Son gentes viejas y tranquilas
(yo lloré con Ignacio, con Jabay, con Juanita)
las casas de madera y los portales amplios
(yo lloré con su paz y su melancolía).
Una calle asfaltada, orgullosa, atraviesa
el vecindario hasta la vía.
Cerca, los trenes jalan la caña
y cargan el mediodía.
Están allí como los árboles:
las mujeres, los niños, la panadería.
Tienen el suelo abajo y el sol encima.
Aquí las cosas pasan lentamente,
las ideas se comen, los alimentos se meditan,
los brazos salen de la tierra,
los yerbazales se agitan,
un perro de piedra corre en las calles
y corre un pozo de agua bendita.
Un joven muerto es un obelisco
y el aire es el sueño de una muchacha bonita.
Banagüises, que llevó mi padre
en el pecho como una reliquia,
es un pueblo joven y viejo
de esta nueva Cuba tan antigua.

8

Quiero decir que ya estaba Martí
en estas trincheras; que a su lado estaban
todos estos;
Camilo Cienfuegos tiene cien años
y cien años tiene
cada muchacho de la universidad.
(¡Es tan duro este pelear y este morirse y
este renacer y este pelear por la libertad!)
Ya estaban todos los que están ahora.
Ya estarán multiplicados mañana
porque la levadura de la justicia es buena
y sólo quieren vivir en paz.
El jovencito de la metralleta,
la muchacha del uniforme,
el niño que se cubre con el cuaderno,
el viejo que grita en el juego de pelota,
los estibadores y los panaderos,
hasta los poetas, Dios mío,
sólo quieren vivir en paz.
Los que murieron en las calles
también quieren vivir en paz.

9

Es necesario detenerse frente al mar.
El mar oscuro es del dolor de Miriam,
tiene su mismo oleaje y su claridad.
En las playas del pueblo sentí que era sencillo,
enormemente sencillo, amar.
La arena, el viento,
los árboles, los hombres,
todos se pueden juntar.
¡Cuba, vamos a pelear
para vivir en paz!


 Yuria, 1967. Fotografía: Primer vuelo de la libertad. 

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