La Habana, 25 de julio de 1966, Año de la Solidaridad.
Compañero Pablo:
Creemos deber nuestro darte a conocer la inquietud
que ha causado en Cuba el uso que nuestros enemigos han hecho de recientes actividades
tuyas. Insistiremos también en determinados aspectos de la política
norteamericana que debemos combatir, para lo cual
necesitamos contar con tu colaboración de gran poeta y militante
revolucionario.
No se nos ocurriría censurar mecánicamente tu
participación en el Congreso del Pen Club, del que podían derivarse
conclusiones positivas, ni siquiera tu visita a los Estados Unidos, porque
también de esa visita podían derivarse resultados positivos para nuestras causas.
Pero ¿ha sido así? Antes de responder, convendría interrogarse sobre las razones
que pueden haber movido a los Estados Unidos, tras veinte años de rechazo, a
concederte visa. Algunos afirman que ello se debe a que se ha iniciado el fin
de la llamada "guerra fría". Sin embargo, ¿en qué otro momento de
estos años, desde la guerra de Corea, un país socialista ha estado recibiendo la
agresión física sistemática que padece hoy Viet Nam? Los últimos golpes de Estado
organizados con participación norteamericana en Indonesia, Ghana, Nigeria, Brasil,
Argentina, son la prueba de que hemos entrado
en un período de armoniosa convivencia en el planeta? Nadie con decoro puede
sostener este criterio. Si a pesar de esa situación los Estados Unidos otorgan
ahora visas a determinados izquierdistas ello tiene pues otras explicaciones:
en unos casos, porque tales izquierdistas han dejado de serlo, y se han convertido,
por el contrario, en diligentes colaboradores de la política norteamericana y en
otros, en que sí se trata de hombres de izquierda (como es el caso tuyo, y el
de algunos participantes más del congreso) porque los Estados Unidos esperan obtener
beneficios de su presencia, por ejemplo, hacer
creer, con ella, que la tensión ha aflojado, hacer olvidar los crímenes que perpetran en los tres continentes subdesarrollados
(y los que , están planeando cometer como en Cuba) y sobre todo, neutralizar
la oposición creciente a su política entre estudiantes e intelectuales no sólo
latinoamericanos, sino de su propio país. Jean Paul Sartre rechazó, hace algún
tiempo, una invitación a visitar los Estados Unidos, para impedir ser utilizado,
y dar además una forma concreta a su
repudio a la agresión norteamericana a Viet Nam. Aunque sabemos de tus declaraciones
políticamente justas y de otras actividades positivas tuyas, existen razones
para creer, Pablo, que eso es lo que ha querido hacerse, y se ha hecho, con tu reciente
visita a Estados Unidos: utilizarla en
favor de su política.
"Coexistencia literaria"
En ese órgano de propaganda imperialista que
es Life en español (título que es
toda una definición: un verdadero programa) su colaborador Carlos Fuentes, cuya
firma nos ha sorprendido allí, reseña el congreso a que asiste, bajo el título:
"El PEN: entierro de la guerra fría en literatura" (agosto 1, 1966).
Una de las figuras más destacadas de ese supuesto entierro, se dice, eres tú.
De paso nos enteramos también, gracias a ese artículo, de que la mesa redonda
del grupo latinoamericano fue presidida por Emir Rodríguez Monegal, a quien
Fuentes llama impertérrito "U Than de la literatura hispanoamericana",
y a quien con igual chatura metafórica pero con más precisión, cabría llamar:
"Ouísling de la literatura hispano-americana". Como sabes, a
Rodríguez Monegal le ha encomendado dirigir su nueva revista en español
(después de fallecido Cuardernos) el
Congreso por la libertad de la cultura organismo financiado por la CIA. Según informó el propio New York Times (edición internacional, 28 de abril de 1966).
Es inaceptable que entonemos loas a una supuesta
coexistencia pacífica y hablemos del fin de la guerra fría en cualquier campo, en
el mismo momento en que tropas norteamericanas, que acaban de agredir al Congo y
a Santo Domingo, atacan salvajemente a Viet Nam y se preparan para hacerlo de nuevo
en Cuba (directamente o a través de sus cipayos latinoamericanos). Para
nosotros, los latinoamericanos, para nosotros, los hombres del tercer mundo, el
camino hacia la verdadera coexistencia y la verdadera liquidación de la guerra
(fría y caliente) pasa por las luchas de liberación nacional, pasa por las
guerrillas, no por la imposible conciliación. Como la condición primera para coexistir
es existir, la única coexistencia pacífica en la que podemos creer es la integral, de que habló en El Cairo el
presidente Dorticós, la que garantizara no sólo que no cayeran bombas en New
York y Moscú, sino tampoco en Hanoi ni en La Habana, la que permitiera la
absoluta liberación de todos nuestros pueblos, los más pobres y numerosos de la
tierra. "Aspiramos", como ha dicho Fidel, "a un mundo donde la
igualdad de derechos prevalezca lo mismo: para los grandes que para los
pequeños". No somos demócratas cristianos, no somos reformistas, no somos
avestruces. Somos revolucionarios. Creemos con la Segunda Declaración de La Habana que "el deber de un
revolucionario es hacer la revolución", y que cumpliendo ese deber, y sólo así, nos será dable existir -y
coexistir-, dar fin a todas las guerras.
No basta con denunciar verbalmente las
agresiones más obvias, no basta con deplorar, por ejemplo, la criminal guerra
de Viet Nam: ésta es sólo una forma, particularmente horrible, de la política
yanqui. Otros pasos, previos, la han hecho posible. Hay que negarse también a
respaldar esos pasos. Y, llegado el caso, apoyar a quienes, frente a la
violencia opresora, desencadenan la violencia revolucionaria.
Júbilo
imperialista
La prueba de que los imperialistas
norteamericanos entienden que tu viaje les ha sido ampliamente favorable, es el
júbilo manifestado en torno a tu visita por voceros norteamericanos como Life en Español y La Voz de los Estados Unidos de América. Si ellos sospecharan que
tú habías servido con tu visita a la causa de los pueblos, ¿se hubieran
regocijado igualmente? Por eso nos preocupa que hayan podido utilizarte de este
modo. Que algunos calculadores se presten a ese papel, mediante prebendas
directas o indirectas, es entristecedor, pero nada más. Pero que tú, grande de
veras en la profunda y original tarea literaria, y grande en la postura política,
que un hombre insospechable de cortejar tales prebendas, pueda ser utilizado para
esos fines, lo creemos más que entristecedor, lo creemos grave, y consideramos
nuestro deber de compañeros el señalártelo.
Pero si tu visita a los Estados Unidos fue utilizada
en ese sentido, aunque cabría haber obtenido con ella otros resultados, ¿qué interpretación
positiva puede dársele EI a tu aceptación dé una condecoración impuesta por el
gobierno peruano, y tu cordial almuerzo con el presidente Belaúnde?
¿Qué habrías pensado tú, Pablo, del escritor
de nuestra América, de la figura política de nuestra América, que se hubiera prestado
a que Gabriel González Videla lo condecorara, y que departiera cordialmente con
él, mientras tú estabas en el exilio? ¿Hubieras creído que ello fortalecía los
nexos entre Chile y el país de ese escritor? ¿Le hubieras concedido a Gabriel González
Videla el honor de representar a Chile, mientras tú, por ser auténtico
representante de tu pueblo estabas desterrado? Por eso no te costará trabajo imaginar
lo que en estos momentos piensan y sienten no sólo los desterrados, sino los
guerrilleros que, en las montañas del Perú, luchan valientemente por la liberación
de su país, los numerosos presos políticos que, por pensar como aquellos, yacen
en cárceles peruanas -algunos, como Héctor Béjar, muriendo lentamente; los que
viven bajo la amenaza de la pena de muerte impuesta en su tierra a los nuevos
libertadores; los seguidores de Javier Heraud, Luis de la Puente, Guillermo Lobatón,
cuya sangre se ha sumado a la de los mártires que tú cantaste en grandiosos
poemas. ¿Aceptarán ellos que el gobierno de Belaúnde, al imponerte la medalla
(a sugerencia de la organización que sea) ha podido hacerlo a nombre del Perú?
No son esos gobernantes, sino ellos, quienes ostentan la verdadera
representación del Perú. Así como a Chile la
representan los mineros asesinados, Recabarren, el Neruda que en el
destierro nos dio el admirable Canto general,
los grandes líderes populares de ese gran pueblo tuyo, y no González Videla y Frei.
Este último ha sido escogido por los yanquis como cabeza del reformismo (hasta
le dejan mantener relaciones con la URSS) del mismo modo que los gorilas del Brasil,
y últimamente de Argentina, son cabeza del militarismo: pero unos y otros, con
distintos métodos, tienen un mismo fin: frenar o aplastar la lucha de
liberación. No son Perú y Chile quienes fortalecen sus vínculos gracias a esos
actos tuyos, sino Belaúnde y Freí: el imperialismo yanqui.
Compra
del intelectual
Porque es
evidente, Pablo, que quienes se benefician con estas últimas actividades tuyas,
no son los revolucionarios latinoamericanos, ni tampoco los negros
norteamericanos, por ejemplo, sino quienes propugnan la más singular
coexistencia a espaldas de las masas desposeídas, a espaldas de los luchadores.
Es una coexistencia que se reserva para la pequeña burguesía reformista, los
que quieren marxismo sin revolución, y los intelectuales y escritores latinoamericanos,
negados hasta ahora, humillados, desconocidos y estafados. Los imperialistas
han ideado una nueva· manera de comprar esa materia prima de nuestro continente
que es el intelectual. Transportada espléndidamente a los Estados Unidos, es devuelta
a nuestros pueblos en forma de "intelectual-que-cree-en-la-revolución-hecha
con-la-buena-voluntad-y-el-estímulo-del-State-Department". La situación
real de su país no ha cambiado: lo que ha cambiado es la ubicación del
intelectual en la sociedad, o más bien su ubicación con respecto a la metrópoli.
Existe en América Latina un estado de
violencia permanente que se manifiesta en constantes gorilazos, él más reciente
de los cuales es el de Argentina, represión en Guatemala y Perú, carnicería
sistemática en Colombia, masacre, de manifestaciones obreras en Chile, "suicidios"
de dirigentes guerrilleros en Venezuela, intervención armada en Santo Domingo,
constante estado de amenaza a Cuba. El intelectual latinoamericano regresa a su
tierra y declara, engolando la voz: “Ha comenzado la etapa de la coexistencia…”
¡No! Lo que ha comenzado es la etapa de la violencia, social y literaria, entre
los pueblos y el imperio.
El pueblo sigue hambriento, asfixiado,
aspirando a una igualdad social, a una educación, a un bienestar material y a
una dignidad que no le dará ninguna declaración de Life. Se puede ir a Nueva York, desde luego, a Washington si es
necesario, pero a luchar, a plantear las cosas en nuestros propios términos
porque ésta es nuestra hora y no podemos de ninguna manera renunciar a ella, no
hablamos en nombre de un país ni de un círculo literario; hablamos en nombre de
todos los pueblos de nuestra América, de todos Jos pueblos hambreados y humillados
del mundo, en nombre de las dos terceras partes de la· humanidad. La
"nueva izquierda", la "coexistencia literaria" -términos
que inventan ahora los imperialistas y reformistas para sus propios intereses,
como antes inventaron el de guerra fría para sus campañas de guerra no
declarada contra las fuerzas del progreso- son nuevos instrumentos de
dominación de nuestros pueblos.
De la misma manera que la Alianza para el
Progreso no es más que el intento de neutralizar la revolución latinoamericana,
la nueva política cultural de Estados Unidos hacia América Latina no es más que
una forma de neutralizar a nuestros estudiantes profesionales, escritores y
artistas en nuestras luchas de liberación. Robert Kennedy
lo admitió claramente en su discurso televisado el 12 de mayo pasado: "Se
aproxima una revolución (en América Latina)... Se trata de una revolución que vendrá,
querámosla o no. Podemos afectar su carácter, pero no podemos alterar su
condición de inevitable". ¿Qué lugar van a tomar nuestros estudiantes,
profesionales, escritores y artistas en esa revolución cuya inevitabilidad
subraya, incluso el propio Kennedy? ¿El lugar de freno, de retaguardia
acobardada y sumisa? ¿Está eso en línea de nuestra tradición, en la línea de
Martí y Mariátegui, Mella y Ponce, Vallejo y Neruda? Kennedy propone, como
primer "contraveneno" a esa revolución, a la revolución real y
revolucionaria -y citamos textualmente-, "El intercambio de intelectuales
y estudiantes entre los Estados Unidos y América Latina".
Violencia
sagrada
Es un evidente programa de castración, que ha
comenzado ya a realizarse. Pero ese "veneno" nuestro, esa violencia,
es una violencia sagrada: tiene su justificación de siglos, la reclamaban
millones de muertos, de condenados y de desesperados, la amparan la furia y la
esperanza de tres continentes, han sabido encarnarla entre nosotros Tupac Amaru
y Toussaint Louverture, Bolívar y San Martín, O'Higgins y Sucre, Juárez y Maceo,
Zapata y Sandino, Fidel Castro y Che Guevara, Camilo Torres y Fabricio Ojeda, Turcios
y los numerosos guerrilleros esparcidos por América cuyos nombres aún no conocemos.
Queremos la revolución total: la que dé el poder
al pueblo, la que modifique la estructura económica de nuestros países, la que los
haga políticamente soberanos, la que restaure nuestro orgullo de indios, negros
y mestizos, la que se exprese en una cultura antiacadémica y perpetuamente
inquieta: para realizar esa revolución total, contamos con nuestros mejores
hombres de pensamiento y creación, desde México en el norte, hasta Chile y
Argentina en el sur.
Después de la Revolución Cubana, los Estados Unidos
comprenden que no se enfrentan a un continente de "latinos" ni de
infrahombres: que se enfrentan a un continente que reclama su lugar en el mundo
lo reclama con violencia y para ahora, como sus propios negros, los negros norteamericanos.
Después de la Revolución Cubana, los Estados Unidos, de la misma manera que
"descubrieron" que a nuestro continente le hacía falta la reforma agraria,
"descubrieron" también que teníamos una literatura de verdad. El
último paso de ese descubrimiento lo han dado al proponer comprar (o al menos,
neutralizar) a nuestros intelectuales, para que nuestros pueblos se queden, una
vez más, sin voz. Y ya no se trata de servirse de personajes desacreditados,
como Arciniegas y compañía. Quemaron a los liberales-conservadores, a los
reaccionarios, a los agentes de la primera hornada. Ahora tienen que hablar en
términos de "izquierda" con hombres de "izquierda"; porque
si no fuera así no serían escuchados más que por los peores círculos reaccionarios.
Están a la búsqueda de quienes, pretendiendo hablar a nombre nuestro, presenten
la revolución y la violencia como cosa de mal gusto y encuentran, pagando su precio,
a esos sensatos, a esos colaboracionistas, a esos traidores. Nuestra misión, Pablo,
no puede ser, de ninguna manera, prestarnos a hacerles el juego, sino desenmascararlos
y atacarlos.
Tenemos que declarar en todo el continente un
estado de alerta: alerta contra la nueva penetración imperialista en el campo
de la cultura, contra las becas que convierten a nuestros estudiantes en
asalariados o simples agentes del imperialismo, contra ciertas tenebrosas
"ayudas" a nuestras universidades, contra los ropajes que asuma el
Congreso por la libertad de la cultura, contra las revistas pagadas por la CIA,
contra la conversión de nuestros escritores en simios de salón y comparsas de
coloquios yanquis, contra las traducciones que, si pueden garantizar un lugar en
los catálogos de las grandes editoriales, no puedan garantizar un lugar en la
historia del, nuestros pueblos ni en la historia de la humanidad.
Algunos de nosotros compartimos contigo los
años hermosos y ásperos de España, otros, aprendimos en tus páginas cómo la mejor
poesía puede servir a las mejores causas. Todos admiramos tu obra grande orgullo
de nuestra América. Necesitamos saberte inequívocamente a nuestro lado en esta
larga batalla que no concluirá sino en la liberación definitiva, con lo que
nuestro Che Guevara llamó "la victoria siempre".
Fraternalmente
Salvador
Bueno, Roberto Branly, Luis Suardíaz, César López, Raúl Aparicio, Euclides
Vázquez Candela, Luis Marré, Ezequiel Vieta, Rafael Suárez Solís, Loló de la
Torriente, Gumersindo Martínez Amengua), Aldo Menéndez, David Fernández, Manuel
Díaz Martínez, Armando Álvarez Bravo, Renée Méndez Capote, Jesús Abascal,
Gustavo Eguren, Víctor Agostini, Jesús Orta (Naborí), Francisco de Oráa, Noel
Navarro, Oscar Hurtado, José Lorenzo Fuentes, Reynaldo González, Joaquín
Santana, José Manuel Otero, Rafael Alcides Pérez, Alcides lznaga, Mariano
Rodríguez Herrera.
Martha Rojas, José Manuel Valdés-Rodríguez,
Ernesto García Alzola, Manuel Moreno Fraginals, Nancy Morejón, Santiago Álvarez,
Fausto Canel, Roberto Fandiño, Miguel Fleitas, Jorge Fraga, Manuel Octavio Gómez,
Sara Gómez, Sergio Giral, Julio García Espinosa, Tomás Gutiérrez Alea, Nicolás
Guillén Landrián, Manuel Herrera, José Antonio Jorge, Luis López, José Massip,
Eduardo Manet, Raúl Molina, Manuel Pérez, Rogelio París, Enrique Pineda Barnet,
Rosina Pérez, Alberto Roldán, Alejandro Saderman, Humberto Solás, Miguel
Torres, Harry Tanner, Oscar Valdés, Héclor Veitía, Pastor Vega, Santiago
Villafuerte.
Juan
Blanco, Gilberto Valdés, Manuel Duchesne, Edgardo Martín, Leo Brouwer, Nilo
Rodríguez, Carlos Fariñas, Pablo Ruiz Castellanos, José Ardévol, Harold
Gramatges, lvelle Hernández, César Pérez Senlenanl, Zenaida Manfugás, Félix
Guerrero, Pura Ortiz, Isaac Nicola, Jesús Ortega, Fabio Landa, Arturo Bonachea,
Mariano Rodríguez, Tomás Oliva, Antonia Eiriz, Raúl Martínez, Carmelo González,
Servando Cabrera Moreno, Sandú Darié, Lesbia Vent Dumois, Eduardo Abela Alonso,
Humberto Peña, Salvador Corratgé, José Rosaba), Antonio Díaz Peláez, Rostgaard,
Morante, Guerrero, Carruana, Félix Beltrán, Chago, Enrique Morel, Luis Alonso,
Adigio Benítez, Orlando Yanes, Frémez, Marta Arjona, José Luis Posada, Nuez.
Versión original y extensa. Publicada en el
diario Granma el 31 de julio de 1966, y reproducida en Bohemia el 5 de agosto y en la revista Cuba en
octubre del mismo año.
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