Cuando oigo hablar de versos de vanguardia, o leo
algunas de sus sibilinas y abracadabrantes estrofas, cuyos autores se pavonean,
en los días que corremos, como innovadores del verso, tengo que reprimir el impulso
de gritar, a todos los vientos, que ya esas “genialidades”, las conocíamos hace
varios años los matanceros, por boca de SEBORUCO en su Oda al Pulpo, el trichimicrobiado-cosmogónico-igneo-aéreo
fecundo-favonio, el estrambótico
soneto y otras maravillas.
Antonio Sánchez Alemán, de la
raza blanca, a quien la zumba popular, designó con el remoquete de “Seboruco”, fue,
indiscutiblemente, genio del vanguardismo.
Y, aunque nuestros avancistas, queden cariacontecidos,
ante la evidencia de que alguien se les adelantó en arremeter contra los ''manidos''
cánones del ritmo, la métrica y el sentido común, vamos a reproducir aquí algunas
de las ''genialidades'', con las cuales amenizó él la melancólica vida de la ciudad
de los poetas.
Nuestro hombre.fue, durante algunos años, regente
en las imprentas yumurinas, saturándose del ambiente lirico que mantenían las prensas
matanceras. Su cerebro, hiperestesiado por la obligada lectura de tantas rimas,
sufrió una crisis de premonición avancista, .para honra y prez de la ciudad del
tremebundo nombre. Y, una catarata brotó de su boca, en forma amenazadora de
versos desopilantes.
Se asegura, por los biógrafos de Nietzsche,
que el inquietante autor de Más allá del bien y del mal, siendo
teniente de Ulanos, fue coceado en la cabeza por un caballo de su escuadrón, en
los días de la guerra Franco-Prusiana, de 1870-71; y que después de este percance,
se desarrolló en el la facundia filosófica, que le ha colocado entre los más ilustres
y discutidos pensadores modernos. De acuerdo con esta tesis, cualquier hiperbólico,
ante el caso “Seboruco”, sostendría que su testa fue pateada por todo un regimiento,
en desbocado galope; acontecimiento feliz que permitió a la Atenas de Cuba el glorioso
privilegio de ser; no ya cuna de los míseros poetas de “retaguardia”, llamados Milanés,
Byrne, Teurbe Tolón, Agustín Acosta, Cabrisas y cien más, sino madre amantísima,
también, del que hay que calificar de explorador, descubierta, escucha, del “auténtico”
vanguardismo criollo.
Noches inolvidables de bohemia, bajo la serena
bóveda, donde los astros hacían guiños regocijados, contemplando aquel Areópago de los Chocolates, en el cual,
según Agustín Acosta, se decían tantos disparates y donde no habían muerto
Museta y Mimí! Y, en el que, pese a su suculenta denominación, después del
chocolate con el que fue inaugurado, sólo podía ofrecerse, la mayor parte de
las veces, a los contertulios, en el local social, unas tasas de un líquido que
Carlos Prats se permitía llamar café, por proceder de unas borras rehervidas
hasta la extenuación.
Íbamos a la Plaza de la Libertad, dispuestos
para la tertulia noctámbula, tomando asiento en la hilera de sillas, frente al
Palacio, donde se albergan los gobiernos del Municipio y la Provincia, los oficiantes
asiduos, miembros del Areópago, es decir poetas, periodistas y escritores, a
los que se agregaban los numerosos amigos y admiradores de la bohemia
literaria.
Todo aquel sector del parque era tomado, no revolucionariamente,
pues los concurrentes éramos muy temerosos, sino de Dios, pues nos las echábamos
de ateos, sí, del Loco Dios, un terrible Juez Correccional que padecía Matanzas,
implacable señor que hizo morir a un semanario humorístico llamado “Stegomya
Faciata”, al imponerle al Director una multa que obligó a disponer de todos los
fondos de la Administración, para salvarlo de la cárcel.
Reunidos en número suficiente, comenzaba el jaleo, que se prolongaba hasta
las horas de la madrugada. Y tan pronto como uno de los areopagistas· disparaba sus versitos, se abría la espita; y versos propios y extraños diluviaban, declamados
de voz en cuello, ante los paseantes que se iban deteniendo para escucharnos,
y de la propia Policía, que en vez de actuar en contra nuestra por desorden público,
se agregaba al coro y dictaminaba también sobre las estrofas de Rubén Darío,
Amado Nervo, Chocano, Prats, Cabrisas o Acosta. Y en aquellos modernos Jardines
de Academus, entre bromas y cuchufletas, se hacían comentarios sobre si lo mejor
de Nietzsche era Así hablaba · Sarathustra
o si Los Césares de la Decadencia, el
último panfleto de Vargas Vila, era el verdadero parque zoológico para
documentarse sobre la fauna de nuestros providenciales Hispano-americanos.
¡Bravos tiempos aquellos, de chalina negra al cuello, estómago ligero y bolsillos
ante los. cuales la campana de una máquina neumática se hubiese declarado en derrota,
cuando alardeábamos de ser unos perversos peligrosos, porque en algún soneto cantábamos
las “divinas embriagueces del opio y otros “paraísos artificiales”, que solo conocíamos
por Baudelaire!
Al filo de la media noche, un clamoreo se elevaba del cenáculo, que a
tales horas era integrado por bohemios empedernidos. Los admiradores profanos
se habían retirado ya, honestamente, al abrigo de sus hogares, y los iniciados
trabajábamos libremente. ¿Qué motivaba semejante algarabía de Aquelarre?
Sencillamente la llegada del Epónimo Seboruco,
que a esa hora rondaba los cafés circunvecinos, en los cuales le daban, todas
las noches, los “recortes” de los sándwiches de la venta del día.
Envuelto en su eterno levitón negro y lleno de
manchas grasientas; rechoncho, de cara frailuna y picada de viruelas, aparecía
la madre de aguas del vanguardismo; sonriendo satisfecho por la clamorosa
ovación y saludándonos con el título de colegas.
Por lo regular, venía relamiendo los restos de
un merengue, que esparruzara en su rostro algún chusco malévolo, y que él
rescataba, filosóficamente, llevándoselo con los dedos a su bocaza voraz.
¡Seboruco! ¡Seboruco! -gritaba el alegre
corrillo, haciendo hueco para situar en el centro al héroe de la noche-.
Recítanos la Oda al Pulpo, el
trichimicrobiado-cosmogónico-ígneo-aéreo-fecundo-favonio-fulmina Naturaleza.
Y la gritería retumbaba en el silencio de la Ciudad Dormida, como una
irreverente insolencia.
La mónada del vanguardismo se resistía, para
avivar nuestro deseo, y al fin, declaraba que si le dábamos dos centavos cada
uno de nosotros, estaba dispuesto a complacernos. Ante esta pretensión, el
auditorio vibraba indignado.
-¿Cómo? -gritaba Justo Betancourt, coreado por
Juan Castelló, Cabrisas y Carlos Prats- a tanto descendió la poesía, que tú,
rapsoda vil, te atreves a cotizarla a tan bajo precio en la plaza pública?
En el fondo de esta indignación latía la tragedia,
pues la mayoría de los areopagitas no teníamos un kilo, y la petición de
Seboruco era un insulto a nuestra inopia. En definitiva, se pasaba balance y se
reunían algunos centavos, que nunca representaban la contribución de todos,
pues la mayor parte de las veces pagábamos, con nuestra palabra, de hacer
efectiva la cuestación en la próxima tertulia. Seboruco nos abría crédito,
gentilmente, y pasado ese escollo, comenzaba el recital.
Seboruco declamaba:
¡Estúpido animal! ¿Por qué naciste?
Sal de la cueva:
¿No ves que el toro embiste?
Estos tres renglones era todo lo
que el calificaba de Oda al pulpo.
Después seguía desarrollando la película y nos disparaba:
Cuatro ruedas tiene un coche,
con mucha melancolía.
El sol alumbra de día,
La luna alumbra de noche.
Y aquello de:
Sale el sol por el Oriente:
Malanga, yuca y boniato.
Los sin narices, son ñatos,
y el tiburón come gente.
Cerrando triunfalmente el
recital, con su formidable:
Fulmina
naturaleza
sus fulgores diamantinos.
De Febo, por los caminos,
la luz a brillar empieza.
Todo se oye con firmeza:
Las gallinas: ¡cloc, cloc,
cloc!
Los pollitos: ¡pío, pío!
Los gallos: ¡la Libertad!
Y muere cristo en la cruz,
por salvar la humanidad.
Un día apareció en el diario La
Nueva Aurora, de la propiedad y dirección de Corpus Iraeta, la genialidad
seboruquina, titulada:
ESTRAMBOTE SONETO
(a Joaquín Cataneo Concreto)
¡Joaquín Cataneo! De Bemba oriundo (1)
De Celso Cuellar alguacilísimo.
Orador, voz de flautín profundo.
¡No seas tan majadero!
Tu hermano, el vate imán
Antonio Sánchez Alemán.
El escándalo que tal seborucazo produjo, fue
de órdago. Y, las bromas de amigos y camaradas me hicieron perder los estribos,
sobre todo, al saber que Seboruco había producido este catastrófico engendro, a
instancias de un grupo de correligionarios, que bufoneaban en torno al doctor
Rafael Iturralde, Gobernador entonces de Matanzas.
El ser Corpus del Areópago, a juicio mío, le
vedaba prestarse a complacer a mis rivales
en aspiraciones electivas, facilitando las páginas de su diario para
mortificarme. Con tal motivo, arremetí contra él, desde las columnas de El Jején, en un artículo “Tu quoque
Corpus”, lleno de hieles vindicativas, que motivó una réplica en La Nueva Aurora, que nos hizo perder la
amistad. A todas estas, Iturralde se desmorecía de risa, al enterarse de mi
indignación, que grité en todos los tonos, por los pasillos del Gobierno Provincial,
diciendo pestes de los bufones que entretenían los ocios del Gobernador, con
las miras de obtener su apoyo en las designaciones de candidatos a
Representantes. Al cabo, él mismo propició las paces entre Corpus y yo.
Pocos días después de estos sonados acontecimientos,
cruzaba yo por Matanzas, procedente de la Habana, en la comitiva del doctor
Alfredo Zayas, rumbo a Oriente, en calidad de orador, para la formidable
campaña presidencial Zayas-Mendieta del año 1916.
Entre los que concurrieron a saludar a los
viajeros, algunos, con la intención de una víbora, le dio un ejemplar de La Nueva
Aurora al doctor Zayas para que éste leyese los versitos que me traían endemoniado.
A mi costa se rio bastante en el transcurso del viaje: y el doctor Zayas, haciendo
gala de su erudita memoria, nos recitó varias composiciones de vates aseborucados,
pero declaró, que el autor del "Estrambote Soneto" era genial en el
disparate.
Seboruco, a fuer de trovador, era galante con
las damas, aunque la voz publica afirmaba, que a su mujer propia le propinaba
de vez en cuando unas palizas de “avance”, que temblaba el Parnaso. Y por las
tardes solía vérsele, al pie de las ventanas, donde irradiaban los rostros de
las sin par niñas matanceras, a quienes sofocaba la risa que les producían las
improvisaciones del “Trichimicrobiado” rapsoda.
Ya hace algunos años que este explorador de los mares del verso ignoto
fue a dar cuenta al Olimpo, de sus hazañas poéticas en este mundo.
Sus composiciones, que muchos recitan en la Atenas de Cuba, entre
regocijadas chirigotas, servirán un día de texto en las academias
vanguardistas, para que los alumnos sepan lo que es canela fina. Entonces, se
hará plena justicia al inmortal autor de "Fulmina Naturaleza", que
duerme su ultimo sueño en el romántico cementerio matancero, inmune ya al merengazo
nefando de un pícaro nocherniego.
Y los profesores exaltarán, merecidamente, la
figura del que supo ser Precursor iluminado, desbrozando el Camino de la poesía
nueva ante un grupo retardatario de míseros poetas matanceros, mientras se
comía los restos de un merengue, esparruzado en su rostro.
Y engendraba la tragedia, exigiendo, para ilustrarlos,
en los secretos de la métrica futurista, una cuestación de dos kilos
"per-cápita", mientras, en la serena bóveda, los astros de la media
noche reían socarronamente, y en el impresionante silencio, Matanzas era
interrumpida en su sueño por la irreverente algarabía de un Areópago Bohemio,
jacarandoso y erudito, que había adoptado, · como máxima filosófica, la de
Nihil Admirari.
La Habana, Marzo 1934.
Bohemia,
1 de abril, 1934, pp. 8, 62 y 63.
* Poeta y periodista matancero. Natural de Jovellanos. Miembro de la tertulia El Areópago Bohemio, que integrara a los principales escritores e intelectuales de Matanzas en las décadas de 1910 y 1920. Fue director propietario de la revista yumurina El Fanal. Se trasladó a La Habana en 1929 y colaboró en diferentes publicaciones: Diario de la Marina, El País, Bohemia, entre otras.
* Poeta y periodista matancero. Natural de Jovellanos. Miembro de la tertulia El Areópago Bohemio, que integrara a los principales escritores e intelectuales de Matanzas en las décadas de 1910 y 1920. Fue director propietario de la revista yumurina El Fanal. Se trasladó a La Habana en 1929 y colaboró en diferentes publicaciones: Diario de la Marina, El País, Bohemia, entre otras.
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