Páginas

miércoles, 15 de mayo de 2019

De Brull y el grupo de La Habana.




 De Pedro Henríquez Ureña a Alfonso Reyes

La Habana, 8 de mayo de 1914.

 (…) si no fuera por este ambiente íntimo, nunca me habría gustado Cuba como ahora. Será, en parte, porque mi prestigio actual hace que todo el mundo trate de halagarme. Pero es también porque he hallado ahora una juventud que no había aparecido aún en 1911 y muy superior a la que entonces se formaba, ya que se ha unido rápidamente a mí, en sus elementos superiores. Hasta ahora he seleccionado a cuatro, con los que formado la capilla que se reúne los domingos (comenzamos el domingo último) en la opulenta casa de Gustavo Sánchez Galarraga, y que también suele unirse, durante la semana, entre el Prado y el Malecón. De este grupo veo diariamente a uno, o a dos, o a tres. El más realizado es José María Chacón y Calvo, cuyos trabajos ya conoces: te agradece mucho tu carta y atenciones. Es un erudito en literatura española y cubana. Muchacho excelente; grueso y desgarbado; tímido y con apariencias de apacible, pero apasionado hasta la ira por don Marcelino, y con el gracioso defecto de ser muy puntilloso en materia social: es cuatro veces Conde, y no tiene dinero (apenas comienza a ejercer de abogado); de ahí, tal vez, sus temores sobre la conducta que los demás observan con él, en el sentido de que pudieran hacerle el menor desdén. Chacón es el que, con más facilidad, con un poco de más barnices clásicos y sajones y un mucho más de modernismo, podría sumarse a nosotros. También necesitaría adaptarse a nuestra gimnasia intelectual humorística.
 En esto último le aventaja Gustavo Sánchez Galarraga. Es el más ágil, el más curioso de ideas y de almas, el más aficionado a la conversación y a la digresión (en los sentidos ingleses de estas cosas ¿—recuerdas a George Moore y a Howells?—). Ha leído menos a fondo que Chacón, pero se ha interesado más variamente. También le ha faltado: método, por una parte; ejercicio de sutileza y elegancia, para las que tiene facultades, por la otra. También le faltan idiomas: mientras que Chacón conoce los clásicos, y los otros dos el inglés. Sánchez Galarraga es poeta y dramaturgo: conozco comedias suyas que indican muchas facultades. Creo haberte dicho que es, entre todos, el que más sugiere al mexicano, y que recuerda mucho, aunque no con detalles precisos, sino con la indiscutible impresión general, a Antonio Álvarez Cortina: es verdad que a éste no lo alcanzaste.
 Luis Baralt y Zacharie es el filósofo. Cultura vasta, pero escritor prosaico. Es el que tiene más aplomo, y nació, con la cabeza hecha, en casa de intelectuales políglotos, un tanto cuanto internacionales; el padre es tan buen orador en inglés como en castellano; la madre, escritora, es franco-yankee-cubana.
 El que realiza menos es Mariano Brull, poeta vacío y poco hábil, pero realmente modernista: tiene sólo dos o tres versos buenos, pero esos son dignos de González Martínez. Lee, en inglés, a Dante Gabriel Rossetti y a William Morris. Sobre esta gente quise hacer un artículo para México; pero el bloqueo...
 Recuerdos.

 De Pedro Henríquez Ureña a Alfonso Reyes

La Habana, 21 de julio de 1914.

 (…) Apenas decidí irme, se me ha quitado lo neurasténico, y estoy más ocupado e interesado ya en todas las cosas. Voy diariamente a casa del dentista —ocupación es— y el trabajo durará mucho todavía, pues son once arreglos. Voy también diariamente a los baños de mar, y nado. Ya empiezo a salir mar afuera. Sabes que los baños de mar con ejercicio se toman de una hora o más.
 Van conmigo a los baños Brull, el poeta de los sonetos afrancesados; Pancho Castellanos, el primo de Carmelina; y Jorge Juan Crespo, el secretario de la Legación Mexicana. Castellanos es hijo de José Lorenzo, personaje muy significativo aquí política y socialmente; goza fama de exquisito, y es realmente de trato suavísimo y de aficiones altas: música, toca y compone cosas delicadas, literatura, filosofía (Stevenson, por ejemplo). Tiene una grave drawback: excesivamente pesimista respecto de sí mismo, modesto en el antiguo sentido de la palabra. Eso le impide lanzarse, pero acaso lo haga al fin. Naturalmente, le sirvo de estímulo. Hará, para ser doctor en derecho público, una tesis sobre ciertas ideas de José Antonio Saco, el más famoso de los prosistas cubanos, es decir, tesis cubana, como aquí se suele hacer.
 A casa de Castellanos viene Chacón, de su veraneo de Santa María del Rosario, a pasarse de sábado a lunes, todas las semanas. Chacón es demasiado ingenuo y lleno de estorbos pequeños y grandes: su catolicismo, sus suspicacias de noble arruinado (sus verdaderos títulos no son lo que creo haberte dicho, sino éstos, que él confesó: Marqués de Casa Calderón, título que ya no tiene, porque un peruano, acaso pariente de Francisco y Ventura, y con derechos en segundo lugar, pagó las contribuciones a la corona de España, y Chacón perdió sus derechos; Conde de Casa Bayona; Vizconde de San Blas; Vizconde de Santibáñez, y Barón de Kessel); tiene costumbres de anciano: horas fijas, drogas, y molestias por el estilo. Eso impide la amistad al modo nuestro, aunque no la intimidad relativa ni la franqueza. En cambio la amistad de Brull es un remanso: es la discreción misma, y tan suave como Castellanos. Tengo empeño en dejarle la cabeza en vías de ordenación antes de irme. ¿Qué descubres?
 Crespo de la Serna, ya sabes, no es inteligente, pero gusta de las artes y dibuja un poco. Está casado con Julieta Iglesias, que es de otra familia conocida: ella misma estuvo de moda, y más aún su hermana María, la belleza de la casa. Esta, que tendrá unos veintiséis años, y va a casarse, es ahora una figura seria y suave, que entrará fácilmente en el papel de matrona. Todas ellas son cultas, leen en diversos idiomas, y se interesan por todo lo intelectual a pesar de que en la familia no hay un intelectual, ni el padre (que es abogado socio de Lanuza), ni el hermano Emilito, ni propiamente los yernos, Crespo y Eduardo Desvernine, hermano del famoso abogado y ministro Pablo Desvernine, y profesor de lógica en el Instituto (Preparatoria). (….)

 De Alfonso Reyes a Pedro Henríquez Ureña

París, julio 22 de 1914.

 Pedro: Recibida tu carta sobre Brull (…)



 De Pedro Henríquez Ureña a Alfonso Reyes

La Habana, 6 de agosto de 1914

 (…) Mi mundo intelectual de aquí ahora desanimado (por la costumbre de tratarlo; quiero decir, desanimado a mis ojos, por falta de novedad) y reducido (por la ausencia). Hay menos armonía aún de la que yo esperaba. Pero hay hechos muy curiosos, como los relacionados con tus versos. En los de Brull es notoria ya la influencia de la “Salutación al romero”: en más de una poesía de las nuevas. Chacón, tan reacio al modernismo, se llenó, sin embargo, de la “Salutación”, y en una de sus noches de Santa María del Rosario, en que creyó que se moría, por enfermedad del estómago, se puso a recordar cristianamente todo lo más importante de su vida y sus mejores impresiones estéticas, y se acordó de su confesor, y de don Marcelino, y de no sé qué otras cosas, y entre ellas la “Salutación”, de la cual sabía versos. Castellanos, para quien tienen especial fascinación aquellos versos tuyos familiares:

 De una amistad naciente alentador anuncio..., 

 se ha hecho recitar varias veces la “Salutación”, y una vez despertó de un sueño poniéndole música a unos versos tuyos (que él inventaba en sueños, por supuesto).

 (…) Tu carta no me resuelve el problema de los versos de Brull. Para mí, ya he resuelto favorablemente. Ahora creo que hay una necesidad: la de publicarle algunos versos (que te envío adjuntos, en versiones definitivas) en La Revista América, aunque sea en la sección inicial: mejor diré, ahí precisamente, para no suscitar dificultades, y que se haga pronto. Es una necesidad moral. (De moral no individual, sino social, o amistosa. Brull está necesitado de autoridad entre sus amigos.) Para que produzca efecto, se necesita que no sea con ditirambo (…).
 Se trata de una situación en que se halla colocado Brull entre los amigos de aquí que me lo presentaron: he encontrado que, después de introducirlo como un íntimo y de ponerlo por las nubes consideran, en el fondo lo consideran inferior y son hostiles a todo lo que dice, aunque siguen considerando buenos sus versos y sus sentimientos. En esto ha venido mezclándose cierto elemento femenino, que constituye una historia, novelesca a ratos, y en otros ratos extraña. De estas cosas te contaré en París: para escritas son largas, y las personas te interesan poco si no es en conversación.
 De paso: Castellanos es psicológicamente uno de los seres más interesantes que he conocido. Ya hablaremos en París... si se acaba la guerra. Él conoce, por la señora de Ros, tu matrimonio, y siempre ha atribuido la queja de las mujeres de su familia al despecho: considera que hubiera sido un grave error tuyo cambiar lo que yo describo por su insignificante y vanidosa prima. Ros, que es abogado, es uno de los hombres más sonrientemente latosos de La Habana. El bufete de Castellanos (padre) es curioso: hay allí (¿te lo dije ya?) un literatoide trágico. Sí, recuerdo habértelo descrito a propósito de tu “Nervo”.
 (…) En verso, estoy seguro que tú debes sustituir a González Martínez. Después de éste, en edad, no hay poeta que haya producido las impresiones que despierta tu “Salutación al romero”: en México, y en grupitos de Cuba y de Santo Domingo. Vuelve a publicar versos, en los periódicos europeos, y en 1915 acaso debas lanzar un libro de ellos. Pero antes ha de acostumbrarse el público. (…)

 De Pedro Henríquez Ureña a Alfonso Reyes,

 La Habana, 10 de agosto de 1914.

 Alfonso: Conservé la carta anterior porque he estado esperando que Brull me dé las versiones definitivas de sus versos para enviártelos. Al fin sólo tengo tres. Luego irá el cuarto soneto. Espero que lograrás hacerlo figurar en La Revista de América, y si no, en otra. Supongo que no necesitas datos si hay que hacer ditirambo. Brull no tiene biografía; veintidós años; poesía desusada en Cuba; abogado, doctor por la Universidad de La Habana, pero creo que eso no tiene para qué saberse; libro próximo: Interior.
 (…) Al fin Pancho Castellanos me ha resultado metafísico. Entre otras cosas, ha escrito esta divagación, más extravagante que todo lo nuestro de México, de la que te cito trozos:
 “Cuando situamos nuestro ser fuera del espacio —las pupilas vacías, y la mirada inerte, que se fija más allá de las cosas— el otro ¿dónde está?
 “¡Complicaciones! El otro es uno mismo.
 “Porque aun si está presente, lo disolvéis en vosotros, lo asimiláis
a vuestros propios sentimientos, le impondréis ¡oh dichosos! la luz de vuestra luz.
 “¿La luna es disolvente? Adora los matices hasta absorberlos todos para sí. El sol que los reparte —el sol, y su insolencia disociadora, ¿a qué rincón no llega para diferenciarlo?
“¡El otro! El otro es uno mismo. En el minuto quieto e inesperado,
‘todo es uno y lo mismo.”
 Sigue, más complicado. ¿No te parece que La Habana se pone interesante?
 La dirección del doctor Enrique Lavedan es Amargura 36, Guanabacoa, Provincia de La Habana, Cuba.
 Haz que llegue pronto El Fígaro con mi artículo a Rufino.
 Saludos.
 Pedro                            


 De Alfonso Reyes a Pedro Henríquez Ureña

París, 24 de agosto de 1914.

 Pedro: Ya escrita y cerrada mi anodina carta anterior —escrita por necesidad de comunicarme contigo—, recibo una tuya muy simpática, en que me envías versos de Brull. Como verías, casi había yo llegado a tus conclusiones. Sin embargo, seguiré investigando, al menos mantendré alerta la voluntad investigadora. Por desgracia, para los efectos de la publicación, no estoy relacionado con el repugnante Mundial, y La Revista de América está en sueños. ¿No te has dado cuenta de que toda la actividad se ha suspendido en provecho de la guerra? A través de Ventura, sin embargo, procuraré algo en España ¿te parece bien? El poeta me parece realmente excelente. Él y la metafísica de Castellanos me sorprenden en Cuba. Ya se podrá decir La Habana de Brull y Castellanos, la Londres de Wilde o la México de Alfonso Reyes. (…)
 Me interesa lo que me dices sobre los efectos de mi “Salutación” en La Habana y en Santa María del Rosario. Yo, cuando estoy solo, tiendo a creer que estoy perdido como poeta y a no hacer versos. Efectos de la crisis parisiense. Ya pasará. Pensaré en la posibilidad de hacer un tomo para el año que entra; sino que esta maldecida guerra. 
 ¿Por qué no le exiges a Chacón que escriba una cosa (cualquiera, lo que él quiera, el nombre sólo la producirá) con este título: Noches de Santa María del Rosario? (…)

 De Pedro Henríquez Ureña a Alfonso Reyes

La Habana, 4 de septiembre de 1914

 Hablé hoy con Roig y veo que quisiera corresponsal en Madrid. Su ideal es Ventura, pero ya sabe que tiene compromiso en Madrid con El Fígaro. Ha pensado en que, si tú pasaras a Madrid... Pero tiene cierto temor de tu seriedad. Roig no es sutil, confunde tu humorismo metafísico con la seriedad. Y realmente es una forma de seriedad, porque exige cultura y sutileza previas. Ventura, aunque tiene muy buen sabor para la gente de libros, está más al alcance de todos, porque su humorismo es más humano, psicológico y no metafísico. Y acaso también porque tiene mucha alusión a las mujeres, cosa que, por muy sutil que sea, casi siempre se entiende. En fin, que no cabe duda que Ventura ha realizado un tipo difícil de superar. Emilito Roig no halla bien con quién sustituirlo. (Yo creía que habrían renunciado a la idea del corresponsal, pero hoy supe que no. Gráfico, que debe ser ameno, carece de amenidad, y desean dársela a todo trance. Y amenidad comprensible en La Habana, ciudad sin ideas complejas.) Si tú realmente pasaras a Madrid creo que se decidirían por ti. Escribe, y envía, desde ahora cosas de la calle, aligeradas de libros y de metafísica y de gracianismo. Las repartiré entre Gráfico y El Fígaro, donde también desean amenidad. Lo serio debe ser sólo para Cuba Contemporánea. En El Fígaro, celosos de Gráfico, empiezan a mostrar intenciones eco nómicas hacia ti. Envía, pues (…)
 Estuve, como de costumbre, con Pancho Castellanos y Mariano Brull. Este me leyó versos con cosas excelentes, que te envío (deberán quedar inéditos por ahora) como muestra de un per perfeccionamiento grande. Ya hay a ratos lo que yo tanto le deseaba: acuñación (antes llamada palabra única). Según la previsión de Camila, le ha hecho bien la lectura de González Martínez, aunque todavía lo conoce poco. Tú dirás que ha influido demasiado. En efecto: no hay una sola reminiscencia verbal, y sin embargo, el tono es idéntico. Pero la tendencia no es exactamente la misma: Brull es más enemigo de la influencia exterior; pide más que todo se saque de sí mismo. No he querido que se me dediquen los versos, a pesar de la casi alusión final. Prefiero esperar algo todavía más personal, más allá de González Martínez.
 ¿Tienes libros de Aurelia Castillo de González, que envió, en pago de Conferencias?

Que la vida sea amarga, que haya melancolía...
Nada impida tu intento. Esquiva el hado adverso.
Que llene tu existencia siempre la poesía
como ha de rebosar el molde de tu verso.
Con los ojos cerrados mira todo en ti mismo;
la mujer que no has visto, la ciudad que no existe;
y al abrirlos, tus ojos verán en espejismo
que ya la vida es toda como tú la quisiste.
No será entonces nada de nuestro ser distinto
y todo será unánime: el gusano y la flor;
y viviremos siempre sin salir del recinto
de la luz que proyecta nuestro reino interior.
No cegará tus ojos el esplendor del mundo
y pasarás, sonámbulo, absorto en tu universo
mientras late tu alma en el ritmo profundo
que toma de la vida el alma de tu verso.
Nada sobre la tierra te será indiferente;
mirarás a las cosas con mirada segura;
serás luna, en la luna que baja hasta la fuente
serás llama en la llama que sube hasta la altura.
Sólo sabrás de dos cosas: de amor y de belleza.
Lo demás... nada importa. Toda la vida es
amar; sentir lo bello, tener una tristeza
para que un alma hermana nos la cure después.

Mariano Brull


 Alfonso Reyes/Pedro Henríquez Ureña. Correspondencia. 1907-1914. Ed. José Luis Martínez. Biblioteca Americana, FCE. 1986.

No hay comentarios:

Publicar un comentario