El
poema que ofrecemos a nuestros lectores, obra de singular belleza y sugerente
simbolismo, fue publicado por vez primera en la importante revista de Nueva
York, "The Forum", y constituyó para su autor, el poeta de Nicaragua
Salomón de la Selva, una verdadera consagración literaria. Después, en unión de
otros poemas, vino a formar el admirable libro "Tropical Town and other
poems", de un alto grado de
excelencia por la riqueza de los temas y la pureza y frescura del entusiasmo lírico.
Salomón de la Selva ofrece el caso raro en las letras hispano-americanas, del
escritor apropiadamente bilingüe, es decir, del que no sólo maneja con poca
usual maestría dos instrumentos fonéticos de arte tan distintos, como el inglés
y el castellano, sino que en él se funden, para formar una compleja
personalidad artística, las virtudes y las tradiciones poéticas de dos razas y
de dos culturas.
Por
su culto a los valores estéticos, por la vasta gama de su sensibilidad y por su
weltanschauung, es quizás un poeta nórdico: pero su poesía no es brumosa, ni
perezosamente ensimismada, ni es, por esencia, simbólica y trascendental: más bien
predomina en ella el sentido meridional de la armonía y la claridad
mediterránea", y está toda plena de la vibración cordial del entusiasmo juvenil,
de un ímpetu lírico apasionado y fluyente.
Tal se nos muestra con atornasolada gama, de color y sensibilidad, en sus
poemas más íntimos, —acaso los más representativos—, y en la cálida limpidez
vernal de sus poemas del Trópico, —acaso los de sabor más exótico para los
lectores ingleses.
Así Salomón de la Selva, poeta en lengua inglesa
o poeta en lengua castellana, es siempre algo singular, —singular por lo
genuino de sus valores poéticos y por la pureza y frescura de su emoción
lírica. Sin ser extravagante, es nuevo, porque posee las virtudes renovadoras
de todas los temas eternos y ese don —tan raro en nuestros poetas de hoy— de
hacer de la obra de arte, cauce y espejo, donde rebose y se refleje la cálida afluencia
de la vida.
Con todo, no es difícil notar en él, aún al
través de la urdimbre de las intercruzadas influencias que han precedido a su
formación, la efervescencia de un temperamento meridional hirviendo bajo el
sereno bronce de sus poemas ingleses, como las erupciones de los volcanes
submarinos bajo
la tranquila superficie del mar.
De
su riqueza de imaginación, de seguro instinto
para la percepción de la belleza y de ese su apasionado acento lírico, —tan
lleno de sugestivo poder por lo ingenuo y sabio al mismo tiempo— nos da una
buena muestra el magnífico "Cuento del País de las Hadas", que un
hermano suyo en Apolo, el poeta cubano Mariano Brull, ha querido contarnos en
castellano en su vibrante acento lírico.
Mientras
estaba en mi lecho en plácida inacción
A
deslumbrarme vino una hermosa visión.
Y
me quedé acostado por todo el día, en tanto
Hilaba
bellas voces en la malla de un canto.
(Y
olvidé todo: el hambre, y el fracasado empeño
Que
me hizo ansiar la noche del infinito sueño.)
Ningún
tapiz antiguo asemejar pudiera
Con
aquel, que, a mis ojos, maravilloso era.
Porque
en voces de púrpura, porque en voces de oro deslumbrador
Y
en palabras de sedas y de plata, se decía, el Amor
Y
ostentaba figuras de sorprendentes trazos
De
dioses y de hombres, de auroras y de ocasos.
Ahí
estaban los símbolos de Merlín como en luz
De
misterio: el Rebaño, las Palomas, la Cruz...
Y
un laberinto áspero de intrincado camino
Donde
se deshilaba el hilo del destino.
Y
voces como rosas; y de sones altivos
Como
un súbito vuelo de pájaros esquivos.
Y
esas voces agrestes, que, cual hojas al viento
Murmuran
en los versos con un trémulo acento.
Una
palabra casta, helada de misterio.
Era
la luna en el palacio de su cautiverio.
Otra,
era el sol: redonda, cálida, deslumbrante,
Dejaba
un son de oro a su paso triunfante.
Otra,
suave, cual carne de virgen, rosiblanca;
Y
otra, el día y la noche sustentaba en su anca.
Todas
estas palabras tejí en un canto, atento:-
Un
tapiz de palabras que me trajo el contento.
Y
ya al fin terminado, —me dije— “De derecho
El
Rey debe comprarlo". Y salté de mi lecho.
"El
Rey lo comprará, y, en don de su realeza.
Hará
a todos los hombres merced de su belleza".
"Y
así, de día en día, su fama irá tan lejos
Que
hasta los ermitaños llegarán sus reflejos".
"Quienes
parando el rezo, dirán a prima hora:
¡Debe
ser más hermoso que el nacer de la aurora!"
"¡Dios
bendiga las manos que hicieron tal proeza
y
bendiga Dios el alma que soñó tanta belleza!"
Y
muchas veces, dije: "El Rey, para decora
Del
Palacio Real, comprará mi tesoro".
"Y
cuando alguna Reina de belleza única
A
visitarle fuera, él saldrá a recibirla con el tapiz por túnica".
"Y
le estará tan bien la soberana
Túnica,
como al lirio, el rocío en la mañana".
"Y
le estará tan bien, cual si el velo nocturno
Cayera
un día, en pleno, del vivo fulgor diurno".
"Le
quedará tan bien, como a la funda inerte
La
poderosa espada, cuyo toque es la muerte".
"Le
quedará tan bien, que, al verlo en su llegada
Se
sentirá la Reina como transfigurada".
"Y
el gran día de gloria de la fiesta nupcial
Estará
de dosel en el Tálamo Real."
Y
con mi tapiz lírico y el corazón contento
Al
Palacio llegué, tan veloz como el viento.
Y
hallé en la puerta un crítico que dijo, sin mohína:
"Podrá
el tapiz tener buen uso en la cocina.”
"O,
a más, podrá servir para que la fregona
Se
engalane; —usted ve— todo en él desentona."
"El
estilo es pedestre y el color es muy vivo".
—y
contraía sus labios, de ira, un gesto esquivo.—
"A
más, el tema es viejo. De haber usted vestido con mejor fantasía
Sus
ensueños, —a la usanza moderna— otra cosa sería".
"También,
el tema es vago. Debió ser definido
Muy
difícil sería encontrarle el sentido".
Y
así, con crueles bromas, quiso excitar la risa
Pero,
más cruel aún era, su taimada sonrisa.
"Como
sois joven, —dijo— aún podéis aprender para hacerlo mejor".
—Mi corazón, en tanto, sangraba de dolor.—
Y
como me acosaba el hambre, y yo era pobre,
Di
el tapiz de oro y plata por monedas de cobre.
Y
Seguí por la senda de tantos infelices
Hacia
el benigno río de los remansos grises.
Noches
después, la pálida Cenicienta vestía
La
tela que tejieron mis manos. —Y se decía
En
crónicas de Hadas, que en el Salón Real
Nunca
vieron los hombres magnificencia igual.
Y
vinieron romeros de países ignotos
Más
allá del desierto, y de mares remotos.
Porque
aquel que era amante del Amor, —se decía—
Le
llevaba a su alma la perfecta alegría.
Así,
Jasón intrépido, que al Amor hizo ofrendas
Realizó
mil hazañas, según griegos leyendas.
Y
así de mano en mano pasó el tapiz precioso
Aumentando
el encanto de su don prodigioso.
Pues
toda la belleza que el hombre anhela tanto,
La
gracia de los niños, el ímpetu del canto;
El
candor de las cosas que exalta el vivo anhelo
—Aunque
presas en tierra— de remontarse al cielo;
El
valor y la fe que a la mujer sustenta
Que
vence del dolor y a toda angustia afrenta;
Y
cuanto amé y sufrí, fue en el tapiz tejido:
Pero
sólo era dueño de él, el escogido:
El
que por amar mucho fuele dado, en consuelo,
Manos,
que, en tierra siembran, de las flores del cielo.
Así
fue, como a Cristo, que murió por amor,
Le
llevó Magdalena mi tapiz triunfador.
Con
él Arimatea, que, fiel, al trance asiste,
Al
descanso postrero entregó al Hombre Triste.
Cuando
el tercero día volvió de entre los muertos
Los
ojos de los hombres vieron, de asombro yertos,
Que
el tapiz que tejiera en horas de agonía
Y
de amor, de sus hombros, caía
Y
le estaba tan bien la soberana
Túnica,
como al lirio, el rocío en la mañana.
Y
le estaba tan bien, cual si el cielo nocturno
Cayera
sobre un día de intenso fulgor diurno.
Y
le estaba tan bien, como a la funda inerte
La
poderosa espada, cuyo toque es la muerte.
Y
El habrá de llevarlo en el Juicio Final,
Mientras
cantan los santos en el Trono Inmortal: —
“¡Dios
bendiga las manos que hicieron tal proeza
Y
bendiga Dios el alma que soñó tanta belleza!"
Traducción:
Mariano Brull
El mercurio peruano, vol IX, 1922, pp. 165-74.
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