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viernes, 12 de abril de 2019

Profesión de Salomón de la Selva

   


 Ernesto Cardenal


 Aunque Salomón de la Selva además de pertenecer al número de nuestros mejores poetas ha ocupado también un alto puesto en la literatura norteamericana, sin embargo es muy difícil presentarlo debidamente al público por ahora. Un retraimiento proverbial y una publicación muy escasa desde hace más de veinte años, lo hacen, tanto en su persona como en su obra, casi inaccesible.
 Nació en León en 1893, y su carácter profundamente exódico se revela ya a los trece años con su primer viaje a los Estados Unidos. Un segundo viaje a los diecinueve lo lleva más lejos aún; incorporándose ya a la lengua inglesa con sus primeras poesías. Entre los tres poetas de León que representan la sucesión más inmediata de Darío (Cortés, Pallais y Salomón de la Selva), tal vez sea este último quien al mismo tiempo está más cerca de la siguiente generación, la de Vanguardia, que trajo una poesía más nueva y representada también en Granada por otros tres poetas. Casi toda su poesía -al menos la que se conoce- está circunscrita a los años de la primera guerra mundial, años de transición entre una literatura y la otra. Desde esta guerra Salomón es a manera de puente entre las dos generaciones, haciendo la conexión entre Darío y los últimos. Precisamente a las puertas de esa guerra, su viaje de ida coincide en Nueva York con otro viaje de vuelta: el de Darío, que iba, ya exhausto, buscando la ciudad de León. Allí Salomón le muestra sus primeros poemas a Darío, cuando ya éste había recitado los últimos en la Universidad de Columbia. Darío se fue de los Estados Unidos pidiendo la paz, mientras Salomón se quedó para cantar la guerra. Un mismo mundo terminaba para el uno y comenzaba para el otro. Mientras en su poema a Nueva York, Rubén ya sólo había sabido poner una palabra: "Dolor, dolor, dolor", Salomón cantaba en inglés un nuevo día Panamericano: the new day dawned, o haciendo eco del mismo antiguo universalismo de Darío.

 "Watching to see, over the hills of New England,
  The rising ofthe universal moon".

 "Aguardando ver sobre las colinas de New England,
 La salida de la luna universal".

 Muy pronto en la Catedral de León a Alfonso Cortés y Atarías Pallais les tocaría hacer su iniciación literaria en las exequias de un gran poeta. Mientras tanto en ese mismo año Salomón publicaba en Nueva York las traducciones de ese poeta al inglés y sus propios poemas, y con un optimismo juvenil decía a la nueva generación de los Estados Unidos, recordando tal vez esas exequias de León: 
   
   …. that is my country,
   My Nicaragua, mother of great poets!"

 Con su primer libro, Tropical Town, publicado en 1918, Salomón ingresó a esa nueva generación literaria norteamericana que había nacido de la guerra; perteneció a círculos de buenos poetas, como el de Edna Sto Vincent Millay, y su nombre era incluido en las nuevas antologías. Había estudiado en Cornell. Sus poemas fueron publicados en muchas de las mejores revistas literarias del país, entre otras: Century, Harper's Monthly, Contemporary Verse, de Filadelfia; Poetry, la revista de Harriet Monroe de Chicago; World Tomorrow, Militia of Mercy y Pan American Poetry (revista esta última de la que él fue fundador y director, y que se publicaba bilingüe, en inglés y español).
 Aunque Tropical Town no pertenece por el idioma a la poesía nicaragüense, el nombre y el recuerdo del país están siempre presentes en sus poemas, unidos a veces al de New England, por la que el poeta sintió en un tiempo una ternura filial. Desde este nuevo clima, Salomón recuerda la ciudad tropical -León- con sus calles empedradas; el parque provinciano con su banda municipal, que toca los domingos; el cementerio y los fantasmas de las viejas casas; el campanero ciego de la Catedral, cuyas campanas una y otra vez resuenan con insistencia en sus poemas, con una inquietud y un temor religioso que nos recuerdan los de Rubén; los patios andaluces y las guitarras. A veces ponía, también en inglés, y con mucho éxito, pequeñas canciones folclóricas o poesías infantiles nicaragüenses que adquirían en la otra lengua un brillo poético inusitado. He aquí la ciudad:

  "Blue, pink and yellow houses, and, afar,
  The cemetery where the green trees are.

  Sometimes you see a hungry dog pass by,
  And there are always buzzards in the sky.
  Sometimes you hear the big cathedral bell,
  A blindman rings it; and sometimes you hear
  A rumbling ox-cart that brings wood to sello
  Else nothing ever breaks the ancient spell
  That holds the town asleep, save, once ayear,
  The Easter festival...

  I come from there,
  And when I tire of hoping, and despair
  Is heavy over me, my thoughts go far,
  Beyond that length of lazy street, to where
  The lonely green trees and the white graves are".

  "Casas de azul, rosa y amarillo, y a lo lejos,
  El cementerio, donde los verdes árboles están.

  A veces veis un perro hambriento pasar,
  Y hay siempre buitres en el cielo.
  A veces se oye la gran campana de la catedral,
  Un ciego la toca, ya veces se oye
  Una resonante carreta que trae la leña a vender.
  Nada más rompe el antiguo encantamiento

  Que mantiene la ciudad dormida,
  Salvo, una vez al año, por Pascua Florida... 
                                                          Yo vengo de allá,
  Y cuando me canso de esperar y la desesperanza
  Pesa sobre mí, mis pensamientos lejos se van,
  Más allá del final de la perezosa calle, a donde
 Los solitarios verdes árboles y las blancas tumbas están".

 Más adelante estas evocaciones fueron empañadas por la amenaza de la guerra. El poeta comienza a mirar cielos oscuros; el invierno ha empezado demasiado pronto en New England ese año, nos dice. En la primavera de 1917 lo vemos en un poema hacer entrenamientos militares en William College. El eco de estas marchas, de una juventud en guerra, se prolonga después hasta 1922 con la publicación de su segundo libro de poemas, ahora en español, en Méjico: El Soldado Desconocido, con portada de Diego Rivera.
  

 Continuando su destino cosmopolita, los poemas de este soldado vienen ahora de Flandes, el mismo que Pallais había visitado hacía poco por otros caminos y desde donde había seguido firmando todos sus versos desde entonces. Aunque el poeta afirma en el prólogo haber estado realmente en la guerra ("Explico que tuve la buena suerte de servir, voluntario, bajo la bandera del Rey Don Jorge V...") las fechas de los poemas de su libro anterior difícilmente dan lugar a que se le crea. Esa poesía, además, aunque a menudo realista, produce cierta impresión general de autobiografía ficticia. Flandes es para él una tierra confusa, llena de lodo y podredumbre, a menudo borrada por el humo y los gases y oculta por secretos militares. Su primer desembarco ha sido vagamente "en Bélgica o en Francia". En esa misma vaga tierra de nadie ("en Flandes o en Francia"), dice en el prólogo que han desenterrado al Soldado Desconocido, un soldado también de nadie. "Es barato y a todos satisface. No hay que darle pensión. No tiene nombre. Ni familia. Ni nada. Sólo patria". En sus poemas el poeta se asemeja también a ese soldado fantasma, en quien lo único verídico parece ser el recuerdo de su tierra. Con volubilidad juvenil canta lo mismo a la guerra que en contra de la guerra. El enemigo, siempre invisible, parece irreal y su novia que recuerda con el brillo de las bayonetas, tan irreal como el mismo enemigo.
 Hay un extraño sentimiento de vergüenza, casi enfermizo, que prevalece en toda esta poesía. El asco es su tema frecuente; el olor de la humanidad que no es a rosas y el no haber encontrado nunca el Jardín de Pieria; la presencia de lo sucio en todos sus sueños de belleza ("Cómo poder soñar contigo que eres bella...") o aquel temor a un beso póstumo de su novia:

   “¡No quieras que me tenga asco
    cuando me bese la boca!".

  En un estudio sobre Joaquín Pasos, Pablo Antonio Cuadra señalaba también lo feo como un elemento de la poesía de Joaquín; aunque éste, a diferencia de Salomón, recurría a la risa y al humor como una forma de escape. Esta risa de escape, Pablo Antonio Cuadra la encontraba característicamente nicaragüense y la ilustrada con una fábula profundamente nacional: el Pájaro del Dulce Encanto. Este pájaro, de nombre indiscutiblemente poético, cuenta la leyenda que se convierte en excremento y el pueblo lo usa para burlar la candidez de los niños, haciéndolos soñar por un momento con él. La broma de esta sucia ave es la expresión más exacta del pueblo nicaragüense, uno de los más desengañados que se conoce y de más sucio y burlesco vocabulario. Y precisamente sobre este punto hay un detalle muy significativo en un poema de Salomón: Enumerando una serie de pájaros míticos, como el faisán, el fénix y el quetzal de Guatemala, cita entre ellos también el Pájaro del Dulce Encanto de Nicaragua. Evidentemente, el poeta nunca supo -o lo olvidó después, que es más probable- el desenlace de la fábula. De la misma manera, cuando ese Dulce Encanto se le deshace en la realidad, ha olvidado también reír.
   Salomón desentierra al Soldado Desconocido en los campos de batalla para cantar en ese cuerpo, que no importa de quién sea, el sufrimiento humano. Ese cuerpo que después es erigido en monumento, en un ataúd bien cerrado, "para que no se escape ningún mal olor", según sus propias palabras. En la indignación con que él quiere reivindicar ese sufrimiento parece oírse el eco de un inmenso ejército de esqueletos que Carl Sandburg vio marchar a lo largo de Pensilvania Avenue, un día que celebraban la ceremonia del Soldado Desconocido:

    "The honorable orators,
    Always the honorable orators,
    Buttoning the buttons on their prinz alberts,
    Pronouncing the syllables "sac-ri-fice',  
    Juggling those bitter salt -soaked syllables-
    Do the ever gag with hot ashes in their mouths?
    Do their tongues shrivel with a pain of fire
    Across those simple syllables 'sac-ri-fice'?"

   "Los honorables oradores,
   Siempre los honorables oradores,
   Abotonando los botones de sus príncipe-albertos,
   Pronunciando las sílabas 'sa-cri-fi-cio',
   Haciendo trampas con esas amargas sal -empapadas sílabas-
  ¿Alguna vez sienten asco con cenizas calientes en sus bocas?
   ¿Se retuercen sus lenguas con un dolor de fuego
   A través de esas sencillas sílabas 'sa-cri-fi-cio'?"

   En el prólogo de El Soldado Desconocido el poeta había dicho que él mismo pudo haber sido ese soldado. Y realmente, después de la publicación de su libro parece que él ha querido desaparecer al igual que ese soldado se había desvanecido en la guerra. El conocimiento que tenemos de él, por tanto, es tan sólo el de su poesía de juventud. Conocimiento incompleto, como una fotografía de juventud que la revista neoyorquina Bookman publicara de él en 1918, considerándolo entre los nuevos poetas que salían de la guerra y una esperanza en la literatura de los Estados Unidos. Su poesía apareció al final de una época y desapareció al comienzo de otra, en 1922, precisamente el año más fecundo en el nacimiento de nuevos poetas en la historia de Hispanoamérica.
  En 1933 fundó y dirigió en Panamá un semanario bilingüe, Digesto Latinoamericano, en compañía de Carleton Beals, famoso periodista norteamericano cuyo nombre anduvo mucho tiempo unido al de Sandino, siendo el único reportero extranjero que entrevistara al rebelde nicaragüense. El y Salomón de la Selva fueron defensores de Sandino, tanto en la prensa hispanoamericana como en la de Estados Unidos. Después ha pasado a vivir a Méjico, rodeado de la más misteriosa oscuridad, donde desde hace poco algunos han creído ver en él, detrás de esa oscuridad, una fabulosa influencia política. Sus publicaciones en revistas mejicanas han sido sumamente escasas, aunque se sabe de muchas obras suyas en prosa y verso que están ocultas o han sido perdidas.
  Su reclusión tal vez se deba a ese extraño sentimiento de culto a la vergüenza que se trasluce en El Soldado Desconocido y que vemos aparecer, más tarde, a través de la Sonata de Alejandro Hamilton. En un poema de escaso valor literario sobre el presidente Roosevelt, significativamente titulado Defensa del Pudor (publicado en pudorosa edición de 50 ejemplares), el poeta descubría también una vergüenza secreta y un insospechable rubor en el poderoso Presidente con motivo de su parálisis. Tal vez esta sea la causa de su extraño silencio, la misma por la cual calló su profesión de poeta, cuando al entrar en el ejército a cada uno le preguntaban la suya:
     "Decirlo
      Me daría vergüenza".
  Salomón de la Selva no nos dice finalmente qué profesión reveló él cuando entró en el ejército. Tal vez no reveló ninguna. Pero su profesión era, no cabe duda: El Soldado Desconocido.

   
   "Salomón de la Selva"[1949], El viaje a nado. 1980.


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