(Esquilo)
Por muchas vueltas que le des al mito,
su sentido no cambia,
sea que Glauco aleccionó a sus yeguas
a comer carne humana
y cuando les faltó lo devoraron,
sea que no por hambre enloquecieron
sino de haber pacido
hierba no acostumbrada, maldecida,
o colmado la sed a grades sorbos
de abrevadero mágico,
sea por fin, de modo
más claro, que Afrodita vengativa
(porque Glauco pensaba
que teniéndolas vírgenes más bellas
crecerían) de furia
les inyectó los ojos y los dientes.
Prudente yo, a mis bestias
no de otra manera domeñables,
les doy a tiempo
lirios de largo tallo y rosas,
con miel, de carne tierna.
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