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domingo, 15 de abril de 2018

Barrio de Desamparados


 Ángel Lázaro

 Barrio de Desamparados
con su Alameda de Paula,
donde huele por las noches
a caoba recién cortada.

Sueña el mar junto a los muelles
con la luna fría y blanca
y al agitarse en su sueño
lo aquieta una brisa cálida.

Hacia el rincón de un café
templa un viejo su guitarra,
y el corro de bebedores
junto al mostrador se calla.

En la accesoria, en penumbra,
llena de viejas estampas,
con una cama en el fondo,
hay una negra sentada.

La casa, de añil y rosa,
con las tejas arruinadas,
tiene una reja y un caño
negro del tiempo y del agua.

Venían dos marineros
de pechera negra y blanca;
se pintaban en el muro
sus figuras alargadas.

Y allá arriba, en un balcón
—el pelo sobre la bata—,
de pechos sobre la piedra,
una mujer esperaba.

Barrio de Desamparados,
con sus negras centenarias
fumando cigarros puros
debajo de las ventanas.

A veces se ven mujeres
que van igual que sonámbulas,
mientras se enciende la calle
de acechos y de miradas.

Callejones con farolas
que apaga la luz del alba,
con una sombra en la esquina
inmóvil y recortada.

Barrio de Desamparados,
calles de Luz y de Damas,
con rostros y con siseos
ahogados tras las persianas.

Barrio, tú tienes de noche
la voz dormida y lejana
que viene de allá, del Sur
de nuestros pueblos de España.



 Ultra. Cultura contemporánea, Vol.1, Núm. 2, p. 1937; y en Romances de Cuba, Edición Especial, La Habana, 1937. 



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