¿Deben votar los idiotas? Esta es una cuestión
de interés palpitante, después de la publicación del decreto disolvente. Los más ilustres magistrados franceses han
declarado que no hay razón alguna para negar el voto a los idiotas.
Dicen los sesudos varones: En primer lugar no
estamos seguros de que no haya precedentes. ¿Quién puede afirmar que no haya
idiotas que voten? Nosotros no sabemos nada; pero nos lo podemos figurar,
puesto que hay idiotas que son elegidos. ¡Sería chocante que un Imbécil,
pudiendo ser elegido y siéndolo muchas veces, no pudiera ser elector! Negar el
voto a los idiotas sería lo mismo que admitir a las mujeres en una asamblea y
no dejarlas votar.
Esto se cae por su propio peso.
Los que oyeron a Salomón, aseguran que hablaba
como los propios ángeles, cada vez que bostezaba se le salía una sentencia por la
boca.
Pues bien; hay que confesar que los
magistrados franceses han hablado con el cantor de los cantares.
Su juicio es salomónico, no por lo retorcido:
“La debilidad de espíritu, con arreglo al
decreto de 1852, no es incompatible con el ejercicio del derecho electoral”.
Los pobres de espíritu son bienaventurados, y
no se les debe negar ningún derecho. Además, como decía el susodicho Salomón,
el número de los tontos es infinito.
Si se les prohíbe votar, ¿quiénes van a hacer
las elecciones?
El
Veterano, Año II, No. 20, 29 de mayo de 1910, p. 11.
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