Francisco de Paula Grima
Desde el mes de Junio de 1871 oímos decir que
en algunas fincas de las inmediaciones y en otras muchas más lejanas, se había
presentado esa enfermedad en forma epidémica y haciendo numerosas víctimas: el
facultativo que hace esta declaración no había visto a ningún enfermo atacado
de ese mal, hasta que a mediados del expresado mes tuvo oportunidad de observar
muchos casos en el ingenio Concepción.
El día 10 de Julio entró en la enfermería del Antonia el moreno Agustín, criollo,
quejándose de fuertes dolores articulares, de gran pesantez en todo el cuerpo:
tenía los pies un poco hinchados: a los dos días de estar en la enfermería la
hinchazón había invadido todas las extremidades inferiores y parte del vientre,
sin que pudiera explicarse ese derrame por lesión orgánica alguna: en poco
tiempo más la hinchazón se apoderó de todo el cuerpo, y en medio de las mayores
angustias falleció, el día 24 del mismo mes.
Al finalizar este, entraron en la enfermería los
negros Cándido, Ramón, Esteban y Luciano, alquilados, y Marcial, criollo, de la
dotación de la finca, con los síntomas referidos, con más hinchazón de las
extremidades inferiores, cuya hinchazón, decían ellos, les sobrevino de
repente. Se quejaban de dificultad para los movimientos, de dolores agudos en
las principales articulaciones; se advertía en ellos un abatimiento que
inspiraba cuidado.
En el mes de Agosto continuaron
presentándose varios negros acusando mal estar general, dolores articulares,
dificultad para moverse, tristeza y malas digestiones: en dicho mes ingresaron
con el beriberi bien declarado Aniceto y Antonio, criollos, Rosalía, ganga;
esclavos propios del ingenio, y Eusebio alquilado.
En Setiembre se presentaron con
el mal muy manifiesto los morenos Donato, Eusebio, Cristóbal, Simón y Juan,
criollos, todos de la finca, los que llegaron a ofrecer una hinchazón
monstruosa.
En el mes de Octubre, ni en lo que va
trascurrido de este, se ha presentado caso alguno de beriberi.
Y resulta de estas observaciones que desde
Julio a Setiembre se observaron en esta finca quince casos de esa enfermedad,
que llegaron a estar graves porque la enfermedad llegó a su mayor período.
De esos quince casos dos terminaron por la
muerte, habiendo sido uno el negro Agustín ya relacionado, y el otro Esteban,
criollo alquilado que murió el día 9 de Octubre, después de haber dado grandes
esperanzas de curación, pues varias veces se vio ceder el mal para al poco
tiempo aparecer con más intensidad.
De los casos restantes solamente quedan tres
en la enfermería, que son Marcial y Eusebio, criollos, que se hallan en muy
buena convalecencia, y Rosalía, ganga, que aun ofrece cuidado: los otros hay
tiempo que están en los trabajos del ingenio.
Resulta también que han sido muchos los negros
que entraron en la enfermería con síntomas que indicaban la invasión del
beriberi; pero que sometidos rigurosamente a un plan, no llegó a desarrollarse
la enfermedad.
No encuentra el facultativo que suscribe una
causa conocida que explique satisfactoriamente la existencia del beriberi en el
ingenio Antonia: ni mala alimentación, ni exceso en el trabajo, ni aguas diferentes
de las que habitualmente toman los habitantes de esa finca, ni aire distinto al
que están acostumbrados a respirar: y si en años anteriores esas circunstancias
no produjeron el beriberi ¿por qué en este lo habían de ocasionar?
Solamente puede notarse una falta en la clase
de alimentos a que estaban habituados los trabajadores del Antonia; a causa del último huracán y de la seca consecutiva, no
comían viandas que siempre se les dieron en abundancia; pero en cambio tenían
galletas de muy buena calidad, arroz, tocineta, harina de maíz y buen tasajo.
Tampoco en mi concepto puede atribuirse el
mal, como algunos opinan, a la gran cantidad de arroz que han tomado los
negros; pues los del Antonia
particularmente, están muy acostumbrados a usar diariamente ese grano en sus
comidas, durante todo el año, tanto porque cosechan mucho en sus conucos, como
porque la finca también lo producía en gran cantidad para dar muchas veces raciones
de ese saludable cereal.
Pero a pesar de tan buena alimentación, y del
mayor cuidado por parle del Administrador del ingenio, el síntoma que más llamó
la atención del médico en el gran número de enfermos entrados en los meses de
Julio, Agosto y Setiembre, fue la falta de globulación en la sangre: notó que
los negros, casi todos, no tenían el color propio de su raza, sino que tiraba a
pajizo, y que las mucosas estaban pálidas: todos los enfermos se quejaban de
flojedad en las articulaciones: causaba admiración ver a algunos hombres de
constitución robusta, ágiles y que se señalaban en el ingenio por su prontitud
en los trabajos, por su actividad y fortaleza, daba lástima verlos tristes,
abatidos, sin poderse mover casi del lugar en que se sentaban.
No solamente se debió combatir la enfermedad,
una vez desarrollada, sino poner los medios para que no fuesen atacados los
demás trabajadores. Para esto se aconsejó y puso en planta, que la dotación se
mojase lo menos posible, que se mudase de ropa en caso que llegara a mojarse;
que se diese una ración de buen vino o de aguardiente en una de las comidas;
que tomaran un cocimiento tónico (de hojas de naranja o de cascara de quina) en
ayunas, y que se cuidase mucho que los alimentos estuviesen bien cocidos.
El plan curativo, basado en el empobrecimiento
de la sangre se redujo al uso de los diuréticos (cocimiento de raíz de tábano y
grama); de los tónicos ferruginosos (hierro reducido por el gas hidrógeno,
polvos de genciana y canela); a las fricciones estimulantes (trementina,
bálsamo de Guatemala, vino aromático); a una buena alimentación consistente en
galleta o pan, carne y buen vino, huevos &.: en algunos casos, porque el
estado saburroso del tubo digestivo lo pedía, se usaron los evacuantes, con preferencia
del sulfato de magnesia: en dos casos se usaron los baños aromáticos (con
cocimiento de la siguaraya recomendado por algunos profesores); pero no se vio
resultado favorable, al paso que con el plan reconstituyente narrado, se veía
mejorar a los enfermos aunque lentamente, y sin recidivas, pues tan solo en dos
casos han tenido lugar, uno en el negro Esteban, que falleció, y otro en
Eusebio, alquilado.
Noviembre 23 de 1871.
Anales… Vol. 8, 1871-72, pp. 367-70.
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