Orlando González Esteva
Para no ocasionar gastos mayores
prescindimos de exequias y de flores.
Para no molestar a nadie luego
—ni al gusano— le dimos gusto al fuego.
Ni siquiera una urna: unas cajitas
de cartón y unas cuantas piedrecitas.
A los huesos más duros de pelar
se les tritura y se les echa al mar.
Se les puede guardar en un arcón
hasta que nadie sepa de quién son.
O se les deposita en un jardín:
en el principio siempre estuvo el fin.
La cuestión no es morir sino esperar
que la muerte no se haga de rogar.
A los muertos que aún estamos vivos
nos conviene ser algo deportivos,
y no existe deporte más completo
que escribir en la flor del esqueleto.
Escribir tonterías, ya se sabe:
ni vivir ni morir son cosa grave.
Y escribir, mucho menos. A no ser
que el que escriba se muera de placer.
Es decir, que se mate. La escritura
también tiene su encanto: jettatura.
El suicida es un ente superior,
sobre todo si usa ordenador
y se mata escribiendo. Nada más.
Este muerto se va a vivir en paz.
Publicado originalmente en martínoticias.com, marzo 2 de 2015. Incuido en Las voces de los muertos, Ediciones de la Isla de Siltolá, Sevilla,
2016
HT, tú blog es un lugar que visito frecuentemente. Has posteado contenidos muy interesantes y exclusivos. Sería posible poner las fechas de los poemas, por ejemplo.
ResponderEliminarOrlando González Esteva....fecha del poema.
Gracias.
Gracias por su atención. Ya con la referencia hay orientación.
ResponderEliminarEs ud. muy amable.