José Kozer
Éste es el único caso del hombre que encontró a Dios.
Era pelirrojo, vendía nomenclaturas, pasaba el día
leyendo: de mal dormir, lo hacía de color blanco;
no cabe duda de que alrededor de aquella
blancura, sentía miedo: el negro de la noche más
cerrada perdería con la comparación: y no cabe
duda de que titubeó al principio llamar Dios a la
blancura, ¿todo era un centro? Peldaño a peldaño
recorrió lo incomprensible a mayor oscuridad,
mayor clarividencia: los ojos, a todo se
acostumbran.
No es necesario contar lo que encontró: cálculos y
descripciones fallan a ojos vistas buen cubero no
necesita manos ni romanas, de pronto supo quién
qué cómo dónde era (estaba) Dios.
Fue un zapatero de mal vivir tempranero y astroso,
frugal: su única pedigüeñería era la avaricia de
Dios, abolición propia: lezna y agujero o zapatazos
y vigilias rebasarían aquella desproporcionada
necesidad, encontró el Camino: todo llega. Todos
aquellos peldaños regastados por sus pies desnudos
o los pies calzados en cuero de su numerosa
clientela, eran prescindibles.
Suela pie y peldaño, descartó: no es única la Horma
cada figura tiene entidad propia (así no lo parezca)
cada elemento de la entidad posee sus propias
características distintivas por el color olor utilidad
(tacto) nada es o aparece jamás en el Universo,
dos veces.
Dios, es Uno (también): según nuestra historia (ésta
que aquí narramos) el desconsuelo del zapatero
ante su encuentro encontronazo o Revelación lo
dejó (con toda su jerga y con todo su silencio)
junto a la abertura, una vez más emboscado.
Era pelirrojo, vendía nomenclaturas, pasaba el día
leyendo: de mal dormir, lo hacía de color blanco;
no cabe duda de que alrededor de aquella
blancura, sentía miedo: el negro de la noche más
cerrada perdería con la comparación: y no cabe
duda de que titubeó al principio llamar Dios a la
blancura, ¿todo era un centro? Peldaño a peldaño
recorrió lo incomprensible a mayor oscuridad,
mayor clarividencia: los ojos, a todo se
acostumbran.
No es necesario contar lo que encontró: cálculos y
descripciones fallan a ojos vistas buen cubero no
necesita manos ni romanas, de pronto supo quién
qué cómo dónde era (estaba) Dios.
Fue un zapatero de mal vivir tempranero y astroso,
frugal: su única pedigüeñería era la avaricia de
Dios, abolición propia: lezna y agujero o zapatazos
y vigilias rebasarían aquella desproporcionada
necesidad, encontró el Camino: todo llega. Todos
aquellos peldaños regastados por sus pies desnudos
o los pies calzados en cuero de su numerosa
clientela, eran prescindibles.
Suela pie y peldaño, descartó: no es única la Horma
cada figura tiene entidad propia (así no lo parezca)
cada elemento de la entidad posee sus propias
características distintivas por el color olor utilidad
(tacto) nada es o aparece jamás en el Universo,
dos veces.
Dios, es Uno (también): según nuestra historia (ésta
que aquí narramos) el desconsuelo del zapatero
ante su encuentro encontronazo o Revelación lo
dejó (con toda su jerga y con todo su silencio)
junto a la abertura, una vez más emboscado.
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