Antonio Perpiñá
Una de las
diversiones favoritas del pueblo cubano es la Pelea de los Gallos. El
edificio en que pelean se llama Valla, y tiene la forma circular de un
toril, con sus graderías y asientos interiores. Allí se llevan los gallos de
las mejores gallerías.
Las gallerías
en Cuba, son aquellos patios en donde se crían con el mayor cuidado los
gallos de pelea.
Los Gallos
Finos o ingleses son para el pueblo los mejores, los más valientes y
fieros. En segunda línea figuran los Panameños, y los Quiquiritos o
gallitos del Norte América.
Los gallos
finos tienen a veces precios exorbitantes, según su mérito o celebridad
adquirida en la lid. Se han pagado hasta 200 duros por uno de esos animales.
En el
Príncipe, y sobre todo en la Habana, Matanzas y demás crecidos pueblos de la
parte occidental dan a las peleas de gallos una importancia que no deberían tener;
pues, se atraviesan muchos intereses con gran detrimento y aun ruina de muchos
aficionados.
Son miles
de duros los que se apuestan en una Valla de gran concurrencia.
Para que
nuestros lectores tengan una idea más exacta de esta diversión favorita del
pueblo de Sibanicú, veamos lo que dice el distinguido D. Esteban Pichardo; pues,
nadie mejor que él ha descrito lo que pasa en una Valla.
«Mientras se casa (pacta) alguna Pelea, toda la plaza se llena de
gente y gallos, para ver, oír o ajustarla: apenas se grita, Afuera de la
Valla, todo el mundo ocupa los asientos, sin distinción; la plaza se
despeja, permaneciendo solos los dos gallos en manos de los galleros: hacen una
ligera prueba y sueltan los adversarios a un tiempo; esta fue una señal de
revolución; de todas partes la algarabía, la grita descompasada, continua,
infernal; movimientos y gesticulaciones violentas aturden al que contempla esa reunión
más democrática que ninguna otra; el caballero apuesta con el mugriento; el
condecorado acepta la proposición del guajiro; el negro manotea al noble; todos
hablan o gritan a un tiempo; algunas voces sobresalen: «Voy cincuenta pesos al
Giro... voy seis onzas...» En este momento un golpe contrario aumenta el ruido
y la confusión: «voy diez a ocho al 1 lidio... voy doce a ocho...» Un
inteligente ha notado alguna cosa favorable y exclama: «Pago esos doce a ocho...
pago otros doce a ocho ... pago diez a ocho ... etc.» Así se hacen en poco
tiempo mil apuestas con cantidades y logros diferentes en medio de la mayor
confusión, y todos se entienden, ninguno se olvida ni falta al cumplimiento instantáneo
de sus obligaciones, luego que la muerte o la huida de alguno de los
contendientes decide la Pelea.»
Hasta aquí
el Sr. de Pichardo.
En algunos pueblos, y en las grandes
festividades, las mujeres toman parte en esa diversión, dividiéndose los
concurrentes en dos bandos. Cada bando elige su reina y su cinta de color por
divisa; resultando rivalidades divertidas entre las dos reinas y sus vasallos improvisados.
Decidida la victoria, la reina triunfante obsequia a su rival; y ella y sus
vasallos hacen las paces, dando un lucido baile.
El
Camagüey: viajes pintorescos por el interior de Cuba y por sus costas, con
descripciones del país; obra literaria a la par que moral y religiosa;
sumamente útil a la juventud, e interesante para todos los amantes de la Reina
de las Antillas. 1899. Barcelona. Librería de J. A. Bastinos Librería de Luis
Niubó.
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