En todos tiempos y por todos los pueblos
cultos se ha tratado de utilizar los recursos con que brindan los manantiales
de aguas minerales de cualquier especie de que abunda un territorio, ya se
considere este como particular a una localidad, ya sea que abrace la
generalidad de una provincia o de un reino.
Los beneficios materiales que estos
conocimientos proporcionan a los pueblos son inmensos: la humanidad afligida
por un sin número de enfermedades mortíferas obtiene, sino una curación
completa, a lo menos señalado alivio en sus padecimientos, mientras que las
ciencias naturales y particularmente la Geognosia participan de las inducciones
que de la exacta averiguación de la naturaleza de las aguas pueden sacarse con
notable beneficio, para la agricultura y no sin grandes resultados para la
industria.
Las ventajas que de semejante estudio podían
redundar a los pueblos, no se ocultaron a los gobiernos sabios siempre
vigilantes sobre los medios de acrecentar su bienestar y prosperidad. Así hemos
visto que todos ellos tarde o temprano, han procurado por cuantos medios han
estado a su alcance, conocer el número de los manantiales de aguas minerales y
termales de toda especie, que encerraban sus respectivos países, confiando su
análisis a las academias científicas, y la determinación de sus propiedades
medicas a los hombres más peritos en el arte de curar.
Apenas habrá una nación en Europa que a esta
época no haya obtenido un exacto conocimiento de sus manantiales, y publicado
sus ensayos benéficos, pues apenas habrá una, si se exceptúa nuestra España,
que no haya formado sus estadísticas generales, en donde, como en su centro se
ha dado un lugar preferente a la posición geográfica y geológica de las aguas,
así como se han analizado sus virtudes y cualidades.
Por este medio, aldeas
que poco antes no habían ocupado un lugar en la historia y mucho menos en los
mapas, se han hecho famosas por sus aguas, y han llegado en un corto periodo a
un grado de bienestar y opulencia sorprendente, a que sin duda no hubieran
podido arribar, ni aun aspirar según la marcha ordinaria de las cosas.
El comercio y las artes
tienen también un interés directo en estos importantes descubrimientos, el
primero exportando las aguas a países lejanos, y especulando las segundas sobre
la riqueza de su composición química, como se observa en las salinas y en otros
procedimientos análogos.
En todos los países, las
corporaciones ora administrativas, ora científicas, y señaladamente las
Sociedades patrióticas tal vez más interesadas que las otras, han hecho los
mayores esfuerzos para conocer las propiedades de las aguas minerales;
realizando las miras de los gobiernos solícitos de procurar a sus pueblos los
más singulares beneficios que de estas investigaciones reportará el género
humano y particularmente la humanidad doliente.
Todos los que hayan
viajado por los Estados-Unidos de América, Inglaterra, Alemania, Francia y
España quedarán convencidos de esta verdad, debiendo haber observado por sí
mismos los preciosos resultados de tan benéficas investigaciones.
En Francia, por ejemplo
(cito esta nación así como pudiera citar otras) los habitantes viven tan
persuadidos de la utilidad local que ofrece el descubrimiento de aguas
minerales y que no bien se han informado con algún detenimiento de las
cualidades y virtudes de las que han sido el objeto de sus investigaciones, se
comunica sin detención alguna al Prefecto del departamento, y esta autoridad
superior, celosa de contribuir por el interés de los pueblos que le están
subordinados, al mayor bien y utilidad común, confía el análisis a personas expertas
en la materia sin causar diluciones y expensas que son siempre obstáculos a las
empresas más beneficiosas. Procédese en todas estas operaciones de oficio, no
por facultativos, sociedades o corporaciones nombradas por tiempo limitado d
indefinido, cuya existencia es desconocida, y sin otra consideración y miras
que el interés individual y local.
En nuestra España los Ayuntamientos cuidan con
esmero sobre este particular y las Sociedades patrióticas dan y siempre han
dudo el primer paso en la carrera, debiendo a sus desvelos el que se hayan
descubierto nuevos manantiales y analizado otros ya conocidos y hasta
olvidados.
La Isla de Cuba, Sr., es
interesantísima bajo todos aspectos, y muy especialmente en cuantos ramos
versan sobre la historia natural: merece y reclama por su posición geográfica y
por su vecindad a un pueblo eminentemente viajador como lo es el de los Estados-Unidos
de América, la adopción de un sistema análogo para llegar a conocer de un modo
exacto el gran número de manantiales minerales y termales que encierra en su
riquísimo seno. Sería de desear que esta empresa se llevase a su perfección
entre nosotros: en ella puede procederse con facilidad, prontitud y
gratuitamente, puesto que poseemos todos los medios que conducen a este fin.
En mi opinión bastaría
solo el que V. S. con acuerdo de esa Real Sociedad, si lo estimare conveniente,
excitase el celo patriótico del Escmo. Sr. Capitán general, para que por su conducto
se oficiase a las Reales Juntas de Medicina y Farmacia, a quienes tanto
interesa como cuerpos facultativos el perfecto conocimiento en la materia, a
fin de que por conducto de sus subdelegados respectivos en los puntos donde
existan, se proporcionen y remitan a esta Real Sociedad muestras, datos y
cuanto sea relativo a los manantiales existentes en su jurisdicción; y en
aquellos pueblos donde no los hubiere, se podría seguir con acierto y ventaja
una práctica semejante a la establecida en la Península, comisionando al efecto
& los pedáneos d capitanes de partido, acompañados del farmacéutico y del
médico, si lo hubiere, a quienes se circulará antes una instrucción ad hoc que
les sirviera de norma en su recolección y remesa, invitándoles a comunicar con
la posible brevedad a esta Real Sociedad los datos adquiridos, a fin de que el
ilustre Cuerpo disponga su análisis, y que una vez establecidas y probadas sus
propiedades, pueda publicarse una estadística general de las aguas minerales de
toda la Isla.
Tan sencilla como realizable propuesta será,
no lo dudo, Sr. Director, benignamente acogida por V. S. que tanto se interesa
por cuanto puede refluir en beneficio y medra del país y de la ciencia.
A la consideración de V.
S. y de la Real Sociedad dejo el colegir todo el partido que se podrá alcanzar
con la ejecución del plan que tengo el honor de someter a la aprobación de VV.
SS. y a cuyo paso me anima el íntimo convencimiento de llevaren sí los gérmenes
preciosos de humanidad, ciencia, moralidad, público bienestar y prosperidad.
Habana 22 de abril de 1839.—Ldo. Toribio Zancajo.
Memorias de la Sociedad Económica Amigos del
País, 1829, pp. 15 y ss.
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