En un periódico de la
Habana hemos leído la siguiente descripción de un regalo que el ayuntamiento de
aquella ciudad ha dirigido al Sr. Conde de Alcoy:
«Hemos visto en la platería del
Dedal de oro, una soberbia obra de platería, trabajada en el mismo establecimiento,
consistente en una escribanía de oro que el Excmo. Ayuntamiento de la Habana
enviará al Excmo. Sr: Conde de Alcoy. El regalo de que hablamos es una obra
maestra del arte, y no podemos menos de dar a nuestros lectores una idea
aproximada de su magnificencia. Sobre una base de catorce pulgadas de largo, y
nueve de ancho, que figura una bandeja invertida, se eleva en su centro una
india de oro macizo, sentada sobre un pedestal, sosteniendo en la mano izquierda
el cuerno de la abundancia, vuelto hacia abajo, derramando preciosas frutas
exactamente imitadas, y descansando la mano derecha sobre el escudo de la
Habana. A sus lados, e imitadas con igual perfección, se elevan las hermosas
plantas de las dulces cañas de Cuba y de la reina de las frutas, la deliciosa y
envidiada piña; a la espalda de la india se eleva una hermosa palmera, que con
su pintoresco ramaje sombrea la virgen que a su pie reposa, y en el tercio superior
de su tronco, luce el escudo de las armas españolas.
Levantada la india se encuentra
debajo el depósito de las obleas, y a sus lados se elevan el tintero y el
arenillero, que figuran dos lindas copas sostenidas en los hombros de dos
genios, cada uno en actitud de cargar un peso que provoca al desarrollo
muscular; en las medias cañas que presentan los cuatro lados lucen, en la del
frente las armas del Excmo. Señor Conde de Alcoy, a las cabezas de dos escudos
hechos a capricho con las cifras del mismo Excmo. Señor y la que cae a la
espalda de la india una hermosa orla donde con una bellísima y clara letra de
relieve se lee lo siguiente: «El Ayuntamiento de la Habana al excelentísimo
Señor conde de Alcoy.»
Al pie de la india aparece un bolón
que figura una flor caída al acaso, la cual a un simple impulso de rotación
comunicado por el dedo índice y pulgar, hace sonar un timbre de un sonido claro
y penetrante. Todo cincelado y acabado a la mayor perfección, teniendo todo el
peso de ciento treinta onzas de oro.
Tal vez se haya escapado a nuestro
escrutinio alguna otra de las muchas curiosidades que contiene la obra, pero de
lo dicho se deduce que es una de las más dignas de verse y la suficiente para
acreditarse un establecimiento como el Dedal de oro, donde se hace sin más ni
menos lo que en las mejores fábricas de Europa pudiera desearse en su género.»
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