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miércoles, 13 de enero de 2016

Exposición de Tomás Pintado






 “Al Sr. Francisco Filomeno Ponce de León, Caballero Comendador de la Real y distinguida Orden Americana de Isabel la Católica, Auditor de Guerra honorario de Ejército y Provincia, segundo de Marina de este Apostadero, y Alcalde ordinario de primera elección de esta siempre fidelísima ciudad de la Habana “ (…)


 “En los plausibles días en que va a franquearse a los dementes un asilo, tanto más grato a la sociedad cuanto se apartan de su vista los tristes espectáculos de miseria y horror que ocasionan estos infelices, y en los que con tanta frecuencia exponen su vida, nada me parecía más adecuado que el presentar al público, que siempre desea adquirir noticias sobre las dolencias humanas, una breve exposición de las causas, síntomas, progreso y curación de la enajenación mental, distinguiendo por sus nombres las diferentes especies, y aplicando a cada una las observaciones oportunas sacadas de la práctica moderna y antigua más recomendable” (…)


 Si recorremos la historia de los establecimientos destinados para la curación de los locos aun entre las naciones más cultas de Europa, se hace manifiesta inmediatamente que la suerte de estos infelices ha sido siempre la más deplorable…


 En nuestros días, en que tanto han progresado las luces, tiene demostrado la experiencia que estos enfermos, o se cura, o se alivian con un método suave y arreglado…


 Digno es de eterna gratitud el inmortal Pinel, que, iluminado de la más sublime filosofía, engendró los sentimientos filatrópicos que le estimularon a descargar a los enajenados de las cadenas que los abruman y consumían…


 Desde la publicación del Tratatado de la Enajenación Mental del dicho Pinel, hay menor número de furiosos en los establecimientos destinados a los que han perdido el uso de la razón, y cualquier alma sensible se delecta al contemplar las mejoras, que en toda Europa se han realizado respecto a la suerte de locos, cuya benéfica influencia ha alcanzado hasta nuestros días…


 Ello me ha llevado a extractar en este obrita que presento, lo más notable e interesante que, a mi juicio, han escrito los doctores Pinel y Esquirol…


 Comparando los maníacos de atacados de esta especie de locura en sexos diferentes, es fácil convencerse de que la manía es mas frecuente en los hombres que en las mujeres; en aquellos la manía tiene un carácter mas violento e impetuoso; la sensación de una fuerza preternatural que se apodera de algunos maníacos, hace a los hombres más violentos, más audaces, arrebatados y furiosos; son más peligrosos para los que les sirven, y mas difíciles de conducir y de contener.


 Las mujeres maniáticas son más bulliciosas, hablan y alborotan más; son más disimuladas, y se fían con mucha dificultad.


 El temperamento sanguínio, el nervioso, una constitución pletórica, fuerte y robusta por lo común predisponen a la manía: muchos individuos que he visto, atacados de esta especie de locura, tenían una sensibilidad muy grande, un carácter muy vivo, irritable y colérico, y una imaginación ardiente y fogosa…


 Algunos han pensado que la curación moral aplicada a los maníacos consistía en conversar y argumentar con ellos: esto es una quimera. Los maníacos no pueden fijar bastante su atención para escuchar y para seguir los raciocinios que les hacen. La curación moral consiste en apoderarse de su atención. Aunque estos enfermos sean audaces y temerarios, se dejan dominar fácilmente. El miedo tiene en ellos tal imperio, que temen, tiemblan y están sumisos delante de las personas que saben imponerles…


 Tal vez el temor tiene una acción debilitante en ellos, y de esta manera se disponen a oír y a seguir los consejos que les dan; pero este sentimiento no debe llevarse hasta el terror. Sin duda se han curado algunos maníacos causándoles un vivo espanto; pero no dicen cuántos han dejado de curarse por estar en un estado de continuo de terror.


 Se les inspirará el temor por mil medios diferentes; pero el uso de estos medios no ha de quedar al arbitrio de gentes groseras e ignorantes que harían un abuso: no todos saben manejar hábilmente este instrumento de curación, y su aplicación no conviene a todos los maníacos…


 En un hospicio de locos el médico jamás ha de inspirar el temor; ha de tener a sus órdenes un sujeto que se encargue de esta obligación penosa, que no obre sino con arreglo a sus inspiraciones, y que según el caso pueda oponerse a la fuga, a la impetuosidad y a la violencia de los maníacos. El médico debe ser para los locos un amigo, un consolador; debe ganar su estimación y su confianza; debe proporcionarse con destreza las ocasiones para manifestarse benévolo y protector; debe conservar un tono afectuoso, pero grave, y unir la bondad con la firmeza; porque es menester que se haga de estimar, sentimiento que produce la confianza, sin la cual no hay curación.


 El médico dará el permiso a los parientes para que puedan ver a los maníacos; advirtiendo que en general es menester ser riguroso en esto, por que muchas veces la visita de un pariente o de un amigo renueva ciertas ideas que están en conexión con las ideas madres, que han causado o que sostienen el delirio.


 Se entiende fácilmente que la dirección de los maníacos debe ser diferente durante la convalecencia: entonces la mayor parte de ellos necesitan que los consuelen y animen, necesitan de conversaciones agradables, de sensaciones dulces, de paseos y de ejercicios variados; antes que vuelvan a sus hábitos y al seno de su familia, es necesario un tiempo mas o menos largo de pruebas, durante el cual el convaleciente no ha de permanecer en la misma habitación donde ve objetos que le causan pena, y donde él mismo se ha abandonado a todos sus arrebatos...



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 “Breve exposición sobre la locura o trastornos mentales, extractada de los más célebres autores modernos por D. Tomás Pintado, profesor de medicina y cirugía. Véndese a 8 rs. en la imprenta de Roquero, Calle O´Reilly, frente a Santo Domingo, y en la botica de Pedro Sanfeliú calle de Mercaderes”.


 En Diario de la Habana, sección Impreso, 10 de septiembre de 1827, apareció este anuncio; reaparece el 18 y el 26 de noviembre del mismo año. (Otra nota de 25 de septiembre hace saber que la imprenta de Juan Roquero, recién llegado de la península, acababa de abrir en O’ Reilly 118).

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