Pedro Marqués de Armas
También ejecutó su papel mundanal… En lo más
confuso del siglo XVII se hacían carreras de puercos, y al ganador lo asaban a
la púa. Ferias en que se les quemaba el rabo, o los ojos; y hay quien vio
llegar montones por el agua cuando el célebre ciclón de 1780. Como en Londres,
hay un cochino erudito. Por el empeño
que pone en el gentío, por su sordidez, esta descripción de 1801 resulta
magistral:
“Este se enseña en la calle de
Cuba… En un cuarto capaz de más de sesenta personas se presenta un cerdo
mutilado, a causa, sin dudas, de los palos que habrá sufrido para aprender las
señas que su amo le enseñó... La voz del dueño es precedida de algunos pedazos
de pan, dándole después la dirección para que tome con el hocico la carta,
letra o número que se quiere y que se le pone en el suelo. Se juntan cuatro
páparos y se quedan con una cuarta de boca abierta al ver al cerdo que hace una
habilidad tan recóndita, y efectivamente, aunque a los hombres sensatos les
parezca esto un espectáculo que no divierte ni al alma, ni al cuerpo; ello es
una diversión y no ha faltado quien haya ido muchas veces”.
Ningún cerdo, que recuerde, ganó el favor de
la literatura decimonónica. En 1913 Rodríguez Embil publica su Cerdo de la Feria de Neuilly, prueba de
que la mejor prosa se escribía, a menudo, en Francia. Hay también una excelente
exégesis del puerco en los albores de la República, a cargo de A. Pompeyo,
entre las buenas plumas de Cuba y América;
pero aquí volvemos a la costumbre.
Hasta llegar al inmejorable niño-cerdo de
Piñera en El caramelo. Ese niño que
parece puerco y a la vez vieja, de cara estrujada y porcina, y que resulta, en
definitiva, un prontuario del pueblo –el pueblo siempre es. Ya vive, entonces, su
circunstancia de oprimido. El encierro en la guagua es apenas un avance. No hay
salida del conglomerado, salvo en esa variante macabra que supone, para la masa,
echar fuera -con la muerta- una parte de sí.
Al puerco piñeriano, Lezama
respondió con esta perla en una de las décimas de Paradiso:
Un collar
tiene el cochino
calvo se queda el faisán
con los molinos del vino
los titanes de hundirán
Navaja de la tonsura
es el cero en la negrura
del
relieve de la mar
Naipes
en la arenera
Fija la
noche entera
la eternidad ¡y a fumar!
No hay comentarios:
Publicar un comentario