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martes, 3 de marzo de 2015

Puercos y humanos




 Los que han creído o pretendido creer (y nosotros no creemos haya habido alguno) o los que han dudado de la unidad primitiva del género humano, (que creemos son muy pocos) han seguido una senda muy estrecha en sus investigaciones, tomando en consideración dos variedades en oposición extrema, sin atender a las razas intermediatas que forman los eslabones por los que se hallan separadas; o han fijado su atención exclusivamente en el hombre, sin examinar las otras especies de animales, y sin comparar las variedades de estos causadas por degeneración, con las variedades de la especie humana.
 El primer error, por ejemplo, es cuando comparan a un negro Senegal con un modelo de hermosura Europea, un Apolo de Belvedere con un negro bozal de Angola, o una Venus de Médicis con una muger Hotentote, sin atender a que no hay una sola diferencia corporal entre estas dos personas opuestas, sea la que fuere, que no corra imperceptiblemente por sombras y grados, de modo que el fisiólogo o naturalista no es capaz de trazar la línea donde cesa el Europeo y principia el Mongol; cual sea el punto que distingue al Americano del Malayo; o cual sea el término que deslinda al Etíope de los demás. El segundo error consiste en que los fisiólogos razonan, como si el hombre fuera el único viviente en la naturaleza, y miran como extrañas y problemáticas las variedades en su especie, sin reflexionar las notables variedades que hay en las otras especies de animales producidas solo por degeneración. Blumenbach refuta este segundo error con una comparación muy curiosa entre el hombre y puerco, en su obra De generis humani varietate nativa, que traduciremos en Castellano, a causa de su autoridad.


 "Mas de una razón" –dice- "me han inducido a elegir el puerco para esta comparación, mas particularmente porque este animal tiene grande semejanza con el hombre en muchos respectos; no en la forma de sus entrañas, como antiguamente creían algunos, por lo que estudiaban la anatomía del cuerpo humano en el del puerco; no porque en tiempo de Galeno se creía que la carne humana tenia exactamente el mismo gusto que la del hombre; ni porque se parezcan tanto el cuero de uno y otro adobado; sino porque ambos, con respecto a la economía de su estructura corporal, hecha toda abstracción, muestran a primera vista, así como en atento examen, una semejanza notable.
 Ambos son animales domésticos, ambos son omnívoros; ambos están dispersados por todas las cuatro partes del mundo, y ambos por consiguiente expuestos en muchas maneras a la causas principales de degeneración, provenientes del clima, del modo de vida, del alimento, &c. Por la misma razón están ambos expuestos a muchas enfermedades que rara vez se hallan en otros animales.
 Otra razón por que he elegido al puerco para la presente comparación es, porque la degeneración y descendencia de la raza original son con mucho más ciertas, y pueden trazarse mejor en esta especie, que en otra variedad alguna de animales domésticos. Ningún naturalista ha llevado su escepticismo a punto de dudar que el puerco doméstico desciende del jabalí; y lo contrario es también el caso, porque si por alguna casualidad se pierde un puerco en el bosque, luego se vuelve jabalí, tanto, que hay ejemplos de coger los cazadores un puerco salvaje por jabalí sin descubrir la diferencia hasta hallarlos castrados cuando los han abierto.
 Está bien sabido, que antes del descubrimiento de la América por los Españoles, no había especie alguna de puerco en aquella parte del mundo, y que fueron después llevados allí de Europa. Todas las variedades, pues, que se hallan ahora en América, vienen de un par de una especie; y puesto que no hay diferencia corporal en la especie humana, ora con respecto a estatura, ora con respecto a color, en la forma de la cabeza ni en otros respectos, como se mostrará ahora, que no se observe en la misma proporción en la raza porcuna, es de esperar, que esta comparación hará callar u los escépticos, que llevados de las variedades de la especie humana, han querido admitir mas de una especie.
 En cuanto a la estatura o talla, los Patagones han dado empleo a los antropólogos, a causa de los cuentos extravagantes, y exageraciones de los primeros viajeros, dándoles diez y aun doce pies de altura; pero más cautos los viajeros modernos han medido a muchos, y en lugar de encontrarse con los hijos de Og han hallado muy pocos que lleguen a seis pies y medio; habiendo entre ellos tanta diferencia de estatura como en los puercos de Cuba, que son de doble tamaño del primer par original llevado de Europa.
 En cuanto a color, los naturales de Guinea, Madagascar, Nueva Holanda, Nueva Guinea, &c. son negros; muchas tribus Americanas son de color de cobre, y los Europeos son blancos. La misma diferencia se observa entre los puercos de diferentes países. En el Piamonte, por ejemplo, son negros; en Baviera son rojos, y en Normandía son blancos por todo el cuerpo.


 El cabello humano es, a la verdad, diferente de las cerdas del puerco; con todo, del modo que miramos esta cuestión, puede compararse uno con otro. El cabello blondo es suave y de la textura de la seda, el cabello negro es mas basto, y entre varias tribus, como los Negros, Abisinios, y Nueva Holanda es lanudo, y más particularmente en los Hotentotes. Lo mismo sucede entre los puercos, la cerda en el blanco de Normandía es más larga y suave que entre los demás, y aun la de los puercos negros en aquel país está pegada al cuero y es igual por todo el cuerpo, siendo imposible emplearla para cepillos ni brochas, la diferencia entre la cerda del jabalí y del puerco doméstico está bien conocida. La mayor diferencia entre el cráneo de un negro y de un Europeo, no es de modo alguno mayor de la que hay entre el cráneo de un jabalí y de un puerco doméstico. Añadiré solamente, que el puerco en algunos países ha degenerado en razas que en singularidad exceden a todo lo que se ha descubierto, como extraño, en las variedades de la especie humana".

 El Instructor, Londres, 1939.

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