A
la muerte de Evaristo Estenoz, jefe de los sublevados en el departamento
oriental de Cuba, siguió la de su lugarteniente Pedro Ivonet, quien, seguido de
muy escaso número de partidarios, andaba fugitivo por los montes. La paz ha
quedado definitivamente consolidada en nuestro país. Las fuerzas que marcharon
a Santiago de Cuba a combatir a los rebeldes, han sido objeto de
calurosas manifestaciones de simpatía a su regreso a La Habana. Los
partidos políticos que habían dado momentánea tregua de sus luchas, uniéndose
todos estrechamente para dominar con mayores energías el movimiento sedicioso,
han reanudado sus campañas electorales en pro de los distintos candidatos que
aspiran a sustituir al general José Miguel Gómez en la presidencia de la
República.
El
peligro de la peste bubónica —tan exagerado por la Prensa europea—ha sido conjurado
absolutamente en la capital de Cuba. La amenaza de esa epidemia no ha producido
la menor depresión en los ánimos. Y es que allí se tiene confianza ilimitada en
los poderosos recursos sanitarios de que se dispone para combatir cualquier
enfermedad infecciosa.
Vencidos,
de seguro que para siempre, los insensatos que se propusieran plantear en Cuba
el problema racista, y disipado el peligro de una invasión de la peste
bubónica, el país cubano se prepara para la lucha electoral que se avecina. Sin
apartarse un ápice de la legalidad, nuestro pueblo eligió en los comicios al
ciudadano que debe ejercer la más alta representación de la nacionalidad cubana.
Cuba en Europa. Revista Quincenal Ilustrada, Año III. No. 56, 30 de julio de 1912.
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