Juan Jaume
El origen
En los primeros momentos se dijo que el origen de la
catástrofe se debía a que una caja hubo de caer del carretón al suelo, en los
momentos en que era trasladada para llevarla al tren. Posteriormente se pudo
saber la verdad. El suceso lo motivó la imprudencia de los encargados de
inspeccionar el embarque de la dinamita, quienes para tapar una caja, que
llevaba una tabla suelta, ordenaron al carpintero Carlos Naya que la clavara.
No hubo dado Naya el primer golpe, cuando era lanzado por el espacio y su cuerpo
pulverizado.
Setenta y dos cajas
El mortífero elemento se componía de 5,000 libras de
dinamita, las que eran conducidas en 72 cajas para ser utilizada en la
carretera de Guane a Pinar del Río. Si no hubo más daños se debió a que la
mayor parte de los explosivos, ya estaban en el paradero del ferrocarril.
El edificio
La dinamita estaba depositada en un edificio de dos pisos que
comprende una manzana de mampostería y
en el mismo se albergaban el escuadrón A, de la Guardia Rural, la Jefatura
Provincial de Obras Públicas y la Junta Provincial de Agricultura. A la hora
que sucede el hecho estaban en plena labor los empleados de tales dependencias
y numerosos soldados.
La noticia de La Habana
En la capital se tuvo conocimiento de la explosión por un
telegrama que llegó a la Secretaría de Obras Públicas y que firmaba “E.
Castellanos, jefe de Despacho”. El texto era alarmante en extremo: “Hace 23
minutos voló el cuartel. Los jefes deben haber perecido. Me he salvado yo
milagrosamente por haber salido antes”.
Momentos después, en Palacio, se recibía otro telegrama
firmado por el Gobernador de la provincia, comandante Indalecio Sobrado, quien
pedía urgentemente auxilio. Con vista a la gravedad, el presidente de la
República, general José Miguel Gómez, dispuso que se trasladaran de inmediato a
Pinar del Río los secretarios Chalons, de Obras Públicas; Varona Suárez, de
Sanidad, y López Leyva, de Gobernación. Horas después, en automóvil, partían
para allá los coroneles Pino Guerra y Francisco de Paula Valiente y los capitanes
Julio Sanguily y Guarino Landa.
Los muertos
La labor de extraer de los escombros a las víctimas duró
varias horas y días. El saldo final resultó en extremo doloroso: 62 muertos y
147 heridos. Entre los que perecieron estaba el jefe del cuartel, capitán
Alfredo Ravena, con toda su familia; el teniente Emilio Digo; los ingenieros de
Obras Públicas, señores Isidro Soler (jefe), Fernando Menocal y Julio Liagre;
el patriota de San Juan y Martínez, señor Eleuterio Saínz; el guardián del
almacén, Joaquín Trinchería; el archivero, Atilio Fernández; el corresponsal de
La Lucha, Eliseo Ibarras; el
funcionario de Obras Públicas, señor García Ramos; los delineantes Joaquín
Guergo, José Muníz y Emilio Sánchez y también el ingeniero norteamericano
Charles Wells.
Aunque el teniente Digo pereció, su familia, que estaba en el
edificio, inexplicablemente pudo salvarse: eran la señora Julia Llano, sus
hijas Sofía y Margarita y el menor Julio César. Igualmente se salvó el jefe del escuadrón, teniente
coronel Leopoldo del Calvo, por viajar a La Habana a llevar un hijo enfermo.
Murió abrazado
Otro hecho que fue muy comentado es el siguiente. Lo copiamos
tal como se publicó.
“El cadáver del joven Emilio Sánchez fue extraído de los
escombros por su hermano, el licenciado Leopoldo Sánchez, juez correccional de
la Tercera Sección. Se encontraba abrazado de dicho joven el cadáver de su
prima, la señorita Lazo, que también trabajaba en la Jefatura de Obras
Públicas. Según nos refirió el licenciado Sánchez, su infortunado hermano sólo
tenía 23 años de edad e iba a contraer matrimonio el mes entrante con la
señorita Flora Castellanos, hermana de su señora esposa”.
La colecta
El regimiento de Aponte, con música, recorrió las calles de
La Habana, recolectando socorros para las víctimas de Pinar del Río.
Una prostesta
El corresponsal de La
Discusión en Guanajay, protestó de que a los dos días del suceso, tuviera
lugar un baile en el poblado de Quiebra Hacha. “Parece mentira – escribe- que
por los llamados a impedirlo, nada se haya hecho. ¡Inhumanos…! es la expresión
que sale de todos los labios. Lo que se está viendo en estos tiempos es
horrible. Al paso que vamos retrocederemos a la época de los Nerones”.
Acusación
La única acusación concreta que hubo la formuló el
corresponsal de los diarios Cuba y El Comercio, en Pinar del Río, afirmando que
la responsabilidad de la tragedia la tenía el secretario de Gobernación, López
Leyva, por no haber dispuesto a tiempo el traslado del polvorín. Por su parte,
el funcionario estableció una querella contra el citado periodista. Asimismo El Mundo expuso: “La horrible catástrofe
ocurrida en Pinar del Río ha sido consecuencia de la más lamentable
imprevisión. No hay por qué desconocerlo ni silenciarlo.”
Tomado de Vitral, Año XV. no. 85, mayo–junio de 2008.
La explosión de Cuartel de Infantería de Pinar del Río, Cuartel
Ravena, ocurrió a las 3:30 de la tarde del 18 de mayo de 1910. El origen de la
misma fue un fatal martillazo sobre una de las cajas de explosivos, que hizo
explotar una y otra vez la antigua construcción. Fallecieron 77 personas y
otras 145 resultaron heridas. Para ese día
se esperaba la aparición del cometa Halley, por lo que muchos pinareños imaginaron,
en los primeros instantes, que la explosión fuese originada por el cometa en su
choque con la tierra.
Unas décimas populares (de las que pudiera no quedar rastros)
fijaron durante generaciones aquel acontecimiento. Narraban la catástrofe con pelos y señales, pero, ¿quién las conserva? Versos
alusivos a la desesperación y el luto que se apoderó de las familias, ellos
mismos eran desesperantes y lograban transmitir, pese al paso del tiempo, un sentimiento de dolor. Aquí o allá algún nombre, alguna alusión al celo de las autoridades, pero se detenían sobre
todo en detalles escabrosos, como piernas y brazos
volando al son de cada estallido, cadáveres abrazados (y no solo abrasados) o el lamento de heridos y moribundos que días más tarde aparecían aún entre los escombros.
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