«Febrero 5 de I856. —A las doce del día. —Acababan de reunirse
en la habitación de S. E. Ilma. los señores facultativos encargados de su asistencia.
El Señor secretario de Cámara, el Rdo. P. Caldácano y el que suscribe,
asistimos a esta conferencia de los facultativos y hemos visto las terribles
heridas que le infirieron las sacrílegas manos del asesino. La herida de la mano parte de la raíz del
dedo pulgar hasta la muñeca. La de la cara se extiende desde cerca del ojo
izquierdo hasta la punta de la barba, pasando por debajo de la mandíbula y
tocando el mismo hueso; el instrumento del asesino entró con tal fuerza que
hubo de mellarse con las muelas, donde también tocó, por lo que a primera vista
hubiera parecido imposible una pronta y decisiva curación. Con todo, el examen
practicado en este momento da por resultado una seguridad satisfactoria, pues
según los facultativos la herida de la
cara ha empezado a curarse por la boca, lo cual es sumamente prodigioso.
S. E. Ilma. sigue más
animado, habiéndonos encargado decir a
V.E. de su parte, haga presente a su clero y feligreses lo grata que es en
medio de sus dolores la noticia del sentimiento manifestado por su repentina
desgracia. -Antonio María Liado, presbítero.»
El Redactor, febrero
de 1856.
Aunque en los periódicos de la Habana que
estos últimos días hemos recibido, nada hemos encontrado respecto del Arzobispo
de Cuba, hemos sabido que en cartas particulares, y aun alguna de ellas escrita
por el mismo Sr. Arzobispo, se anuncia el completo restablecimiento de este,
habiéndosele cicatrizado las heridas de la cara y del brazo, y aun hemos oído
una particularidad que, a ser cierta, sería muy notable, especialmente si se
recuerda que la tentativa de asesinato contra su persona se cometió la víspera
de la fiesta de la Purificación de María Santísima y después de haber dicho en
el sermón que a esta Señora debía haberse salvado de mil peligros y amenazas:
esa particularidad parece ser que en una de las cicatrices ha quedado como
dibujada de perfil una imagen de la Virgen; por eso decimos, que, a ser esto
cierto, sería muy de atender todas las circunstancias.
Revista Católica, No. 167, Barcelona, 1856.
«Pongo
en conocimiento de V. S. lo que acaba de participarme el señor licenciado
Garófalo que preside las juntas de facultativos que tan asiduamente velan por
la importante salud del Prelado. Acaba de verificarse nueva junta con los cinco
facultativos que asistimos S. E. Ilma. Se ha procedido la curación segunda,
examinándose nuevamente las heridas con el mismo cuidado y detención. La herida
de la cara es de gran longitud, habiendo seguido en toda su extensión terrible
una dirección curva con la convexidad hacia la oreja. Es mucho más profunda en
la parte inferior del rostro que en la superior, la cual está cicatrizada, aun
cuando llegó a perforar toda la mejilla hasta penetrar el instrumento en la
boca. Felizmente está dicha parte cicatrizándose también por el interior, si
bien con la lentitud que es consiguiente a una herida de tal ostensión y
profundidad, y que no habiendo sido posible cerrarla por primera Intención, ha
de superar necesariamente: el pus, empero, es de buen carácter, y no muy
abundante, cual corresponde al perfecto estado de salud y robustez de S. E. I.»
El Redactor, febrero de 1856.
No hay comentarios:
Publicar un comentario