Manuel Luis del Riego
¿Quién en Cuba, sobre
la revolución adulta y efectiva que se concretó el primero de enero, no está
sufriendo la anual repetida y periódica revolución infantil?
"Acaba de
acabar" el curso académico de 1959, pletórico de incidencias
extraordinarias que han hecho que este año sea un año miliar en la historia de
nuestro país: fecha esencial, para bien o para mal -evitemos que el criterio
propicio dicte los vaticinios- en todo el futuro de nuestra nacionalidad. Y si
los mayores estamos conmovidos y conmocionados por lo que ha pasado en nuestra
geografía durante el año escolar que dura de septiembre hasta junio, sobra
decir el efecto que los extraordinarios aconteceres han producido sobre la
mentalidad de los niños de Cuba.
Dedicamos esta
"Agujar de Marear, cuya misión es señalar el rumbo de cada día, al
problema anual y repetido de las Vacaciones. Hoy, la turba infantil, contenida
en gran parte por la cotidiana obligación de la clase diaria, de la tarea
ineludible, se nos desborda para inundar el recinto del hogar. Ya a las ocho de
la mañana, cuando en las semanas anteriores pasaba el ómnibus que devolvía su
carga juvenil a las seis de la tarde, rendida por el cotidiano trabajo escolar,
están los hijos -los tuyos y los míos, querido lector- pidiendo playa, cine,
club, reunión, televisión, sin que podamos oponer a su exigencia el fantasma
cierto del futuro día de clase, de la nota quincenal, del examen del
instituto...
Esta realidad que
todos palpamos platea ingentes y pavorosos problemas cuya solución no vamos a
abordar en estas escuetas y limitadas líneas.
Vamos, para terminar,
a lo siguiente: todos, todos los padres, nos hemos visto obligados a imponer
nuestra terrífica autoridad para enviar a los niños a la cama durante las
repetidas e interminables comparecencias de Fidel en la televisión.
Aquellos no eran temas
ni eran horas de infantes, por lo que había justicia en el imperativo categórico
que remitió a los hijos al lecho reparador. Pero ahora Fidel seguirá hablando
casi casa semana, según el ritmo adulto, trascendente, profundo, tal vez agrio,
polémico, beligerante, que le marcan los aconteceres naciones.
¿Parecerá ingenuidad
suma el proponerle que por una sola vez, y para evitarnos y evitarle incomprensiones
y polémica con esa grey infantil que ya no se acuesta a las nueve de la noche,
propongamos una comparecencia de Fidel dedicada exclusivamente a los niños de
Cuba? ¿No sería acertado integrar un panel de muchachos -y la idea se la
entregamos con gusto a nuestra justo y ajustado Eduardo Pages- que se encaren
con el líder revolucionario para examinarlo exhaustivamente sobre todas las
cuestiones de su interés?
Son los muchachos que
realizan el milagro de las "postalitas". Los muchachos que tuvieron
que irse a la cama muchas, muchas noches, en que estaban prendidos al televisor
escuchando, tal vez, cosas incomprensibles. ¿No merecen ahora, al inicio de las
vacaciones, siquiera sea para permitirnos a los padres mandarlos a dormir
cuando Fidel vuelva a exigirnos el desvelo hasta el amanecer, ese programa
exclusivamente "para ellos"?
Al marcar la
actualidad del predominio infantil en las vacaciones recién iniciadas, creemos
justo que esta Aguja de Marear señale ese norte que, complaciendo a los
muchachos o a quien debemos una reparación, nos pueda dejar, luego, la
autoridad íntegra para remitir hacia el lecho propicio y acogedor a nuestros
desvelados y exigentes "coleccionistas".
Con sorpresa leo esta entrada que me ha hecho recordar aquella época.
ResponderEliminarManuel Luis del Riego era mi padre.
(Debo añadir que también les costaba enviarnos a la cama cuando, tras el cañonazo de las 9 y multitud de réplicas en forma de cócteles molotov y sirenas de perseguidoras, desde su despacho -aun a puerta cerrada- se escuchaba aquella misteriosa voz de Radio Rebelde transmitiendo desde "el territorio libre de América").
Un saludo
Gracias Mariella! Muy buen texto el de su padre y me alegra por la sorpresa y el comentario que deja. Saludos!
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