Causa rubor la
lectura del siguiente relato de los escándalos que ocurren en la Habana con las
continuas ejecuciones que se verifican de reos, que han cometido su delito en otras
localidades.
En toda la isla pasan de 25 los reos ejecutados
por el verdugo de la Habana en el período de año y medio.
Es un negro el verdugo, llamado Valentín, de
corpulenta estatura, joven, y que hace alarde de su cinismo.
El 12 de agosto sufrieron la pena de garrote en el castillo del Príncipe de la Habana los reos Bonifacio Valdés, Fermín Pérez
e Hipólito Severo
En la ejecución ocurrieron escenas que no deben
permitirse en un país culto. El verdugo,
ebrio al parecer, momentos antes de la ejecución entabló un diálogo con el
comandante de la fortaleza, diciéndole, con ademanes violentos, que estaba
harto de que no le pagasen, y que si no le daban lo que le debían, no se
levantaría el patíbulo.
Fue preciso encerrarlo en un calabozo hasta
los momentos de la ejecución.
Los tres reos fueron al patíbulo haciendo público
alarde de su despreocupación; se dice también que habían bebido más de lo
regular.
Uno de ellos, Hipólito Severo, que se había
fingido loco en la prisión, al ponerle la hopa, dijo: “Hasta ahora me hice el
loco; ya verán cómo muero.» Y en efecto; fue al cadalso riéndose y con un
cigarro en la boca.
Fermín Pérez fue al patíbulo fumando también.
Antes de llegar al lugar terrible encontró una zanja y la saltó ágil y
nerviosamente. Subió con rapidez las gradas, y ya casi puesto el corbatín, preguntó
señalando a su tabaco: «Lo tiro?» El sacerdote le quitó el tabaco de la boca, y
el reo se despidió de los presentes.
Bonifacio Valdés se dirigió al público desde las
escaleras del patíbulo, diciendo: «Salud señores.»
La
Publicidad, 7 de septiembre de 1891, p. 1.
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