—Cuénteme usted, como me prometió ayer, nuevos episodios de la vida de
Amauri Escalona.
La vida y la gallardía romántica de este joven héroe han ganado la simpatía
de nuestros lectores.
—Verá usted: Amauri Escalona empezó sus actividades de dinamitero desde la
primera época, cuando la protesta contra Machado pasó de ser ruidosa a gritos
para ser efectiva en las calles.
—¿Hicieron víctimas desde el principio estos atentados ?
—No. Se tuvo especial cuidado de no producir desgracias personales.
—¿Se hizo famoso Amauri Escalona desde la ruptura de hostilidades entre
ustedes y la Policía?
—Durante los primeros días, ya Amauri empezó a ser notado entre nosotros,
porque sufrió un accidente grave.
—¿Al colocar una bomba?
—No. Le estalló un pequeño petardo en la mano cuando lo estaba preparando.
—¿Preparaba solo sus explosivos?
—En esta ocasión le acompañaba un amigo. La explosión fue tan violenta, que
quedaron desnudos, tendidos en el suelo y privados de conocimiento.
—¿Cómo se llamaba este compañero?
—Agustín Guitart.
—¿Los detuvieren por este hecho?
—Sí. Pero como por la explosión no quedó el menor rastro de lo que estaban
haciendo, no pudieron acusarlos en forma, concretamente, y sólo los tuvieron
detenidos des o tres meses.
—¿Dónde ocurrió el accidente?
—En una casa de la calle de San Rafael. Me parece que en el número 115.
—¿Vivía allí Amauri?
—No, señor; aquella casa era de una señora amiga nuestra, que nos la
prestaba clandestinamente para laboratorio de explosivos.
—¿A qué hora ocurrió la explosión?
—Al anochecer.
—¿Conocía ya usted a Escalona?
—En esa época sólo lo conocía de referencias. Personalmente trabé amistad
fraternal con él..
—¿Recuerda usted exactamente la fecha de esa explosión?
—Fue después de las protestas y de las manifestaciones en las calles.
Ya habían ocurrido algunas muertes, que conmovieron a toda La Habana.
—¿Por ejemplo...?
—La de una señora que estaba asomada a un balcón cuando pasaba una,
manifestación de estudiantes.
Esta señora, buena cubana, valiente, animó a los muchachos al pasar con
gritos de libertad para Cuba. Entonces los policías de La Porra abrieron fuego
sobre el balcón en que se hallaba la señora y la mataron acribillada a balazos.
—Volvamos a Amauri. Me dijo usted que lo que preparaba, era un petardo
cuando tuvo el accidente.
—Sí; era un petardo de percusión de los que entonces preparábamos, y que
era casi inofensivo.
Los podíamos para asustar, porque hacía una detonación tremenda.
—¿Se enteraría toda la barriada donde ocurrió la explosión de Amauri?
—Claro, y por eso le detuvieron a él y a Guitart. La Policía fue la primera
en acudir, y lo primero que hicieron los agentes fue detener a los heridos y
llevarlos al hospital. Como las heridas eran leves, más que nada pequeñas quemaduras
y síntomas de asfixia, pronto los trasladaron al castillo del Príncipe, donde
los tuvieron dos o tres meses.
—¿Se ocuparon los periódicos del suceso?
—Mucho, muchísimo.
—¿Y por ellos se enteró usted?
—Efectivamente, y me impresionó mucho.
—¿Por qué usted se dedicaba ya a dinamitero también acaso?
—Sí, señor; pero yo "trabajaba por mi cuenta".
—¿Cómo por su cuenta?
—Quiero decir que operaba solo y al impulso de lo que me dictaba mi
indignación. Yo ya sabía que había camaradas dedicados a lo mismo; pero no
habíamos establecido todavía la comunidad, que vino después. No habíamos tenido
tiempo para ello.
—¿Luego el accidente a Escalona le produjo a usted miedo?...
—Jamás. Ni un solo momento. Medité, naturalmente, sobre el hecho y deduje
simplemente esta consecuencia: "Es peligroso manejar la dinamita."
Pero nada más. Seguí manejándola. Pensé que Amauri había cometido alguna imprudencia
al manejar el petardo. Pero jamás me planteé la cuestión de dejar de seguir
actuando.
—¿Qué consecuencias tuvo el suceso
inmediatamente?
—De pronto, ninguna. Entonces las represalias no se producían con ese
bárbaro automatismo con que se produjeron más tarde. Recuerde las últimas con
motivo de la muerte del presidente del Senado...
El ESCONDITE DEL DINAMITERO
—Usted me dijo el otro día que Amauri Escalona había sido su huésped.
Cuénteme cosas de aquellos días.
—Yo le ofrecí a Amauri mi cuarto de estudiante cuando el capitán Calvo —ya
le hablaré a usted largamente, para un capítulo de esta historia, de este capitán
Calvo—, cuando el capitán Calvo había pregonado su cabeza.
—¿En mucho?
—Baratito, señor. Mil dólares. Por cierto que en una ocasión en que
estuvimos juntos en la cárcel le decía yo a Amauri; "Mira, chico, tienes
un cuerpo santo. Vale justos mil pesos, mientras que 'mío vale unos
"quilos". Te matan a ti y dan plata abundante. Me matan a mí, y en la
Facultad de Medicina dan por un cadáver tres pesos. Una miseria, chico."
—¿Este pregón lo hizo Calvo por escrito?
—Por escrito se hacen muy pocas cosas en Cuba. Hasta los recursos de los
abogados a favor de los presos políticos los rompía la Policía de Machado. El
santo horror a la letra que tienen todos los tiranos y sus esbirros...
—Luego él ofreció los mil pesos a los policías.
-Efectivamente. Era el
jefe de Policía, y ofreció a sus subordinados esa cantidad por la cabeza de
Amauri. Sí, Sí! Por allá anda Amauri dando que hacer, si no lo han matado estos
días.
—¿En qué época lo tuvo usted escondido?
—Durante el verano entero de 1931.
—¿Ya se habían colocado bombas tales, con efectos destructivos?
—Sí, señor. Habíamos llegado a un dominio grande de la dinamita.
—¿Qué daños importantes habían producido esas bombas?
—Una de ellas fue colocada en la casa de Desiderio Ferreira, uno de los
conspicuos de Machado y uno de los animadores de la famosa partida de la porra.
LA PARTIDA DE LA PORRA
-¿En qué consistía esa partida?
—Era una agrupación de desalmados partidarios a sueldo de Machado, que
tenía una especie de patente de corso para hacer cuanto quisiera. Operaba por
su cuenta y sin responsabilidad ninguna.
—¿Qué fechorías había hecho ya la partida cuando usted tenía oculto a
Amauri?
—Habían matado a varios estudiantes y habían asaltado imprentas de
periódicos oposicionistas. Por ejemplo, destruyeron los talleres de la revista
"Karikato" |y habían hecho otras fechorías por el estilo. No se podía
vivir.
—¿Cuál fue el primer acontecimiento sonado de la partida de la porra?
—No recuerdo bien, porque la gente empezó a darse cuenta de la existencia
de esta organización cuando ya había hecho muchas de las suyas. Pero creo recordar que su primer hazaña fue la muerte de un
profesional en la calle de Consulado. Creo que se trataba de un abogado.
—¿Lo mataron amparados en la noche?
—¡Ca! No, señor. En pleno día, a las tres da la larde.
—¿Cómo lo mataron?
—A tiros. Al estilo de lo que ustedes llaman en España pistoleros. Eran
seis o siete, y me parece que le hicieron les disparos desde un automóvil.
—¿Son buenos tiradores los de la partida?
—El Desiderio Ferreira es un campeón. Por esta cualidad, el que hacía de
jefe de partida, un tal Leopoldo Fernández Ros, lo elegía para operaciones
difíciles. Por ejemplo: para asegurar a algún infeliz en el momento de abandonar
el coche o de salir de casa, tirándole desde cuarenta y más metros coa pistola.
Estas hazañas las ha repetido con frecuencia Pereira. Hay otro porrista muy
significado: un tal Mañalich. Pero el más entusiasta es Fernández Ros.
—¿Todavía existe la partida?
—Existe y actúa. Va formidablemente armada. Los porristas suelen disponer
de automóviles, en que montan ametralladoras. Ellos mismos van provistos de las
mejores pistolas que se fabrican en América, entre ellas pistolas
ametralladoras.
Como sus automóviles no llevan número de matrícula, es muy difícil seguirlos
y vengarse.
—¿Eran muchos?
—En La Habana, unos 120. Pero había ramificaciones en toda la isla. Donde
estaba el grupo más importante después del de La Habana es en Santiago.
—¿Se relacionaba directamente Machado con "la porra"?
—Sí, señor. Y la partida estaba tan considerada por él, que sus miembros se
han sentado muchas veces a la mesa presidencial. Las inmediaciones de Palacio
están siempre guardadas por ellos. Impedían detenerse a los transeúntes, incluso
a los turistas extranjeros.
—¿Cómo conocían ustedes a los miembros de "la porra"?
—Era fácil. Casi todos son mulatos. Además se les notaba debajo de la chaqueta
el bulto del "colt 38", el enorme pistolón de que iban armados y que
es e1 mismo que usa la Policía.
—¿Están bien pagados?
—¿Están bien pagados?
—Sí, señor. Pagados en especie.
Pero ya de esto hablaremos mañana.
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