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domingo, 7 de agosto de 2011

Sagra visita el asilo de dementes y los manantiales de Vento





 Uno de los días que comí con el Sr. de la Concha en Marianao, me hizo la recomendación de que viese el Asilo para dementes, establecido en terrenos del demolido cafetal de Mazorra. Justamente en los mismos y muy a la proximidad de aquel, existen los ojos de agua o manantiales, que se trata de dirigir a la ciudad por medio de un acueducto. Dirige la empresa el Teniente Coronel de ingenieros D. Francisco de Albear, que se hallaba justamente en casa del General aquella noche, y con quien convine la expedición a Vento, para el día siguiente.
 Nos reunimos de mañana el 24 de setiembre en el paradero de Villanueva, punto de partida del camino de hierro, cuya vista me había sugerido tristes memorias. Al entrar en el vagón, pude ver la casita de mi antigua morada, las piezas de la cátedra y del herbario, que ahora sirven de dependencias, y cuyos recuerdos me entristecieron de nuevo. Por fortuna partimos pronto; pero a poco tiempo me esperaba otra causa para renovarlos, atravesando la finca de los Molinos del Rey, donde se ha establecido el nuevo Jardin botánico: porque allí también había yo vivido y comenzado a organizar los plantíos de vegetales industriales, que debían formar parte de la Institución Agrónoma, sabiamente decretada por el Gobierno en 22 de abril de 1829. El aspecto ahora de aquel terreno, es ciertamente más bello del que ofrecía en mi tiempo; pero sin embargo, habían desaparecido los extensos campos de añil, de morera, de cáñamo del Senegal, de goma elástica, y la escuela de plantas económicas; los arados Dombasle, americanos y belgas; los estirpadones, escarificadores y demás instrumentos de la agricultura perfeccionada, que en 1854 se habían allí introducido.
 Preocupado con estos recuerdos, llegamos a Vento, y nuestra primera visita fue al Departamento de Dementes: edificio vasto y bien situado, construido con suma economía, con el auxilio de Ios numerosos brazos que allí reunió el Sr. de la Concha, con la doble mira de formar el gran depósito de negros cimarrones. Esa fuerza, luego de concluido el edificio, será destinada a los trabajos que requiere aquel terreno, para establecer en él una Escuela práctica de agricultura, que era otro de los proyectos del activo Capitán General.
  La visita de la Casa de Dementes no me dejó satisfecho. El arquitecto había construido un vasto cuadrilátero, con piezas en torno de un patio central, que pueden servir para todo género de destinos. No conoce, ciertamente, las condiciones que requiere una Casa para dementes, ni las invenciones tan útiles como ingeniosas, que están adoptadas en los buenos establecimientos de este género en Europa y en los Estados Unidos. Como el Sr. de la Concha me hubiese pedido mi opinión, al indicarme la visita, creí deber exponérsela con franqueza; aprovechando para ello un par de horas de descanso que tomamos en el taller de las obras hidráulicas, mientras que el calor no nos permitía examinarlas. Debo creer, que la imparcialidad de mi escrito, habrá complacido al General, que pocos días después tuvo la bondad de darme las gracias por él.
 Los manantiales u ojos de agua, están situados a la orilla del mismo rio, a poca elevación sobre su nivel ordinario. Las aguas que suministran, son tan claras como puras. El proyecto de traerlas a la ciudad, data realmente de la época en que se reconoció la insuficiencia del acueducto de Fernando VII, donde se invirtieron tantos caudales y se cometieron tantos errores. Todos los informes fueron favorables a la idea de desechar los filtros por inútiles, y conducir a la Habana las aguas puras de Vento; pero nada más se había adelantado, hasta que el Exmo. Sr. D. José de la Concha, en la primera época de su mando, fijó su atención, con decidido empeño, formando una comisión que hiciera todos los reconocimientos y para que no hallase obstáculos para ello, la encargó de todas las demás cuestiones facultativas del ramo. El Exmo. Ayuntamiento y la Superintendencia general de Hacienda prestaron su eficaz apoyo. El Sr. de la Concha fue relevado y su sucesor el Sr. Cañedo procuró dar principio a la empresa; pero estaba reservada esta gloria al primitivo organizador de la idea, quien desde su regreso á la Isla, se ocupó de ella con nueva energía, nombrando una nueva comisión y recomendando la mayor eficacia en sus trabajos. Fijóse ésta en los indicados manantiales de Vento, y particularmente en los que con predilección distinguía el Obispo D. Enrique de Almendaris, que dio su nombre al río que allí alimentan. En la memoria o informe redactado por el ingeniero director de la empresa, hay largas consideraciones sobre aquellos manantiales, la calidad de sus aguas analizadas, así como las del río, por el Sr. D. Luis Casaseca, con algunas indicaciones sobre el probable origen de ellas. Ocúpale, sobre todo, la orilla opuesta del rio y el punto tan inferior donde brotan; de cuyas dos condiciones dependió el plan de las obras proyectadas, reducido a represar las aguas de los manantiales con un fuerte y elevado malecón, que eleve su nivel, hacerlas pasar el río y conducirlas a un punto conveniente de la Habana, para la debida distribución, por medio de una canal abierta, donde se oreen y beneficien al contacto del aire atmosférico. En cuanto a la cantidad que los manantiales represados pueden procurar, el Sr. Albear la cree más que suficiente, puesto que un imperfecto ensayo dio que la cantidad era nueve veces mayor que la del acueducto de Fernando VII, tomada en los filtros, y de consiguiente mucho más aun que la llegada a la Habana. El cálculo publicado en la memoria, supone las necesidades de esta población para la bebida y usos económicos, baños y regadío de patios y pequeños jardines, en unos 70 litros diarios por habitante (…)
  El costo de las obras, comprendidas las necesarias para el surtimiento de la ciudad, está calculado en cerca de un millón ochocientos mil duros; y con este motivo la memoria del Sr. Albear presenta un resumen curioso, de las sumas invertidas en otras capitales, y precedentemente para el abasto de aguas de la Habana: a saber; la Zanja real con su represa y el acueducto de Fernando VII con sus filtros y cañerías: resumen que merece ser leído y meditado.

 Historia física económica política intelectual y moral de la Isla de Cuba, París, 1861, pp. 16-20.

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