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viernes, 12 de agosto de 2011

Pasando revista



  

  En todo el año no se ha necesitado una camisa de fuerza, porque convertidos en espectros, esperan la muerte, de la que sólo ha escapado la tercera parte (...) Por fortuna estamos en las postrimerías de un régimen que ha matado toda iniciativa, que ha deprimido la ciencia y que con brutal centralización administrativa ha maniatado a los que pudieran hacer algo y ha puesto las resoluciones más trascendentes en manos de inexpertos escribientes de las oficinas de la extinguida colonia. 

 Una visita a la Casa de Enajenados”, Crónica Médico Quirúrgica, La Habana, año XXIII, tomo XXIV, 1898, pp. 221-22.

 Mazorra es un caso típico en que pueden estudiarse de una manera concreta los hechos que fueron formando la conciencia cubana hasta el grado de llegar a declarar completa y absolutamente incompatibles la administración española con el bienestar del país, poniendo así, de modo irreconciliable, las armas en manos de sus hijos. No podemos decir que aquello fuera un asilo ni una casa de curación, no es más que una cárcel a la española, con todos los horrores y todos los ataques a la naturaleza, a la moral, a la higiene y a la vida. El pobre loco, en su promiscuidad espantosa, carece de todo: de limpieza y alimentación. Allí vive, si aquello es vida entre sus propias secreciones; por alimento, un sancocho de arroz y garbanzos cocinados de una sola vez para ahorrar combustible...

 Informe del Secretario de Estado y Gobernación Domingo Méndez Capote y del Vicesecretario Manuel Despaigne, dirigido al General Brooke, 1899.  


 La impresión recibida es en extremo desagradable, no sólo por el estado de los edificios, sino por sus condiciones sanitarias y la tristísima situación de los asilados (...) Las celdas son peores que las bartolinas de las cárceles y presidios españoles (...) Según oímos a antiguos empleados de la casa la mayor parte de esas defunciones se debieron al hambre y a la desnudez en que se tenía a esos infelices; aún todavía están descalzos y vestidos con trajes de soldados españoles que recogieron en los hospitales las Hermanas de la Caridad.      

 Informe de Eduardo F. Plá elevado de la Junta de Gobierno y al General Brooke, 1899.  


 En general, puede asegurarse que ninguno de los departamentos reúne las condiciones propias para que se destinan y muy impropiamente se les llama Manicomio, pues a simple vista y aun para los ojos más profanos, constituyen ambos edificios verdaderos cuarteles para depositar cual seres dañinos a los pobres locos (…) la higiene falta en todos los sentidos, la aglomeración y el hacinamiento de los enfermos, los pisos húmedos, de losa, pavimento impropio de esta clase de hospitales; los desagües, excusados y cloacas al aire libre se esparcen por los alrededores de los edificios dando un olor fétido e insoportable y esparciendo sus emanaciones insanas (…) En el departamento de mujeres reina la promiscuidad, que si bajo el punto de vista médico es perjudicial, es desastroso bajo el punto de vista moral, pues se ven mezcladas, compenetradas pudiéramos decir, las mujeres de la vida pública, cuyos hábitos, costumbres y lenguajes tanto influyen en las formas delirantes, con las señoras o  señoritas de la buena sociedad.

 Informe presentado por el Dr. Malberty al Dr. Méndez Capote, Secretario de Gobernación, el 29 de mayo de 1899.

 El sábado fuimos a visitar este manicomio, que cuenta actualmente con 800 enfermos. El aseo brilla en todos su departamentos a pesar de que el agua escasea por modo extraordinario. El personal cumple perfectamente con los deberes a su cargo. El departamento donde se albergan las mujeres dementes debe desaparecer, pues carece de aire, de luz y de ventilación. Las celdas dedicadas a furiosos, son verdaderos antros. En una palabra: no tenemos manicomio.
 “Variedades”, La Higiene, Abril de 1901, no. 53, p.632.
 
 Lograremos borrar el aspecto aún carcelario y de cuartel de sus viejos edificios (...) En la actualidad no vive el loco entre sus propias secreciones, envuelto en el mefítico ambiente de las letrinas inmundas, respirando en su propia celda los miasmas de las cloacas.
 Lucas Álvarez Cerice: “Pasado y presente del Hospital de Dementes de Cuba, 1899.

 Notas...
  
 El ejemplo es extremo; y, por otro lado, el optimismo no durará mucho. Álvarez Cerice plantea algunas deficiencias: se mantiene el hacinamiento (la población es de 905 pacientes, crecimiento cuyo ritmo supera el de las obras de ampliación), se han producido nuevas epidemias, no existe un departamento para criminales (por lo que locos y delincuentes se encuentran mezclados), tampoco para niños idiotas, alcohólicos, epilépticos y ancianos. No funciona la colonia agrícola, ni existe aún una adecuada separación entre  agudos y crónicos.
 En definitiva, Álvarez Cerice pretende un espacio institucional aderezado con las más recientes reformas, como toca al nuevo siglo: clínica de agudos, departamento anexo para alcohólicos y psicópatas, sistema de puertas abiertas, clinoterapia, sala protegida para melancólicos, etc.
 Se trata pues de una de las principales contradicciones de la psiquiatría cubana postcolonial: aún no ha resuelto que el manicomio funcione como espacio terapéutico esquiroliano -los ensueños de José Joaquín Muñoz no se cumplirían- cuando debe asumir, de cara al modelo que se impone en otras latitudes, una rápida transformación: exigencias, por ejemplo, de open door y no restraint mientras imperan todavía la celda de castigo, la camisa de fuerza y otros medios de sujeción.
 Estas reformas se llevan a cabo de manera parcial (y sólo temporalmente). El sistema open door se implanta en 1909, durante el breve periodo en que el asilo es dirigido por Agustín Cruz, otro ex-combatiente del Ejército Libertador, pero a poco entra en desuso. Según un informe de 1918, los locos se mantenían en perpetuo encierro y vigilados constantemente.  

 Álvarez Cerice se opuso siempre a la libre circulación de los enfermos menos graves; intentó eliminar, eso sí, el uso de la camisa de fuerza, pero como suele ocurrir se siguió empleando. El Coronel estuvo cerca de veinte años al frente del Hospital de Enajenados, durante los cuales elevó al gobierno uno y otro informe, sin ver cumplidas la mayor de parte de sus aspiraciones. 


    
 Lucas Álvarez Cerice

 Nació en Roque, Matanzas, en 1862. El 13 de octubre de 1896 ingresa en el Ejército Libertador luego de desembarcar por Río Hondo, San Juan (Trinidad) en el vapor Dauntless al mando de Miguel Betancourt Guerra.
 Combate en Sancti Spiritus bajo las órdenes del General de Brigada José Miguel Gómez y alcanza el grado de Coronel. Presta servicios como médico en el Cuartel General del Ejército Libertador y asiste como delegado a la Asamblea Constituyente de La Yaya.
 El 1 de enero de 1889, es licenciado del ejército y se le nombra director de Mazorra, plaza que ocupa a partir del 21 de marzo.
 En diciembre de 1889 publica la primera de tres memorias anuales sobre el Hospital de Dementes, en las que informa sobre la marcha de los nuevos proyectos de la institución, la mayor parte de los cuales se vieron frustrados.
 Con el apoyo decisivo de Arístides Mestre, profesor de antropología y psiquiatra visitante del asilo, introduce las clasificaciones de Regis y Cullere y, más tarde, la de Kraepelin.  
 Corre a su cargo la importante reforma de la Colonia Agrícola Anexa.
 El internamiento de pacientes alcohólicos en “servicios especiales” que debían establecerse fuera de los manicomios, fue uno de sus principales proyectos, pero no lo pudo materializar.
 En 1909 cesó un tiempo como director de Mazorra, cuando José Miguel Gómez (que fuera su jefe durante la guerra) designa para el cargo a otro médico con experiencia en campaña: Agustín Cruz. Este implantó el sistema open door, reforma que no prosperaría y a la cual se opuso siempre Alvarez Cerice.
 Ya en 1913 desempeña nuevamente el cargo de director y en él se mantiene hasta principios de la década del veinte.
 Fue miembro fundador de la Sociedad Cubana de Psiquiatría y Neurología (1911). En 1926, cuando ésta reinicia sus funciones, se le designa Socio Honorario.
 Lucas Álvarez Cerice, casado en 1905 con Narcisa Tabio y de la Lanza, pertenecía de una de las primeras y más acaudaladas familias del Vedado.
 Falleció en La Habana, el 1 de enero de 1936.


 Pedro Marqués de Armas. 

 

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