La situación de la casa de S. Dionisio es al costado oriental del cementerio, entre este y el hospital de S. Lázaro, al fondo de la caleta del mismo nombre, dando su frente al Sud, y bañada en todos los sentidos por las brisas del mar; casi a las faldas de la célebre loma de Aróstegui, poco menos de dos millas del centro de la ciudad, y cerca de una del Castillo del Príncipe. Esta situación, según se ve, no puede ser más adecuada al fin de su instituto, como lo es la de San Lázaro y la del Cementerio general. Sitio retirado y silencioso, fresco y puros aires: ved aquí los requisitos que demanda naturalmente una casa destinada para los hombres de suyo achaquientos, y ved los que goza la de S, Dionisio en la Habana.
Su erección fue el año 1827, gobernando el Sr. D. Francisco Dionisio Vives, de quien tomó el título; y su apertura el 1ro. de septiembre del siguiente año. Hízose la obra a expensas de una suscripción voluntaria promovida por dicho Exmo. Sr. Con el santo fin de amparar o recoger a .los infelices dementes que, o vagaban por las calles hechos la burla y el escarnio de los muchachos y de la mendiguez juntamente, o gemían sufridos en los calabozos de la antigua cárcel sin aire, sin luz y sin abrigo corporal y espiritual.
El edificio tal como le representa la estampa que encabeza este artículo, descubre a primera vista una fachada sobreelegante, de firme y sólida constricción. Su sencillo ante-pórtico de orden corintio, junto con el enverjado de hierro sobre muros de mampostería, que rodea el pequeño jardín que tiene la casa delante y los pinos, obelisco, rejas y flores del Cementerio, que se ven al fondo del cuadro, producen un contraste bello, que dan a la estampa y al objeto real muy gracioso y pintoresco aspecto.
La puerta de entrada, queda precisamente en medio, bajo el ante-pórtico, a cuyos lados abren cuatro ventanas de fuertes rejas de hierro, que dan luz y aire a otros tantos cuartos ocupados por el loquero, el mayordomo de la casa y dos soldados y un cabo, que no montan guardia sino que están de respeto, para en caso de necesidad. Sobre el umbral de la citada puerta, en una lápida de mármol, con letras doradas de relieve, se lee esta inscripción:
A LA HUMANIDAD
AL SANO JUICIO
Mens Sana in Corpore Sano.
GOBERNADOR OBISPO
La entrada es un pasillo de dobles puertas: la exterior o de la calle y la interior, que además tiene una reja de hierro y cae al primer patio. En este un cuadrilongo de 28 varas de largo. Y más de 12 de ancho, con pasadizos todo alrededor, soportados por gruesas columnas de piedra del mismo orden que las del ante-pórtico, bajo de ellos están las celdas de los dementes pensionistas, que por todas suman quince, con más de tres calabozos reforzados de fuertes rejas, de los cuales actualmente solo estaban ocupados dos.
Cuando se abrió la casa en 1828, no tenía más que este patio y un gran jardín al fondo; pero posteriormente lo destruyeron para fabricar otras celdas, con patios correspondientes, según veremos después. Para entrar en el segundo que es cinco varas más chico que el primero y que tiene los mismos pasadizos y columnas, atravesamos otro pasillo al cual abren dos puertas, que lo eran de otros tantos salones corridos a derecha e izquierda, donde se veían las largas mesas y bancos de pino, en que se sientan los reclusos blancos a comer, pues los de color tienen las suyas en los pasadizos. En el centro de este segundo patio hay una hermosa fuente, que derrama un choro abundante de agua por la boca de una bestia marina; y corona la pila el Dios del silencio, representado en un precioso niño de mármol ordinario, que se ve de pie, con el indicador sobre los labios.
Aquí en vez de celdas hay dos salones, de N. a S, de 30 varas de largo cada uno, con muchas ventanas para su mejor ventilación, que sirven de morada a los locos que recoge y mantiene la caridad pública: sus camas son duras tarima y su abrigo una frazada de lana. Antes de pasar al tercer patio, reparamos sobre el dintel en una lápida de mármol donde se lee una inscripción del tenor siguiente:
Por el Excmo. Capitán General
DON JOAQUIN DE EZPLETA
Bajo la dirección
Del EXCMO. SR: MARQUÉS DE ESTEVA
Y dirección del Coronel D. Manuel Pastor,
AÑO DE 1839
Este tercer departamento pertenece exclusivamente a los hombres de color; tiene dos salones a la derecha, divididos de por mitad, y a la izquierda algunas celdas angostas, provistas de cepos para encerrar y sujetar a los locos que se muestran inquietos o desobedientes a la voz del loquero, también tiene dos baños de agua corriente, con dos llaves cada uno y dos estanques enladrillados de vara y media de profundidad.
En fin en el cuarto y último patio están el lavadero, la cocina y la letrina; es el más chico; está rodeado de un alto muro que tiene dos puerta, la una falsa y grande que sirve para extraer las basuras, la otra pequeña y da al callejón divisorio entre la casa y el cementerio. Los salones de los cruceros son muy ventilados; lo mismo que las celdas, que abren ventanas a todos los aires; y los cinco departamentos, de que se compone la casa de S. Dionisio, están enteramente divididos entre sí, porque en todos los pasillos hay dobles puertas, que cierran hacia el Sud.
Los patos, celdas, calabozos, pasillos, pasadizos y paredes respiraban tal aseo y limpieza que sobremanera nos admiró, no menos que el religioso respeto con que aquellos seres de extraviada razón miraban a su guardián o loquero, D. Ignacio Franco, quien tuvo la amable condescendencia de enseñarnos el establecimiento y darnos cuantas noticias e instrucciones le pedimos. Mientras pasábamos de un patio a otro solía quedarse atrás el loquero cerrando alguna puerta; entonces los dementes nos rodeaban hablándonos a un tiempo y cada cual conforme a la tema de su locura; pero se aproximaba aquel y todos se alejaban y le abrían paso, atentos siempre a sus menores acciones, como a sus palabras. La mayor parte de esos infelices estaban echados en sus tarimas cuando entramos; mas según fuimos penetrando en la casa, fueron ellos poniéndose de pie, por manera que a nuestro retorno, ya casi todos los 119, que hoy encierra el establecimiento, ocupaban los pasadizos del primer patio, y comenzaron a darnos voces e insultarnos desde lejos, porque nos veían con el lápiz y el papel en las manos, apuntando las noticias con que redactamos este artículo.
Desde la edad fresca y lozana de los veinte años, hasta la débil y madura de los setenta, vimos allí locos; y es cosa singular que ninguno furioso; porque si bien es cierto que hay calabozos y estrechas celdas, rara vez, según nos dijo el loquero, se han visto en la necesidad de ocuparlos; y los cepos y los encierros; más se dan como corrección de pequeñas faltas, que como medios preservativos contra la furia de algún demente.
A las seis de la mañana toman ellos un ligero desayuno, compuesto de pan y café puro; almuerzan a las nueve; báñanse (los que lo permite su estado) a las doce; comen a las dos de la tarde, y a ls cinco meriendan con lo mismo que desayunan. El esquilón se halla en el pasillo del primer departamento, avisa las horas de ponerse a la mesa; y el cañonazo que disparan en el puerto a las ocho de la noche, es la señal que les manda a acostarse y todos lo hacen sin necesidad de apremio, ni de otro aviso: a las nueve reina en todo el edificio, el silencio de un convento de religiosos.
Paseo pintoresco por la Isla de Cuba, La Habana, 1841, Establecimiento Litográfico del Gobierno y Capitanía General, pp. 231-236.
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