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jueves, 4 de agosto de 2011

Asilo a la locura



Décimas publicadas el día 19 de marzo del año de 1828

La Gratitud Habanera
Hoy por mí representada,
Comisiona esta embajada
A mi ingenuidad sincera:
Quisiera, Vives, quisiera
Fuera mi penetración
Al lleno de mi intención;
Y la pasaré a explicar
Con gusto, y manifestar
Lo que está en su corazón.

Vive invicto GENERAL
En la gran satisfacción,
Que te ama de corazón
Con afecto singular;
Vé que remedias del mal
El furor con que acomete;
Entonces con él compete
La fuerza de tu Bondad;
Y con toda libertad
Le obligas que te respete.

Mira en la Beneficencia,
Cifrada con magestad,
Tu estremada Caridad,
Tu Virtud y tu Clemencia:
A la cándida inocencia
Que se halla allí establecida
Le diste dulce acogida,
Con tanta satisfacción,
Llenando su aplicación
Los placeres de tu vida.

Sigue en giro tu memoria,
Buscando tu corazón,
El alivio a la aflicción
Para poseer más gloria:
Ves la vida transitoria
Del Demente desgraciado;
Y ya encontró tu cuidado
Otra prueba más segura,
Dando asilo a la locura
En su miserable estado.

Determina el SOBERANO
El holocausto inmortal.
Monumento memorial,




















  Otro visitante


  El edificio es de una sola planta, de unos 25 pies de altura, con una pared enteriza en el exterior, y dividido en tres diferentes locales, cada uno de los cuales abría a una plaza central y se comunicaba con los otros mediante grandes puertas; mientras elevados pórticos ofrecían alrededor de cada plaza frescos paseos. 
 Los dormitorios eran muy ventilados y limpios, y por el número de camas en varios de ellos era evidente que muchos de los pacientes no eran sometidos a confinamiento solitario de noche.   
 Había, sin embargo, en habitaciones más pequeñas, series de cepos en los que como castigo se confinaba a cuatro o cinco de los más furiosos, algunos por una pierna y otros por las dos. Parecían comprender la causa del castigo y estaban tranquilos. Uno, empero, acababa de hacer pedazos una camisa de tela fuerte, que el criado trajo al loquero, quien lo reconvino, más que lo reprendió, por haberlo hecho. Había mucha bondad en su trato con los perturbados, y por su semblante benévolo creo que no aplazaba el castigo por estar en presencia de un extranjero (...) 
 La tercera sala estaba destinada para los locos de color, y aquí no encontré ninguna diferencia entre la acomodación de los hijos de Africa y la de los blancos. El patio estaba lleno de ropas lavadas que se secaban al sol; el loquero me informó que ese trabajo lo hacían los propios enfermos cada dos días, lo que les proporcionaba ocupación a la vez que tendían a mantener el aseo (...)



 John Wurderman, 1844.


 Notas sobre Cuba, La Habana, Ciencias Sociales, 1989.
 

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