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miércoles, 29 de junio de 2011

Telescopio Racional




  El cura antiguo de Rioblanco es un hombre original en su línea. Creído sabio, escribió e imprimió un cuardeno que titulaba el Telescopio Racional, en que resucita, como él dice, las glorias del Sr. Vara Calderón, Dignísimo Obispo de La Habana, de quien se hace pariente. 
 Es sin duda, dicha obra una producción de un nuevo Gerundio, que sirve de entretenimiento al que quiere perder el tiempo y reírse mucho. 
 Es conocido el tal cura por el Dr. Naranjo y estima tanto el distintivo de Dr. que al que no se lo da, le pone en pleito y le jura una eterna enemistad. 
 Se cuenta que un negro bozal le dijo en una ocasión Sr. Huevo de Toro, por decirle Dr., y creyendo él una gran política esta equivocación del negro, lo celebró mucho. 
 Yo lo traté bien anciano, hice conversación con él, me regaló el telescopio y me hizo leer algunas producciones suyas de la misma naturaleza que el Telescopio
 Por su mucha sandez e inocencia le hice predicar una noche delante de S.I. un Sermón que intitulaba de los Eclesinantas, con lo que tuvimos un gran rato, admirando el Sr. Obispo un fenómeno tan raro y que ha estado de Cura Párroco cuarenta y tantos años...

 "Visita pastoral del Obispo Díaz de Espada en 1804 según el relato de Fray Hipólito Sánchez Rangel", Obispo Espada. Ilustración, Reforma y antiesclavismo, La Habana, 1990, Editorial de Ciencias Sociales, pp. 182-83.

 Se refiere a Juan Bautista Naranjo y Rojas, cura de Rioblanco por más de 50 años...

martes, 28 de junio de 2011

Monstruo de inteligencia precoz




  A principios del siglo pasado, el año de veinte y uno, nació en Lubeck, Cristian Enrique Heinecken, que por el extraordinario desarrollo de sus facultades intelectuales, fue uno de los fenómenos más sorprendentes de que se tenga noticia. Este niño habló con una prontitud admirable, y si hemos de dar crédito a las Memorias de Trevoux, a lo que dice la Biblioteca germánica y a los testigos oculares que han escrito su historia, podremos asegurar que a los doce meses conocía ya los principales acontecimientos que trae el Pentateuco, a los trece sabía la historia de la Biblia, y a los catorce la del Nuevo Testamento. Cuando tenía dos años y medio había concluido el estudio de la geografía y de la historia antigua y moderna, respondiendo con facilidad a las preguntas que le hacían sobre una y otra; aprendió en seguida el latín y el francés con igual perfección, y en un viaje que hizo a Dinamarca de edad de cuatro años, fue presentado al Rey y a los príncipes que quedaron absortos de la gracia y formalidad con que recibió y devolvió los cumplidos que le hicieron. 
  
  Pero en este mundo nada es completo; Heinecken, el niño-hombre que tan precoz inteligencia tenía, era de una constitución muy débil y bastante enfermiza; se alimentaba casi solamente con la leche de su nodriza, que prefería a los manjares más exquisitos, y creyendo sus padres posible sustituir a lactancia los alimentos comunes, fue víctima del ensayo, pues a poco tiempo le sobrevino la enfermedad de que murió el 27 de junio de 1725, en Lubeck, al cumplir su primer lustro.

  Lo que es también de entrañarse en este fenómeno intelectual, es que a pesar de sus cortos años vio venir la muerte con la misma tranquilidad que puede tener el hombre más resignado y conforme con su suerte, con toda la confianza de un fiel cristiano, consolando él mismo a sus padres y deudos que amargamente le lloraban. Su preceptor Cristian de Schoneich, el alquimista, escribió su vida; todos los diarios de aquella época hablan de este prodigio, y solo faltó el Dr. Gall para que nos explicase por el desarrollo de su cerebro las causas de la manifestación tan extraordinaria de sus facultades, pero Martini trató de llenar este vacío en la disertación que hizo y publicó en 1730 sobre este objeto y con la que dudamos estén satisfechos los frenologistas del día.


“Variedades”, La Cartera Cubana, 1839, Vol. 2, pp. 119-120.



Solá y Camps: el Mangiamele cubano o la gloria de Manzanillo




  Ramón Zambrana

  
  El Diario de la Marina, periódico importante de la Isla de Cuba, publica el siguiente artículo, que hemos creído conveniente reproducir, en la seguridad de que nuestros lectores lo leerán con gusto y satisfacción:
 En los momentos en que nos ocupábamos de describir la solemnidad literaria y original entre nosotros celebrada ayer en la capilla de la Real Universidad, y que tenía por objeto hacer constar la capacidad fenomenal que tiene para el cálculo el niño D. Francisco J. Solá y Camps, nos ha favorecido nuestro apreciable amigo el ilustrado escritor D. Ramón Zambrana con la siguiente interesante y exacta relación de dicho acto, complaciéndonos nosotros en dar a ese trabajo la preferencia sobre el nuestro, así como la de lugar, porque a nuestro parecer lo merece el asunto de que se trata. Por nuestra parte, agregaremos que el numeroso y escogido concurso de personas que asistió al examen del justamente llamado el Mangiamele cubano es una prueba evidente del progreso que va haciendo entre nosotros la afición a los estudios científicos, y que la espontaneidad con que la mayor parte de los presentes se apresuró a realizar allí mismo la idea de promover una suscripción voluntaria en favor del citado niño, cuyos padres son muy pobres, y a vaya idea tiene el gusto de asociarse el Diario de la Marina con la cantidad de 102 ps., prueba igualmente que entre nosotros no se desvirtúan jamás los bellos sentimientos filantrópicos.
 Creemos inútil, por lo demás, recomendar el niño Solá al patrocinio del Gobierno, cuando a la ilustración de nuestro digno Exmo. Sr. Capitán General no puede ocultarse la conveniencia de desarrollar sólida y científicamente una inteligencia fenomenal, llamada a ser una verdadera gloria española; pero sí terminaremos señalando el mérito contraído por el Exmo. Sr. Brigadier Primo de Rivera, porque a él se debe el haber dado su merecido valor á una joya desconocida, y que acaso habría quedado ignorada para siempre sin su entusiasmo por el genio y la generosidad de su corazón.

 REAL UNIVERSIDAD LITERARIA

 En la noche de ayer jueves a las siete, se ha verificado en la capilla de la Real Universidad Literaria el acto bello y solemne, ya anunciado de antemano en los periódicos de esta capital, en el cual debía someterse, como se sometió, a una prueba rigurosa el talento calculador del joven D. Francisco Javier Solá y Camps, que tan ocupada tiene la atención de la Habana, y acaso ya de la Isla entera.
 Reunidos a la hora indicada en la Bedelía y claustros de la Real Universidad el Sr. Rector y Sres. Catedráticos, el Exmo. Sr. D. Rafael Primo de Rivera, dignísimo protector del joven Solá, y un número extraordinario de personas notables por su categoría y su prestigio, entre ellas los Sres. Consejeros D. Antonio Zambrana, antiguo Rector da la Universidad, D. José María Garely, el Sr. Secretario del Consejo D. Juan B. Ustariz y otros Sres. Magistrados, el Sr. Conde de Lagunillas, Sr. D. Nicolás J. Gutiérrez, Sr. D. José Valls y Puig, Secretario de Gobierno, Señor Coronel D. Eugenio Loño y Montano, el Sr. Comandante D. Francisco Montaos, los Sres. Redactores de todos los periódicos de la capital, varios Sres. Directores de Colegios y una multitud de Profesores de enseñanza primaria y secundaria y de matemáticas, etc.; el Sr. Rector, Don José Valdés Fauli, invitó al que esta relación extiende para que hiciese de Secretario del acto, y aceptado tan honroso encargo, todos los indicados concurrentes se dirigieron a la capilla inmediata, o iglesia convento de Santo Domingo, cuyas dos espaciosas naves se encontraban llenas de los alumnos de la Universidad y de una inmensa concurrencia de personas igualmente caracterizadas por su posición social y su ilustración, que sería imposible enumerar por sus nombres. Ya en la capilla, cuyo recinto había facilitado nuestro Exmo. e Illmo. Diocesano, a invitación atenta y expresiva del Sr. D Francisco Montaos, el Sr. Rector y el Exmo. Sr. D. R. Primo de Rivera a su derecha, ocuparon la mesa presidencial, a cuyo alrededor se sentaron también el que esto escribe, los Sres. Decanos D. Antonio Bachiller y Morales y Dr. D. Fernando G. del Valle, el Sr. D. Antonio Zambrana y otros Señores, ocupando las bancas de la Universidad los Sres. Catedráticos, Magistrados, literatos, Profesores de enseñanza, redactores, etc.,y hallándose rodeada é invadida hasta donde lo permitía el personal indicado, la nave principal, por el resto de la concurrencia, que como hemos dicho, era inmensa. Entonces se presentó al pie de la mesa, conducido por su Maestro, D. N. Mena, el joven, mejor dicho, el niño D. Francisco Javier Solá y Camps, de once años, en traje modesto, y frente a él se colocaron los conocidos y apreciables Profesores Antonio Oliver y Bravo, D. Joaquín Andrés Dueñas, Don Eduardo Martín Pérez y D. Pedro María Montané; y entonces poniéndose de pié el Exmo. Sr. D. R. Primo de Rivera, tomó la palabra, y lleno de efusión dijo: “que iba a dar una breve noticia sobre los antecedentes del joven Solá: que hallándose hace poco de Gobernador en Santiago de Cuba, pasó a visitar las poblaciones de la jurisdicción, como tiene de costumbre, para inspeccionar su estado, sin olvidar ningún punto digno de atención; que en Manzanillo acudió un día al establecimiento del Sr. D. N. Mena, el cual encontró en el estado más recomendable; que en él presenció un examen de los niños, a varios de los cuales se premió, y por cierto no se contaba entre ellos el joven Solá, quien sólo sumaba entonces con facilidad. Que después, a su vuelta, hace pocos días, al detenerse en la villa de Manzanillo se le dijo que el niño Solá y Camps había hecho rápidos progresos en la aritmética, y quiso verlo y oírlo; que entonces fue cuando descubrió el prodigio. Entonces, dijo entusiasmado S. E., quedé profundamente sorprendido al ver la facilidad extraordinaria con que este admirable joven resolvía los problemas cada vez más arduos y complicados que se le proponían; llegando a tal punto mi sorpresa que creí un deber mío sacarlo de Manzanillo, arrebatarlo de allí, y traerlo a la Habana; y así lo hice venciendo todas las dificultades y la natural oposición de sus padres. Sí, señores, creí que debía traer este prodigio, este fenómeno, para que lo admirasen los hombres de saber y para que lo protegiesen; porque si las fuerzas y los poderes físicos merecen la atención y la protección general, con cuánta más razón no ha de merecerlas esta fuerza, este poder intelectual. Lo he traído para que se le conozca y se le proteja; y así lo espero de los que me escuchan, y de cuantos le admiren después, y del Gobierno mismo a quien he tenido la satisfacción de presentarlo. Así lo espero, para que el joven Solá sea la gloria de España, la gloria de Cuba, la gloria de Manzanillo”.
 Las más vivas aclamaciones de la concurrencia acogieron esta sencilla pero altamente elocuente improvisación del Sr. Primo de Rivera, que quedó también impresa en nuestra alma conmovida; y ya iba a comenzarse el acto, cuando el mismo Exmo. Sr. volvió a tomar la palabra, y dijo: “Señores: La Real Universidad Literaria ha tenido la satisfacción de ser la primera que ha abierto sus puertas para que en su seno se presente el joven Solá a ostentar su maravillosa inteligencia; pido un voto de gracias para la Universidad por esta preciosa iniciación”.
 Otro aplauso aprobatorio acogió las nuevas y siempre fervorosas palabras del Sr. Primo Rivera; y comenzó el acto de la manera siguiente:
 El apreciable Profesor D. Antonio Oliver y Bravo preguntó al joven Solá: —4 7/8 X 9 ¿cuánto produce?; —y el joven contestó instantáneamente,-43 7/8. El mismo Profesor preguntó: —L. 1844, 12 chelines y 8 peniques, ¿cuántos chelines y cuántos peniques son? -Y momentáneamente contestó el joven, —36,892 chelines, —442,712 peniques.
—El mismo Profesor preguntó: —18 arrobas, 22 libras, 14 onzas entre cinco personas, ¿a cómo les corresponde? —Y el joven contestó en el acto, a 3 arrobas, 19 libras, 9  onzas.
 El mismo Profesor preguntó: —Un árbol de 30 pies de alto se encuentra cerca de una zanja de 20 pies de ancho: en la cima del árbol está un papalote. ¿De qué largo debe ser la escalera de mano que alcance hasta el papalote a través de la zanja? Y aunque el problema se consideró de geometría por algunos inteligentes, el joven Solá respondió inmediatamente: la escalera debe ser de 36 4//73 pies.
 El mismo Profesor preguntó: —Una letra de L.625… 9 ch… 11 pen… al 12 por 100 premio, ¿cuál es el importe? —Y el joven contestó al momento: ps. 3, 1114640.
 El mismo Profesor preguntó: —ps. 8,740 al 9 por 100 anual en 154 días, ¿cuál será el interés? —Y en el acto contestó Solá, ps. 331-84.
 El mismo Profesor propuso: —Tenemos que girar ps. 5,600, con más la comisión de 2 1/2 por 100 y 1/4 de corretaje, al 4 por 100 de descuento. —Y el joven contestó prontamente: Rebajando el 4 por 100 del importe de la letra quedan ps. 5,758-36; y teniendo en cuenta la comisión y corretaje resultan ps. 5,998-29.
 A cada contestación del joven Solá la concurrencia prorrumpía en extraordinarios aplausos. Y en este instante pidiendo la palabra el Señor D. Antonio Zambrana, reclamó un momento de atención y dijo, lleno del más vivo entusiasmo: “Señores: Para que este acto admirable no pierda lo más mínimo de su interés, para que tenga su más positivo realce, propongo que inmediatamente se abra aquí una suscripción voluntaria, que después se extienda a toda la Isla, para que con los intereses del capital que se reúna se costee en Europa la educación del joven D. Francisco Javier Solá y Camps, y para que cuando vuelva a Cuba a ejercer la profesión que haya elegido se le entregue dicho capital; y si por un evento cualquiera no volviese se destine a la educación pública. Y como el joven Solá necesitará de una persona que se encargue de ese capital y de la dirección y cuidado de su enseñanza, propongo al Exmo. Sr. D. Rafael Primo de Rivera, el ilustrado entusiasta y benéfico protector de Solá, como la más a propósito para tan digno encargo”.
  
  
  
 La proposición del Sr. Zambrana fue ardorosamente acogida; pero el Sr. Primo de Rivera se excusó de la elección hecha en él con razones plausibles de miramiento y delicadeza; por lo que el Sr. Rector D. José Valdés Fauli, que en alta voz había repetido la proposición del Sr. Zambrana, tomó a su vez la palabra, y dijo: que nadie podía desempeñar más dignamente aquel encargo que el mismo Sr. Zambrana, que tantas y tan repetidas pruebas tenía dadas de interés decidido por la causa de la enseñanza. El Sr. Zambrana se excusó a su vez con razones justas e insistió en proponer al Sr. Primo de Rivera, y este volvió a excusarse, agregando que a la misma celosa y digna Universidad le correspondía mejor que a nadie aceptar el encargo; y entonces se aplazó el asunto para tratarlo después; y continuó el examen, pidiendo el público que se subiera sobre la mesa el joven Solá, porque por su pequeñez no se le veía, y los Señores de la Presidencia, condescendientes hasta lo sumo, lo permitieron.
 Entonces el Sr. D. Francisco Montaos en alta y sonora voz propuso al joven Solá los problemas siguientes, redactados por el acreditado Profesor D. Eduardo Martín Pérez, y el joven Solá los resolvió igualmente, con la misma presteza y exactitud.
 Problema. Uno que tiene 30 años y recuerda haber oído que a su nacimiento su padre tenía 55 y su madre 19, desea saber las edades que tienen hoy. Respuesta: El padre 65 y la madre 49.
 Problema. Los discípulos de un Colegio se dividen en cinco clases: en la primera hay 40, en la segunda 17, igual número en la quinta, en la tercera 25 y en la cuarta 27, ¿cuántas naranjas se deberán comprar para que dando una a cada discípulo queden 24 para los Profesores? Respuesta: 150 naranjas.
 Problema. Dos correos parten de dos ciudades opuestas para reunirse: la distancia que los separa es de 113 leguas; al encontrarse uno de ellos anduvo 70 leguas, ¿cuántas habrá andado el otro? Respuesta: 43.
 Otros varios problemas de mayor importancia iba a proponer el Señor Martín Pérez, pero cedió cortésmente el lugar al Sr. D. Pedro María Montané, quien, por conduelo del Sr. Montaos, propuso:
 Problema: El tercio y quinto de un número componen 80, ¿cuál es este número? Respuesta: 150.
 Después de este problema resolvió el joven Solá el siguiente, dictado por el Sr. D. Joaquín Andrés Dueñas: ¿Cuál es la raíz cúbica de 5.790,416? —Y el joven contestó, después de un momento de meditación, 156.
 También se le propuso el siguiente por el mismo Sr. Dueñas: ¿Cuál es el número cuyo cubo unido cinco veces a su cuadrado, si se resta de él doce veces este número y además 42, da un resultado igual a cero? -El joven reflexionó algunos instantes, y respondió que era el núm. 5.
 Estos últimos problemas son dos de los cuatro que M. Arago preparó junto con los Sres. Cariolis y Sturm, y propuso en sesión de la Academia de Ciencias de París, al niño siciliano, de diez años, llamado Vito Mangiamele, hace algunos años.
 La concurrencia entonces manifestó que estaba profundamente satisfecha, y que el joven debía descansar, al mismo tiempo que se le saludaba con un nuevo aplauso. El examen terminó, mas habiendo manifestado el Exmo. Sr. D. R. Primo de Rivera, que en aquel momento se abría la suscripción, que los que quisiesen podían apuntarse, o apuntarse y pagar en el momento, o acudir después a las oficinas de la Real Universidad para el mismo objeto, el Sr. Antonio Zambrana fue el primero que inscribió su nombre en la lista, entregando una onza de oro al que esto escribe, y manifestando en los términos más expresivos la satisfacción que en ello experimentaba sintiendo no dar otra cosa, como padre de familia pobre. El que esto escribe junto con el Sr. Rector y el Sr. D. Francisco Ruz, recaudaron las cantidades siguientes:
(Sigue una lista de diferentes personas.)
 El Sr. 1). José Eustaquio Sánchez, Regidor del Ayuntamiento de Cárdenas, agregó la generosa oferta, aceptada, de que daría además una onza mensual mientras reciba educación el joven Solá.
 El Sr. D. Eduardo Martín Pérez ofreció sostenerlo en su Colegio mientras esté en la Habana, proporcionándole estudios y sostenimiento de cuanto necesite.
 La misma generosa oferta hizo el Sr. D. José Alonso y Delgado, por conducto del Sr. Catedrático Dr. D. Cayetano Aguilera.
 Numerosos Señores se inscribieron también por diferentes cantidades, desde seis onzas hasta un doblón que entregarán en las oficinas de la Real Universidad: sus nombres se publicarán inmediatamente.
 A las nueve de la noche concluyó este acto, bellísimo, ejemplar, lleno de rasgos de noble sentimiento, de acrisolada ilustración, de patriótica y bien entendida beneficencia; y sobre todo lleno de los puros destellos de esa inteligencia asombrosa, cuyos triunfos serán sin duda tan trascendentales, cuya fama venidera y acaso próxima será universal, para gloria de España sin duda, pero gloria que se irradie sobre las sienes del Exmo. Sr. D. Rafael Primo de Rivera; para gloria de Cuba sin duda, pero gloria que bañe con sus vividos fulgores a la Real Universidad de la Habana; para gloria de Manzanillo sin duda, pero gloria que inunde de felicidad el corazón de los amantísimos padres del joven Solá, que no dudará entonces en apoyar su mano en el hombro respetable y querido de su excelente primer Maestro D. N. Mena.
  La Isla entera corresponderá indudablemente al llamamiento de la Real Universidad, porque la Isla entera se distingue entre los pueblos más adelantados por su generosidad y su cultura.

Habana y Marzo 27 de 1863.


Anales de Primera Enseñanza. Periódico de las Escuelas y de los Maestros, Madrid, 1863, Imprenta de D. Victoriano Hernando, calle del Arenal, número 44. Pp. 199-205.



lunes, 27 de junio de 2011

Calculistas precoces






 Mariano Cubí y Soler



 A más de las circunstancias modificatrices de que acabo de hacer mérito, hay una, cuya manifestación depende, sin duda alguna, de cierta condición física del órgano u órganos que la revelan; pero que nosotros no conocemos: esta circunstancia, es, UNA PRODIGIOSA RETENTIVA. Verdad es que cuanto mayor sea un órgano en tamaño, y más activo por su favorable calidad, más fuerza de retentiva manifestará; pero la condición, sea la que fuere, de que depende esta retentiva, es una calidad inherente al órgano que desconocemos por señales externas. Repito, sin embargo, que esta calidad se halla en un órgano en tanto mayor grado o cantidad, cuanto sea más grande su tamaño, y mejor su calidad complexional, la cual se conoce, como ya he dicho, por los temperamentos. Por esta razón el frenólogo partirá siempre de un punto fijo y seguro, cuando en una misma cabeza, atribuya mas retentiva a una facultad manifestada por un órgano grande que a otra manifestada por un órgano pequeño; pero en igualdad de tamaño y calidad complexional de órganos, respecto a dos o más cabezas, no sabrá en cuál de ellas reside o deja de residir precisamente mayor o menor cantidad de retención. 


 Esta calidad viene a ser elemento importantísimo en la formación de un genio músico, matemático y literario de primer  orden. Ello no hay duda que en su origen, en su base, en su esencia, el genio se manifiesta por el gran tamaño y la buena calidad complexional de los órganos cefálicos; porque en ellos reside la manifestación de la fuerza de energía, de vigor y de creación mentales. Pero si a estas calidades no se agrega una retentiva extraordinaria, faltará siempre un elemento importantísimo, para encumbrarse a la mayor altura de que es susceptible el ingenio, sobre todo en ciertos y determinados ramos del saber humano.
 Mi buen amigo D. José Agustín Pero, en una carta que con fecha 34 de enero de 1846, me decía, respecto al asunto que en este momento nos ocupa, lo que sigue:
 “Como la Frenología, desde que leí su obra de V, y más aún después de haberle hablado, es lo que entre otras cosas más ocupa mi imaginación, no extrañe V. haga las observaciones siguientes, que estoy bien cierto habrá ya previsto V. Tengo muy presente haber leído en su obra de V. que en la magnitud de ciertos órganos de la cabeza de varios sujetos se halla discordancia con la prodigiosa fuerza y actividad (retentivas) de los mismos, tal como acontece en Vito Mangiamele. He pues recordado al efecto las diferentes circunstancias que acompañan al fluido magnético cuando los hilos conductores se combinan ya de este ya de otro modo, estableciendo corrientes por medio de alambres en forma de espiral etc., etc.; y en todos esos casos los fenómenos son muy diferentes. Como de algún tiempo a esta parte al seso lo considero como vitalizado por una modificación de este mismo fluido, estoy convencido y no dudo, que el arreglo y diferentes formas de circunvolución de sus fibras, constituyen mayor o menor fuerza en magnitudes iguales. Además, hay cabezas en que, a pesar de tener una parte intelectual muy desenvuelta, los resultados producidos por ella están discordes con lo que se podría uno prometer, aun cuando ni la salud, ni el temperamento sean desfavorables; siendo así que las cabezas privilegiadas se han distinguido igualmente por el mismo aspecto, creo analógicamente, que esta diferencia, sumamente notable, no depende de otra cosa que del diferente arreglo que en ambas magnitudes de seso iguales, puedan tener las fibras. Si esto es cierto, como yo no dudo, la Frenología abrazará mayores verdades el día que llegue a tener un hombre que, estudiando estas circunstancias descubra las leyes físicas del fluido magnético sobre el seso humano, y los medios de apreciarlas por señales externas”.
 Todos los calculistas prodigiosamente repentistas, a más del buen desarrollo y buena calidad complexional de los órganos matemáticos, han poseído en grado verdaderamente portentoso, la calidad retentiva.
 El tan célebre matemático repentista, Vito Mangiamele, poseía el órgano del cálculo numérico grandemente desarrollado. Por su tamaño y por su buena calidad complexional, cualquier frenólogo, al ver por primera vez su cabeza, hubiera dicho: ¡qué calculista tan famoso… Pero no habría podido asegurar que tuviese el portentoso don que poseía de resolver de memoria, y a menudo con la rapidez del rayo, los más intrincados problemas. Yo mismo con solo ver su retrato por primera vez en casa de D. José Roura, nuestro distinguido catedrático de Química, dije: «Este joven, sea quien fuere, tiene mucho talento para la aritmética »
 Lo mismo le sucedió a Gall, respecto a Zerah Colburn, de quien se hablara luego; que es otro fenómeno igual a Mangiamele. Colburn, en Memorias de su vida, escritas por sí mismo, e impresas en 1833, (citadas de Lexcis, traductor ingles de las obras de Gall, tom. V, nota a la pág. 88) pág. 76, dice:
 «El doctor Gall, bien conocido por su Sistema de Craneología, se hallaba a la sazón en Paris. Presentóme a él mi tutor, sin que el Doctor tuviese de antemano la menor idea del carácter de la persona que lo visitaba. A mi solicitud procedió a examinarme el cráneo, y pronto descubrió a los lados externos de las cejas, ciertas protuberancias y particularidades, que indicaban la presencia de una facultad para el cálculo numérico.»
 Gall no pronosticó, porque esto por ahora es impronosticable por señales externas, la maravillosa y casi sobrehumana facilidad con que Colburn resolvía de memoria los más intrincados problemas de aritmética que le proponían, y de que el mismo Gall, (ob. cit. tom. V, págs. 84-86,) da varios ejemplos.
 D. José Oriol i Bernadet, arquitecto y catedrático de Matemáticas en esta Universidad, a quien Vito Mangiamele en su permanencia en Barcelona el año 1840, dio camino varias veces para que descubriese el modo con que había resuelto algunos difíciles problemas, se maravilló de ver esta humana retentiva. Pero observó al propio tiempo que en muchos cálculos se valía de las fórmulas conocidas, y en todos aquellos en que para obtener el resultado se separaba de ellas, no hacia más que la cuenta de la vieja. Repetidos casos probaron que si ese extraordinario genio, hubiese conocido y se hubiese valido siempre del modo común de proceder, habría resuelto con asombrosa rapidez varios de los problemas en que consumía mucho más tiempo del que algunos calculistas empleaban con la pluma. Notábase en Mangiamele que en las sumas y restas era mucho menos rápido y exacto que en las multiplicaciones, divisiones, elevaciones a potencias, y extracciones de raíces, de donde se dedujo que sin su maravillosa retentiva numérica, no pudiera haber aprendido tablas de productos muy crecidos, de que sin duda alguna se valía para producir los verdaderos prodigios memorativos numéricos con que admiraba al mundo. De todos modos, más a aquella retentiva que no al descubrimiento de ciertas leyes numéricas desconocidas, debe Mangiamele, según parece, su extraordinaria, su maravillosa facilidad de resolver intrincados problemas de memoria. Hasta ahora la ciencia matemática nada le debe.
 Dícese que este genio especial de nuestros días, ha prometido una obra en que comunicara el descubrimiento de ciertas leyes numéricas fáciles de aprender y aplicar por medio de las cuales resuelve él los problemas que le proponen. Esta obra, que hace muchos años se prometió, no ha aparecido aun; y, si a su retentiva numérica debe Mangiamele gran parte de sus acertadas resoluciones de memoria, como muchos creen, es presumible que no aparezca. Lo cierto es que ya hace más de 10 años que esta obra debió haberse dado a luz, y todavía nada se sabe de ella. Al contrario, de Vito Mangiamele nada se ha vuelto a oír, ni nadie se ha vuelto a acordar de él; ha muerto, matemáticamente, como murieron todos los repentistas numéricos, en quienes se destruyó la acción vital de uno, dos o tres órganos, por un excesivo uso; al paso que los demás órganos quedaron debilitados por una inercia demasiado continuada. Para evitar estos extremos, y salvar los talentos que de ellos son víctimas, es de suma importancia la educación frenológica, de que luego me ocuparé. Ahora debo dirigir la atención de Udes. al retrato de Mangiamele, que aquí les presento.



 El Señor catedrático Don José Roura, hizo retratar por uno de los mejores artistas de Barcelona, el prodigioso repentista matemático, Vito Mangiamele. De este retrato, sumamente exacto, en sentir de todos los que conocieron y trataron al original, se ha hecho el dibujo del cual se ha grabado la lámina que tienen Vdes. delante. Noten bien la región marcada con el número 32. No solo aprenderán Vdes. con ella el asiento do mora la facultad numérica, sino que se convencerán Vdes. cuanto su órgano se hallaba desarrollado en ese portentoso calculista italiano. Al indicarles a Vdes. el asiento o lo menos de advertir a Vdes. que insensible, pero muy eficazmente, han aprendido el sitio de varios otros….
 (….) En la historia biográfica de los genios precoces por alguna especialidad, muy pocos se hallan que hayan llegado a ser eminentes en esa misma especialidad. Por lo común, gastan antes de tiempo los órganos que manifestaban su talento, o mueren de alguna enfermedad cerebral: acarreado todo por el excesivo ejercicio de una región especial de la cabeza, y la completa inercia de las demás. Así sucedió con Zerah Volbtirn, que perdió completamente su aptitud numérica; así sucedió con Van R. de Utica; así sucedió con el pastor de D'Alambert; así sucedió con el niño de San Paiten respecto a las Matemáticas; y así ha sucedido con un gran número de precocidades respecto a otras artes y ciencias. Igual desgracia le habría cabido a Bidder, precoz calculista, a no haber mediado los oportunos consejos frenológicos del eminente Deville.
 Como la materia que nos ocupa es, si bien incidental, de la mayor importancia en sí, y de la mayor trascendencia por sus resultados, haré una breve y rapidísima reseña de estas precocidades numéricas.
 Zerah Colburn, nació en abril de 1804, en el condado de Caledonia, Vermont, Estados Unidos de Norte América. En 1833 publicó su propia Biografía, en la que explica el modo con que procedía en la asombrosa resolución de memoria de los cálculos numéricos que le proponían, el cual poco o nada ha adelantado al que ya se conocía antes. Allí también explica Colburn las razones que le indujeron a abrazar el estado eclesiástico. Además de las que aduce relativas a su vocación, no dejó de pesar en la balanza de su elección el hecho de haber perdido su pasmosa facilidad numérica.



 El Pastor de D'Alambert, así llamado un pastorcillo que llevaron a ese gran matemático, que resolvía también con prodigiosa exactitud problemas aritméticos de memoria. «Ea! ahí está mi edad: ¿cuantos minutos he vivido?» le dijo D'Alambert. Fuése el niño a un rincón del cuarto, cubrióse con las manos la cara, y en un momento volvió con el resultado. El gran matemático estaba aun resolviendo el problema, pero así que lo hubo concluido, notó que los dos resultados no eran iguales. Ambos verificaron sus cálculos, pero siempre discordaban. Por fin dijo el niño: «¿Ha tomado V. en cuenta los años bisestiles?» D'Alambert los había olvidado, y el pastorcillo tuvo razón.
 San Paiten, es una población cerca de Viena, donde había un niño, hijo de un herrero, distinguido por su asombroso y precoz genio aritmético. A instancias de Gall pasó a Viena. Notó este observador cefálico un extraordinario abultamiento en los ángulos estemos de las cejas del niño. Este fue el punto de partida que dio a Gall margen a hacer otras observaciones, de las cuales resultó el descubrimiento del órgano del cálculo numérico, según mas extensamente explicaré cuando de intento hable sobre la materia.
 Bidder, de Devonshire, Inglaterra, era hijo de un pobre campesino, que tenía una familia muy crecida. Manifestó precocísimas señales de extraordinario talento numérico. Antes de explotar este talento, con hacer públicas exposiciones del niño, según había sucedido con Vito Mangiamele, Zerah Colborn y otros portentos de esta naturaleza, vio por casualidad a Bidder el célebre frenólogo práctico Deville, a cuyos desvelos, constancia, celo y laboriosidad, debe el mundo la mayor Colección Frenológica que se conoce, de la cual son actualmente dueños y propietarios el Doctor Browne y el abogado Rudall, de la cual hice ya mérito anteriormente en la Lección 4 2, pág. 437, y a la cual, con el nombre de Phrenoloyical Museum, dan entrada libre o gratuita a cualquiera persona que desea visitarla y examinarla.

Sistema completo de frenología, 1843, Barcelona, Imprenta de J. Tauló, Calle de la Tapinería. 


El joven calculista siciliano





 Mr. Arago, secretario perpetuo de la Academia de Ciencias de Paris, anunció en la sesión del diez y nueve de Junio del año próximo pasado hallarse presente un joven siciliano, notable por la facultad con que ejecuta de memoria las operaciones matemáticas más complicadas, el mismo que fue examinado en León por Mr. Tabaraut, profesor de esta ciudad. Arago manifestó también que había preparado de acuerdo con los Sres. Coriolis y Sturm, algunas cuestiones a fin de que los académicos juzgaran por sí mismos de la extraordinaria habilidad de este niño sobre el cual se habían propagado tan diversas noticias.

El niño se llama Vito Mangiamele, nació en un pueblo de las cercanías de Siracusa, es hijo de un pastor, y él lo ha sido también. El individuo que le ha traído de Sicilia dice, que su edad es de diez años y medio, que desde muy temprano manifestó la mayor aptitud para el cálculo, que el método compendiado de que se vale para resolver aquellas cuestiones que por las reglas comunes exigen mucho tiempo y trabajo, es de su invención, y que únicamente se le han enseñado algunas voces técnicas, como cuadrado, cubo, potencia, razón, proporción, etc.

No se advierte en su semblante aquel aire de timidez que generalmente infunden la aplicación y el trabajo. Su constitución robusta y la frescura de su tez, dan a conocer el buen estado de su salud; y la calma de sus facciones cuando opera indica serle muy agradable esta clase de trabajo; aunque sus expresiones carecen de cultura, tienen sin embargo un atractivo encantador.

Las cuestiones que se le propusieron son las siguientes:

1. ¿Cuál es la raíz cúbica de 3.796,416? En el momento contestó diciendo que era 156: lo que es indudable.

2. ¿Cuál es el número cuyo cubo unido cinco veces a su cuadrado si se resta de él doce veces este número y además cuarenta y dos, da un resultado igual a cero?

Arago repitió por segunda vez esta pregunta a fin de que el niño entendiera los números indicados, y apenas pronunció la última palabra, cuando este respondió que el que se buscaba era 5, con lo que satisfizo exactamente la pregunta.

3. Se eleva un número a la quinta potencia, de esta se resta cuatro veces dicho número, y además 16,779, ¿el resultado será igual a cero?

Como el niño estuvo cuatro minutos sin responder, Arago preguntó al individuo que le acompañaba si quería se le propusiese un problema más sencillo, puesto que la Academia no podía dedicar mucho tiempo a este examen, y se le contestó que el calculista no prestaría su atención a otra pregunta mientras se ocupase de la primera, y al instante dijo este que el número que se buscaba era 7, lo que exactamente se comprobó.

4. Y finalmente se pide la décima razón del número 282.475,249.

Después de dos minutos resolvió el siciliano diciendo que era 3 el número que se le exigía  como no era exacto, se le advirtió, y pasados algunos segundos se rectificó determinando el número 7 que era el que se buscaba.

La Academia nombró una comisión compuesta de los Sres. Lacroix, Arago, Libri y Sturm para que examinasen a Vito Mangiamele y diesen cuenta del resultado por medio de una memoria.


(Traducido.) M. Costales.

 La Siempreviva, dedicada a la juventud habanera. Artículos de ciencia, literatura, bellas artes, etc. Tomo I, La Habana 1838, Imprenta del gobierno y capitanía general por S.M, pp. 267-268.

Órgano de la imitación







  Magim Pers y Ramona

  
 Conocí un negro en la Isla de Cuba, esclavo de D. José Baró, que imitaba con toda la perfección posible el lloro de los niños recién nacidos, el arrullo de la paloma, el ladrido del perro, el canto del gallo y el cacareo de la gallina, etc. Yo recuerdo efectivamente que este negro tenía el órgano de la imitación muy prominente, y el del lenguaje y de los tonos bastante desarrollados también. Entre los negros el órgano de tonos es muy común; por esto manifiestan tanta pasión para la música.

 En el año 1836 estuvo una compañía cómica en Villanueva y Geltrú, donde dio algunas funciones. Entre los individuos que componían aquella había uno que con la perfección más admirable y asombrosa imitaba el pío del pollito, el cacareo de la gallina, el canto del gallo, los trinos del canario y otros pájaros, el arrullo del palomo, el rebuzno del burro, el relincho del caballo, y de casi todos los animales conocidos. Siento no recordar el nombre de ese sujeto, portento de imitación para consignar aquí su nombre. Este hombre admirable debía tener el órgano de la imitación, de los tonos y del lenguaje extraordinariamente grandes. Algunas personas al leer esta nota recordarán su nombre y su sorprendente e inimitable habilidad.

 …Sobre el descubrimiento de este órgano cuenta Gall, que un día uno de sus amigos con quien él conversaba de las formas de las cabezas, le aseguró que la suya era algo extraña, indicándole con su mano la parte superior anterior del cráneo. Esta región era muy prominente y formaba un segmento de círculo, pero se notaba un vacío detrás de esta prominencia. Este hombre tenía un talento superior para la imitación.

 Gall se fue después al instituto de Sordo-mudos, con el objeto de examinar la cabeza de un alumno llamado Casteigner, que hacía seis meses había entrado en él, el cual era un portento para la imitación. Un miércoles gordo, se había representado una piececita en el colegio, e imitó tan perfectamente los gestos, el donaire, las miradas del director, del inspector, del médico, del cirujano, y de algunas mujeres del establecimiento, que era imposible no reconocerlos al punto. Mucha, muchísima fue la sorpresa que experimentó Gall al observar que en la cabeza de aquel joven existía la misma prominencia que en la de su amigo. Continuó sus investigaciones, las que muy pronto coronaron sus observaciones y desvelos felizmente.

 (…) Algunos animales están dotados también de este órgano, como el loro, el estornino, el mirlo, el zumbador y los monos, los cuales imitan las acciones de los hombres. Es evidente que estos animales poseen esta facultad de un modo notable, y el órgano es muy prominente en sus cabezas. “El canto natural del Sinsonte, dice el Dr. Good, es armonioso y solemne. Además, esa ave posee el talento instintivo de imitar el canto de toda especie de pájaros, y aun el graznido de las aves de rapiña con tanta exactitud que engaña a los pájaros de la misma especie que remeda. Se complace en estos juegos, y a menudo atrae a algunos pajarillos, imitando sus gorjeos; y, cuando los tiene cerca de sí, los ahuyenta imitando el graznido de las aves de rapiña que ellos temen terriblemente”.


 Manual de frenología al alcance de todos, 1849, Barcelona Impenta de José Tauló, Calle de la Tapinería, pp. 192-196.

domingo, 26 de junio de 2011

El gimnasio




Oswald de Andrade


Escuchen al tenor boxeador Romão Gonçalves
Que desafía sin miedo a Spalla y a Benedicto
Entrenador de Jack Johnson y el bravo Carpentier
Según la fotografía
Vengan todos a la Calle Padre Don João Manuel
En el barrio La Peña
A entrenar al aire libre
Las señoritas encontrarán
A la Excma. Sra. Charlota Argentina boxeadora
Y los grandotes verán a Romão
Que detenta el record del mundo
De cantar y nadar vestido al mismo tiempo
Acompañado por una banda de música
Como se puede ver en el cine
Y delante de los reyes de Bélgica
Y de otros reyes


Traducción Andrés Sánchez Robayna

martes, 21 de junio de 2011

Reinaldo Arenas: La máquina de vapor





  Súbito y enfurecido -cual una bala de cañón- caía el sol detrás de un inmenso palmar cuando invadieron la casa de las calderas los dueños del ingenio La Tinaja en compañía de sus familiares, amigos y empleados.
  Guiaba la procesión el cura de El Mariel, revestido con sotana de lujo y bonete de ceremonia. Detrás venían doña Rosa, sus tres hijas e Isabel Ilincheta, todas de traje largo, sobre falda y mantilla, y portando cada una un largo cirio encendido. Más allá, solemnes y de negro frac, los señores  don Cándido de Gamboa, Leonardo, el técnico norteamericano, el médico del ingenio, el mayoral y el mozo (o maestro) del azúcar. Cada uno con su sombrero bajo el brazo.
   La ceremonia que iba a tener lugar era para ellos de suma importancia. Por primera vez en aquel central -y en toda la Isla de Cuba- se iba a utilizar una máquina de vapor. Lo cual significaba que el antiguo trapiche tirado por caballos o mulas, y hasta por los mismos esclavos, sería superado, dando paso a un sistema de producción mucho más eficaz y rentable.
  La enorme máquina, de construcción inglesa, pero traída de los Estados Unidos, se alzaba al descubierto en el mismo centro del Batey, junto a la casa de calderas donde numerosos esclavos, descalzos y semidesnudos en medio de un calor asfixiante, trajinaban incesantemente estimulados por el látigo del contramayoral.
 Rápidamente, a un lado del imponente artefacto, la servidumbre dispuso confortables butacas de campeche y sillones de mimbre donde los señores y las damas, luego de haber colocado las velas encendidas alrededor de la maquinaria, se sentaron para observar la ceremonia.
 Circularon entre los caballeros las copas de vino y los puros o habanos generosamente dispensados por don Cándido, mientras que las damas bebían guarapo caliente rociado con aguardientes de Canarias, el cual era ceremoniosamente servido por el mozo del azúcar, hermoso criollo que evidentemente galanteaba a Adela, lo que irritaba sobremanera a su hermano, Leonardo, quien no concebía que Adela pudiera amar a hombre alguno fuera de él mismo.
 En tanto, los esclavos, entre incesantes latigazos, echaban leña a toda velocidad en las fornallas a fin de aumentar la presión de las calderas para que comenzase a funcionar el trapiche mecánico.
  Cuando el técnico nortemaericano calculó que la máquina ya tenía suficiente presión, el cura se puso de pie, avanzó hasta el enorme artefacto, murmuró una breve oración en latín y roció los cilindros con agua bendita, sirviéndose para ello de un hisopo de plata. Inmediatamente dos caballeros condujeron hasta el trapiche mecánico un haz de cañas atados con cintas (de seda) blancas, azules y rojas que sujetaban por los extremos las cuatro señoritas.
  Se depositaron las cañas de azúcar. El señor cura se persignó y los demás lo imitaron. Iba a comenzar la primera molienda a vapor en el célebre ingenio La Tinaja. Todos, aun los mismos esclavos, se mantenían a la expectativa. Pero lo cierto fue que el trapiche no se movió.
  El técnico norteamericano rectificó la presión en los relojes de la caldera. Se les ordenó a los esclavos que metieran más leña en los hornos. Los relojes marcaron aún más presión. Pero el trapiche seguía paralizado. Una nueva remesa de latigazos hizo que los negros alimentaran vertiginosamente aquellas bocas de fuego. La presión de la máquina subió al máximo. De un momento a otro sus poleas se pondrían en marcha y harían funcionar el trapiche.
  Pero nada de eso ocurrió.
  Don Cándido parecía desesperado, doña Rosa se agitaba en su amplio sillón, el cura comenzó una oración mientras miraba el limpio cielo del oscurecer tropical.
 -Quizás alguna polea, o varilla o algo en el mecanismo se ha trabado-  tradujo el mozo del azúcar las palabras del técnico norteamericano.
 -¡Pues que se destrabe! -rugió don Cándido.
 El técnico, el mayoral, el mozo del azúcar y hasta el médico del ingenio (que ya hasta había sacado su estetoscopio) se acercaron al vientre de la máquina con el fin de localizar el fallo. Pero el inmenso aparato estaba al rojo vivo, por lo que retrocedieron de inmediato.
 -¡Traigan a los negros menos estúpidos! -ordenó el mayoral al contramayoral- ¡Que se suba allá arriba a ver si hay alguna correa desenganchada!
 De inmediato varios negros, todos relativamente jóvenes y fornidos, tuvieron que encaramarse a golpes de latigazos y amenazas de muerte sobre la maquinaria y mientras se achicharraban pies y manos trajinaban como podían sobre aquella superficie de fuego. Finalmente uno de ellos, pensando, seguramente, que allí estaba el fallo, abrió la enorme válvula de seguridad del tubo de escape. Se produjo entonces un insólito estampido y de inmediato, impelido por la violencia del vapor condensado, el negro, dejando una estela de humo, voló por los aires, elevándose a tal altura que se perdió de vista mucho más allá del horizonte. Se oyó otro cañonazo y un segundo negro atravesó también el cielo. Un tercer estampido y otro negro se confundía ya con el azul.
  Por lo que don Cándido, verdaderamente aterrado, se puso de pie y gesticulando gritó:
  -¡Paren ese aparato o se me van todos los esclavos! ¡Yo sabía que con los ingleses no se puede hacer ningún negocio! ¡Eso no es ninguna máquina de vapor, es una treta de ellos para devolver los negros a Africa!
  Oír los negros del central aquella revelación y correr hacia la máquina de vapor fue una misma cosa. En menos de un minuto cientos de ellos se treparon descalzos al gigantesco y candente lomo mecánico y al grito de “¡A la Guinea!” se introducían por el tubo de escape, cruzando de inmediato, a veces por docenas, el horizonte.
  Con velocidad realmente inaudita casi todos los esclavos de la dotación se prepararon para un viaje que ellos suponían prolongado. Así, entre los innumerables negros que iban metiéndose en la máquina se veían muchos provistos de repentinos equipajes donde llevaban toda su fortuna: una güira gigantesca, un racimo de cocos, una jutía viva que gritaba enfurecida, rústicos cajones llenos de piedras semitalladas o de ídolos de madera, y, sobre todo, numerosos tambores de variados tamaños.
  Vestidos con lo mejor que tenían -trapos rojos o azules- se introducían en el tubo de escape y una vez en el aire, sin duda enardecidos por la euforia y el goce de pensar que al fin volaban a su país, ejecutaban cantos y bailes típicos con tal colorido y movimiento que constituyó un espectáculo verdaderamente celestial, tanto en el sentido figurado como real de expresión… Naturalmente, el hecho de andar por los aires los dotaba de una ingravidez y de una gracia superiores, permitiéndoles realizar movimientos, giros y piruetas, enlaces y desenlaces, mucho más sincopados y audaces que los que podían haber hecho en la tierra. También las canciones y el tam tam de sus instrumentos alcanzaban allá arriba sonoridades más diáfanas que estremecían con su frenético retumbar hasta las mismas nubes.
  Espléndidos cantos y danzas yorubas y bantúes (congos y lucumíes) en agradecimiento a Changó, Ochún, Yemayá, Obatalá y demás divinidades africanas fueron ejecutados, entre otros muchos, en todo el cielo de La Tinaja por los esclavos a la vez que se dispersaban por el invariable añil… Al mismo tiempo, una luna abultada y plena (al parecer cómplice de los fugitivos) hizo su aparición. Flor de la noche abierta, iluminada y gigantesca, reflejó en su pantalla los pequeños puntos negros y convulsos que en la altura ya desaparecían a toda velocidad, como si una intuición desesperada les hiciese buscar en otro mundo lo que en éste nunca habían encontrado.
  Sin embargo, a pesar de este espectáculo fascinante y sin precedentes en toda la historia de la danza (detalle que ya fue  certificado por Lydia Cabrera en su libro Dale manguengue, dale gongoní), el pánico que reinaba allá abajo entre la familia Gamboa y sus allegados era total: los negros seguían entrando en el aparato y volando por los aires.
  Don Cándido, el cura y demás señores trataban de contener como podían aquella estampida, pero la enfurecida máquina seguía expulsando negros. Por último, al parecer congestionada por la cantidad de cuerpos que se metían al mismo tiempo en su vientre y por la presión del fuego y del vapor, se salió de su base y comenzó a girar hacia todos los puntos cardinales.
  Las señoritas y hasta los señores, corrían despavoridos perseguidos a veces por la misma máquina que vomitando fuego y negros giraba frenéticamente entre una enorme humareda y un estruendo cada vez más estentóreo.
   -¡Traición! -exclamaba Don Cándido -¡Llamen al ejército! ¡Que traigan todas las armas!
  A media noche, cuando llegaron las tropas y a balazos lograron reducir a escombros la infermal máquina de vapor, miles de negros habían cruzado por los aires el extenso batey, estrellándose sobre montañas, cerros, palmares y hasta sobre la lejana costa.
  Pero el resto de la dotación, sin autorización de don Cándido, tocó esa noche el tambor en homenaje a aquéllos valientes que se habían ido volando para el Africa.


  Capítulo XXIV de La Loma del Ángel.