Marcos Sánchez Rubio
XI. Como a consecuencia de caer el agua llovediza en la estancada, vemos que inmediatamente resultan infinidad de gusarapos, ranas, lombrices, mosquitos y otros insectos: y que sólo en esta época, por lo general, daña el agua a los que la beben: y particularmente la que no tiene corriente, a los cerdos, gallinas, perros y otros irracionales; atacándoles por su crudeza, a las pocas horas de haberla bebido, crueles enfermedades: a saber, verdadera pulmonía en los cerdos, mejor dicho inflamación de todas las partes del pecho, hígado, estómago y tripas: conocido el conjunto inflamatorio con el nombre vulgar de ahogo, que termina con la muerte de estos cuadrúpedos a los 3, 5 o 7 días irremediablemente: de aquí es que los hacendados de esta isla que tienen estas posesiones pobladas con cerdos, notan luego que principian los aguaceros, después de los grandes calores, una mortandad, con el ahogo, que suelen quedar despobladas y ellos con inmensas perdidas. Para hacer estas más tolerables, los matan al principio y sufriendo la carne y viendo millares de veces que a consecuencia de beber el hombre estas mismas aguas y aquella que tenemos por sana y del uso común, si se verifican iguales efectos, como por desgracia sucede, ya por no estar hecha la digestión, ya por beberla acalorado, ya por carácter débil del estómago... es consecuente que esencialmente debe ser la enfermedad de la misma índole, aun cuando se le de otro nombre o se haya considerado de diferente naturaleza: porque la anatomía de los cerdos ofrece cuantas luces necesitan las leyes del analogismo para mirar a aquellos efectos identificados con los de la calentura biliosa o llámase vómito negro, a saber: flictenas o ampollas en el estómago, tramo intestinal, hígado y otras partes, con ulceraciones, etc. Adherencias de los músculos intercostales con la pleura, bofe y el diafragma: tubérculos o tumores en el pulmón y otras partes, desde la magnitud de avellanas a la de grandes nueces: lombrices, o mejor dicho gelatina animal con nueva vida dentro de los tumores y tubérculos, en los vasos aéreos y sanguíneos: y que esta gelatina era la mucosidad de las partes que desnudas presentan ulceraciones...: la magnitud de las lombrices es igual a la de la cavidad y figura de los vasos glandulosos, aéreos, sanguíneos, etc.: el color de lo contenido en el estómago y tripas, de un verdoso-cetrino, semejante a aquel verdín de las aguas pútridas o a la bilis eruginosa de los racionales que adolecen de la calentura amarilla.
XII. Teniendo detrás de los barracones, que hay extramuros de esta ciudad en el año de 1800, una piara de cerdos en ceba, advertí que habiendo hecho considerable calor de las 12 a las 3 de la tarde, que en una gran bañadera que tenían hecha en la piedra viva, se le acababa de echar más de una pipa de agua cristalina de la que la zanja conduce, habiendo limpiado a mi vista perfectamente la bañadera; llueve a las tres y minutos copiosamente por un poco tiempo y veo aparecer en el mismo instante del aguacero millones de insectos en agua tan limpia y recién traída de la que corre todo el año; que dos cerdos que estaban retozando la bebieron y antes de la oración de la misma tarde estaban ya afectos del ahogo y los veinte y dos restantes que sufrieron el aguacero nada padecieron: me ocurre el pensamiento que a todos les iba a suceder igual enfermedad por la putrefacción, que instantáneamente se había manifestado en la bañadera: le hago arrojar el agua, limpiarla de nuevo y ponerle otra cantidad de la misma zanja: y bebiéndola los 23 restantes aquella tarde y noche, nada tienen de quebranto en la salud: el día siguiente o mejor dicho antes de las 30 horas de haberla bebido, los hago matar a mi vista y les encuentro el estómago, los intestinos, el hígado y todas las partes del pecho como ya he referido: en términos que parecía imposible que en tan corto espacio de tiempo se hubiese propagado la putrefacción a tantas partes con tan enorme daño y que pudiesen aun existir: a los cinco o seis días sucede igual mutación atmosférica, igual acontecimiento y otros tres que la bebieron son atacados lo mismo que los dos primeros, sin que los 19 restantes tuviesen novedad: esta observación me hace que les mudase tres veces al día el agua de la bañadera y que ésta se limpiase muy bien: y no obstante esta precaución en todo lo restante del mes de junio que llovió en la misma forma que las dos anteriores y sobre un calor como el de aquellas, aconteció otras veces el mismo fenómeno: trato de seguir mis apreciaciones anatómicas y veo que a las cuatro, ocho, doce, diez y ocho, veinte y cuatro y cuarenta y ocho horas de principiar la enfermedad, la parte mucosa de lo interior del estómago, se iba desprendiendo y los vasos venosos, en el hígado y linfáticos del pulmón y partes contenidas del pecho, tenían más crasitud de la natural con esa parte mucosa, o sea con la gelatina: que en las glándulas del pulmón tomaba una figura como hebras de hilo de holán: que al paso que la enfermedad tomaba cuerpo, se animaban esos hilitos blancos y aun notando en ellos los movimientos de vida entre la espumosidad en que estaban envueltos en las mismas glándulas, venitas, pleura, músculos que a ella tocan, diafragma, hígado y en otras partes, y si se anatomizaban antes de las ocho horas de principiar la dolencia, aun no estaba animada la gelatina.
XIII. Las aguas de cualquier modo que se hallen estancadas en lagunas, pozos, cisternas, charcos, playas, etc. necesariamente fermentan ya en estío o día caluroso, ya al sol, ya a la sombra, o en lugar donde no pueda emanar aquel gas carbónico, o azoótico o pútrido, si así debe llamarse, que pueden expeler las que corren por despeñaderos o lugares de que sean bien batidas. Tales aguas fermentadas, poco o mucho, producen dolores, son biliosas, hacen pravos humores, pervierten las digestiones, y finalmente son la fuente y origen de muchísimas enfermedades, que hasta ahora se han atribuido o al contagio, o al abuso de los espirituosos u otros agentes, que ni remotísimamente han tenido parte en semejantes dolencias.
Tratado sobre la fiebre biliosa y otras enfermedades. Imprenta del Comercio, La Habana, 1814, pp. 26-27.
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